Entre las características más destacables de la masculinidad y la hombría, están la fortaleza y la valentía.
Los estudios señalan que los hombres acudimos menos a los centros de salud y hospitales. Pero ello no significa que tengamos mejor salud que las mujeres, sirva como ejemplo que los andaluces disponemos de una menor esperanza de vida que las andaluzas.
Entre las razones para este absentismo sanitario masculino se encuentra el miedo que tenemos los hombres a un diagnóstico grave.
Una de las enfermedades propias de nuestra fisiología es el cáncer de próstata. A partir de los cincuenta años las probabilidades (uno de cada ocho), de padecer un cáncer de próstata aumenta sustancialmente, y aun así solo unos pocos hombres acuden a la revisión urológica anual según los informes de la Sociedad Española de Oncología Médica, y cada año son diagnosticados una media de 30.000 nuevos casos de cáncer de próstata.
La incidencia de cáncer de mama en nuestro país está aumentando. Entre 2002 y 2020, la tasa de incidencia anual por edad por cada 100.000 personas se incrementó de 106,5 a 126 casos. Pero a diferencia de los hombres, es poco usual que una mujer no acuda regularmente y como medida preventiva a las pertinentes revisiones y pruebas médicas. Lo mismo podríamos decir respecto a las revisiones y salud ginecológica.
Además, en las revisiones de la próstata entran en juego otros significados, y pensamientos impregnados de homofobia, machismo, y temor a la homosexualidad. El hecho de que la prueba consista en el tacto rectal es indicativo.
Podríamos pensar entonces que las mujeres tienen menos miedo a un diagnóstico grave, o quizás son más sensatas y coherentes que los hombres, o puede que ese concepto de masculino, macho, hombre, fuerte, valiente, y viril, no sea más que un engaño y un disfraz. Una mentira que nos inutiliza, e impide que protejamos adecuadamente la salud y nuestra vida.
Otra de las realidades ocultas, escondidas a la que los hombres le tenemos pánico, y no reconocemos en público, porque significaría destruir nuestra hombría, es la disfunción eréctil. Tampoco acudimos para el cáncer de intestino con un alto porcentaje de incidencia entre los hombres, o ante la caída del cabello.
La falta capacidad para cuidar y cuidarnos, cuidarse en exceso no es propio de hombres, y el torpe tratamiento de nuestros afectos, son otros factores que influyen y alimentan los fantasmas de la inseguridad.
El ocultamiento de estas verdades nos come por dentro, la negación de las evidencias no conduce a nada bueno. Pero los hombres no somos así por naturaleza, el miedo a un error de diagnóstico, lo tenemos mujeres y hombres, solo que ellas lo gestionan con sensatez y naturalidad, y nosotros envueltos en miedos e incertidumbres. Por tanto, si no hay justificación natural, puede que la razón vuelva a estar en lo social, en la construcción de un arquetipo, y en los mandatos que impone.
Son otras razones, estas más que objetivas, si quieren también más egoístas, pero que deberían ser suficientes para que comenzáramos a cuestionar y deconstruir esa nuestra “verdad”.
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