Va diciendo por ahí la actual directiva del Cádiz CF que eso de Estadio Carranza responde a que "aúna de manera mayoritaria la identidad y la memoria colectiva del cadismo". No es sólo que trate de meter en el mismo saco a toda la afición seguidora del equipo, sino que también, al modo cofrade, trata de presentar como algo que se pierde en la noche de los tiempos un hecho que, en todo caso, se remonta al año en el que la chirigota La familia Pepperoni, allá por 1998, interpretó ese pasodoble, Me han dicho que el amarillo, que se ha convertido en el himno oficioso del equipo. Pues bien, ni una ni otra cosa son ciertas.
La afición del Cádiz no se identifica al 100% con Carranza. Se puso de manifiesto en la reunión de las diversas entidades que tuvo lugar en el ayuntamiento cuando en 2021 se discutió el cambio de nombre. A pesar de la creación de diversos grupos como 'Guardianes del Carranza', mala copia de otro que apoya al equipo del que procede el actual presidente. Tampoco la copla de Manolo Santander, más allá de su éxito, tiene como máximo un cuarto de siglo. Hasta entonces pocos eran los que conocían al campo de futbol como “Carranza”, al trofeo sí, ya que lo creó el hijo en honor a su padre. Lo normal era 'ir al Estadio'. Como en el 2003, cuando el soterramiento de la vía férrea, denominaron a la nueva estación creada: Estadio. Ni 'Estadio Ramón de Carranza', ni 'Estadio Carranza'. Sólo Estadio. Un lustro después de la copla de los Pepperoni todavía no estaba ni en la identidad del lugar ni de los seguidores del Cádiz C.F., eso de Carranza.
Hasta aquí todo puede considerarse hasta normal si miramos las pautas de actuación de la derecha y la extrema derecha. No sólo la gaditana sino la regional, por lo menos la sevillana, y la nacional. Están muy abonados a eso de que no hay que dejar que la realidad te estropee la creación de un supuesto mito identitario y más si es conservador. Ultra conservador en el caso del insigne Carranza. Porque el nombre de Carranza es insigne, para mal, en la historia de la política y la sociedad gaditana y, pienso que nadie desconoce a quién se refiere esa supuesta marca blanca de una actividad libre de polvos y pajas golpistas.
Creo que, nadie en Cádiz, al menos de los gaditanos que queden, lo que no es el caso del presidente del equipo (aunque él también tuvo de alcalde de Sevilla, a uno de sus hijos, llamado igualmente Ramón) ni del alcalde, que no sepa quién fue el Carranza que quieren convertir en una marca así en abstracto.
Otra cosa es que a los vecinos de Cádiz les importe que se blanquee al alcalde golpista de 1936 y 1937, incluso que se quiera justificar su pasividad con pretendidas gracietas fonéticas e incluso, apelando a una supuesta fórmula de ¿consenso? ocupe un espacio público. Las redes sociales tienen esas cosas. Fueron demasiadas décadas de caciquismo familiar de los Carranza para que se olvide.
Así que nada de buscar excusas para colar lo que es blanco y en botella. La derecha y ultraderecha no se recata en lanzar las campanas al vuelo. Nunca mejor dicho. Lo que se quiere hacer es colar por la puerta de atrás a una de sus figuras más admiradas. Incluso, van más allá, por ejemplo: un periodista estrella del Diario de Cádiz llama a emprender la senda "reparadora de aquellos cambios de nomenclátor".
La derecha gaditano-sevillana-jerezana da este paso, llena de soberbia, arrogándose el derecho de la victoria y sintiéndose impune con la complicidad de una sociedad que parece ni siente ni le importa el asesinato de muchos de los mejores de sus conciudadanos. Siempre he pensado que en 1936 mataron y enterraron definitivamente a la burguesía liberal gaditana, la mítica de la constitución de 1812, la revolucionaria del Sexenio (1868-1874), que no es sólo Salvochea, sino también lo son otros como Vea Murguía y Benot que veían en el federalismo la salvación de un Cádiz que caía en picado. Que el ayuntamiento gaditano se preste al fraude de ley que le propone la directiva cadista es una buena muestra.
Han empezado con la marca Carranza en un campo de futbol, esperemos que no terminen poniéndoselo a un depurativo que quizás le pegue más al personaje al que se refiere. Sí, al Ramón de Carranza Fernández de la Reguera, alcalde de Cádiz bajo dos dictaduras.