La arena arropa una estructura de cemento repleta de pintadas. Deteriorada por los estragos del tiempo, permanece en un enclave idílico. La playa de Levante en El Puerto guarda desde hace 34 años el que fuera un lugar de culto para skaters de toda España. Con el mar al fondo, al final o inicio del paseo marítimo, la rampa de Valdelagrana se mantiene en pie. Abandonada, pero nunca olvidada en esta zona que muchos llaman “la Cadizfornia por excelencia”.
El infernal, como se conoce en el mundillo, fue la primera rampa de hormigón que se construyó en la provincia de Cádiz y la única de España que queda intacta tal y como se levantó. Junto a ella, La Kantera en Bilbao y el Skate Park de Alcobendas continúan desde los años 90, pero ya han sido remodeladas en alguna ocasión.
La U del sur es una reliquia de la historia del skate nacional por la que muchos patinadores han rodado desde que eran unos niños. “Ella es la Meca en Cádiz y en Andalucía”, dice David Domínguez Aguilar, conocido como Moski, delante del monumento. Este portuense de 49 años habla de ella como si tuviera alma propia. Son muchas las horas que ha pasado encima haciendo un rock and roll, un backside air o un kickflip.
En 1988 decidió dejar el fútbol, deporte que practicaba con frecuencia, para dedicarse al monopatín. “Un día me quitaron el balón con una patada, yo hice lo mismo y el árbitro me echó y me puso el mote de mosqueón, de ahí Moski, y ya no quise jugar más”, recuerda este veterano al que la gran pendiente de la rampa no se le resiste.
Descubrió el skate a través de películas americanas en blanco y negro que veía en la televisión y vídeos de americanos patinando que empezaron a circular. Poco a poco entró “en la onda” y comenzó a participar en el nacimiento de una escena que cogió fuerza en los años 90. Los primeros conseguían material técnico de segunda mano y era habitual verlos por las calles y plazas sobre esas tablas con cuatro ruedas que ya habían irrumpido en ciudad. “Todos los niños querían un monopatín como regalo. Cuando yo llegué ya me encontré el camino hecho por una generación de personas, yo iba copiando”, comenta Alfonso Merello Terry, de 46 años, que se animó a patinar por primera vez con 12.
Él es otro de los veteranos que siguen haciendo sus trucos. Ambos llevan más de media vida practicando un deporte que llegó a El Puerto gracias a la influencia de la base naval de Rota. Allí estaban las primeras rampas que se instalaron, hechas de madera. “Había dos al lado del colegio y más tarde, los militares españoles las copiaron e hicieron una en el poblado naval. Nosotros nos metíamos por debajo del cañaveral y hacíamos autostop, los americanos paraban y nos llevaban hasta la U, algo ahora impensable”, recuerda Alfonso a lavozdelsur.es.
Y así arrancó la revolución. Los riders de Estados Unidos se hacían notar y empezaron a difundirse revistas que narraban la escena del skate recién llegado a España como Skate Magazine o Skate Power. Los 90 fue una época de esplendor para este deporte en Andalucía, donde Kiko Skate se movilizó para consolidar un “boom” que no paraba. Incluso El Puerto fue la ciudad elegida para celebrar la final del primer campeonato de España de skate, en 1991.
“La cosa estaba hirviendo, había mucha afición, y decidieron que la final del Open de España en modalidad half pipe y street se hiciera aquí. Fue apoteósico. Vinieron cientos de chavales de todos lados a ver a los profesionales que vinieron desde Estados Unidos. Fue inolvidable”, expresan.
La culpable de que El Puerto y el skate se convirtieran en un binomio fue ella, la rampa sobre la que los veteranos acaban de patinar. Su inauguración en 1990 fue un impulso para este deporte que, por primera vez, se podía practicar sobre hormigón -las que existían hasta el momento eran de madera.
El infernal se construyó gracias a la movilización de los propios chavales y a un equipo de gobierno que no vio con malos ojos esta propuesta.
“Patinábamos por la calle y teníamos problemas con la Policía, entonces decidimos hacer una quedada de 40 patinadores y cortamos el tráfico de una avenida con una rampa hecha por nosotros. Después nos pusimos a patinar frente al Ayuntamiento hasta que el alcalde nos atendiera”, recuerda Moski. Lograron que el primer edil, por entonces Juan Manuel Torres (PSOE), les atendiera y le transmitieron que, para no molestar, hicieran una pista, que fue ejecutada por albañiles locales.
El proyecto se hizo realidad. “Julio Casado, que era el concejal de Deportes, era el padre de uno de los skaters y nos ayudó”, comentan señalando las letras del Patronato Municipal de Deportes aún visibles entre los grafitis en el lateral de la rampa.
La nueva estructura dio pie a la construcción de otras dos más en el centro y en Crevillet, ya extinguidas, y en otras ciudades de la provincia, donde la afición ya se había extendido. Muchas de ellas, según manifiesta Alfonso, “se hacían sin fundamentos, no utilizaban radios, no calculaban las curvas y empezaron a desperdiciar el dinero público a diestro y siniestro”.
Pero ninguna de las rampas posteriores llegó a ser tan complicada como la de Valdelagrana. Por algo la llaman el infernal. “Esta es una de las peores, la más radical, aquí eras más o menos bueno si te habías tirado por aquí”, sonríen los skaters. Su dificultad era extrema y no todo el que se enfrentaba a ella salía ileso. “Por desgracia, nos enteramos de que un chaval se partió el cuello y falleció aquí”, mencionan desde la estructura a la que llegaba skaters de toda la provincia y Andalucía.
Tras el auge, el skate entró en decadencia allá por el 2000, aquellos niños sin miedo a nada se hacían mayores y muchos de ellos dejaron de practicarlo. Moski reconoce que cuando se marchó a hacer la Mili con 18 años, lo dejó un poco apartad. Pero volvió a retomarlo y “actualmente no puedo deshacerme de él la verdad, yo he cometido muchos errores y el skate me ha sacado de la calle y ha salvado mi vida”, dice emocionado.
Esta rampa siempre fue la reina y, aunque está desgastada, los más experimentados todavía van de vez en cuando a recordar viejos tiempos. En la última década, los propios skaters se han encargado de adecentarla cada vez que se ha organizado algún evento esporádico, como el Infernal Ramp, campeonato iniciado en 2011. “Reparamos las grietas y la volvemos a pintar”, dicen los que la cuidan cuando hay iniciativas. Para el próximo año, plantean un encuentro con motivo del 35 aniversario de esta rampa que tiene otra peculiaridad, está en un terreno propiedad de Demarcación de Costas.
A Moski, Merello y a otros muchos aficionados les dolería que algún día este trozo de hormigón acabara hecho añicos. Por eso, plantean presentar al Ayuntamiento un proyecto para su conservación y que vuelva a estar llena de patinadores como antaño. “La manera de que no se pierda es haciendo aquí un nuevo Skate Park, si la tenemos así de desaliñada cualquier día se convierte en un aparcamiento”, añaden.
Alfonso explica que “solo queremos un bowl, una piscina, no hace falta más, ni escaleras ni barandillas”. Además, añade que la zona se convertiría en un punto atractivo para skaters de toda España y una parada que avivaría el turismo de skate.
“Esta rampa es la bandera que queda del skate en la Bahía de Cádiz. Es como un monolito de los orígenes. Muchos siguen preguntando por ella, viene gente de fuera a verla”, sostiene el portuense. Derrochando energía, se suben a lo más alto para volver a lanzarse una vez más bajo un sol de justicia.
“Si me entero de que la van a tirar, me encadeno”, dice Moski tras coger el monopatín en el aire. Sus pies pisan el patrimonio cultural y deportivo portuense por el que se mueven para poner en valor.
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