El día posterior a unas elecciones, incluso aunque tengan lugar en otro punto del Estado, constituyen también un importante momento de reflexión. Hoy, tras los comicios en Castilla y León, leemos muchos análisis para explicar lo sucedido y mil piruetas de las organizaciones responsables para justificar sus resultados y darlos por buenos (aunque sepamos que solo ha habido un claro ganador y que nos mira sonriente desde el rincón más a la derecha del tablero).
También volvemos a ver como se apela a la “autocrítica” del espacio de la izquierda alternativa que una vez representó Podemos y que cada vez está más achicado. En lo que a nosotros, Andalucía, respecta los resultados han servido para que las personas militantes de ese espacio se lleve las manos a la cabeza y apele, otra vez, a la manida “unidad” de las organizaciones de izquierda, para hacer un frente común que “frene a la ultraderecha y desaloje a Moreno Bonilla de la Junta”, cito textualmente el repetido mantra. Y eso, sencillamente, no va funcionar.
La unidad es un significante vacío porque el problema de la izquierda andaluza no es la fragmentación en tres papeletas sino la falta de ilusión y de propuestas para Andalucía. Para las personas organizadas en torno a Unidas Podemos, la unión de las organizaciones (y eliminación de los competidores) sería la fórmula suficiente para mantener el resultado alcanzado en 2018. En el mejor de los casos eso sería “pan para hoy y hambre para mañana”.
En estos años el supuesto espacio de cambio en Andalucía ha perdido adeptos porque se olvidaron de ella. Las lógicas centralistas fueron acrecentándose al mismo tiempo que el miedo a la ultraderecha les hizo mirar hacia Madrid y olvidarse de nuestro pueblo, de nuestras reivindicaciones, y proponiendo una izquierda homogénea y descafeinada que está tan vacía como el significante de la Unidad.
Mal que pese, hoy por hoy el espacio de Unidas Podemos solo intenta tener un valor político para la sociedad en tanto que se posicionan como “el dique de contención a las derechas”. ¿Qué dique de contención nos va a hacer falta en Andalucía cuando la mayor parte de la población esta precarizada, desempleada, próxima a la exclusión y sin perspectivas de futuro?
Andalucía no necesita una izquierda homogénea que siga directrices desde Madrid para aportar soluciones al territorio, una que incluso con buenas (pero desarraigadas) intenciones ya no ilusiona a la gente. Todo lo que se arrime a esas brasas acabará achicharrado y desgastado. Un motivo de peso para no querer una unión ni siquiera electoral.
Andalucía necesita una izquierda que defienda única y exclusivamente los intereses de su pueblo, sin injerencias, sin que terceros tengan un mínimo ápice de influencia en las decisiones, que busque una transformación real del sistema, pero que sobre todo vuelva a traer ilusión y autoestima a un pueblo que lleva mucho tiempo recibiendo palos por todos los frentes.
La tarea más urgente para recuperar la ilusión de la gente es (re)pensar la utopía. Las utopías sirven como ese espacio ideal al que las comunidades quieren acercarse y por ello son el elemento clave para que el “mientras tanto” realmente sirva para algo. En sí representan un ideal posiblemente irrealizable pero sin utopías no hay avances ni cambios. Andalucía necesita de un nuevo modelo ideal, utópico, para imaginarse a sí misma como pueblo cohesionado con aspiraciones de un futuro común que construir. Cuanto más ambicioso sea ese modelo mejor, pues son unas expectativas que ayudarán a transformar la realidad con cada paso que se dé.
El panorama actual andaluz remarca que la izquierda vaga sin un modelo alternativo real al sistema en el que vivimos y por eso otras opciones políticas que si tienen un marco común funcionan, porque ayudan a cohesionar a la comunidad hacia un futuro que les une (aunque paradójicamente sea un retroceso en realidad).
Adicionalmente, la tendencia que se está viviendo en el resto del Estado, con el ciclo que empezó en los últimos comicios de Euskadi y Galicia y que se ha repetido en Castilla y León, es que solo las propuestas arraigadas en el territorio, que ponen en el centro a sus comunidades, que buscan la prosperidad para su gente a través de la defensa acérrima de sus necesidades y que rehúyen de marcas homogéneas, son las que tienen actualmente un verdadero potencial no solo representativo sino transformador. Eso revela cual es el camino que debe recorrer la izquierda andaluza que aspire a transformar Andalucía.
De ahí que la unión real no esté entre organizaciones, sino en un movimiento que sepa conectar con su pueblo y ofrecerles un sueño al que aspirar. Parafraseando a Aumente, ofrecerles un futuro que ilusione y por el que merezca la pena dar la vida. Y en esas estamos desde el soberanismo andaluz: en fortalecer una alternativa que acerque la utopía a Andalucía y construya Futuro.
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