En general, todos los padres y madres queremos a nuestros hijos. ¡Es una cuestión de supervivencia de nuestra especie! Pero no todos les muestran ese afecto de la misma forma. Esto depende de lo que hayamos aprendido en nuestras familias de origen y también influyen las distintas manifestaciones culturales que existen para expresar el cariño.
Lo que sí es universal es la necesidad que todos los hijos tienen de ser aceptados y queridos por sus padres. Cuando esto no ocurre, acaban teniendo problemas que afectan a su salud emocional y a sus relaciones sociales. Por eso es importante tener algunas ideas claras sobre qué actitudes o comportamientos, por nuestra parte, pueden ayudarles y cuáles les pueden perjudicar. Hay dos conceptos importantes a tener en cuenta:
1.-El apego seguro
Se produce cuando los hijos se sienten seguros del amor, la protección y la aceptación, tanto de su padre como de su madre. Lo contrario les hace sentir desprotegidos, inseguros y con una imagen negativa de sí mismos. Pero hay que tener muy claro que no es sobreprotección, ya que esta es una conducta negativa de los padres que les perjudica en su desarrollo y en su capacidad de autonomía para crecer.
2.-La autoestima
Es la “medida” en la que una persona se valora a sí misma. Depende de la imagen que los padres les hemos creado desde pequeños. Y esto lo hacemos a través de la forma en que les tratamos y las palabras que utilizamos cuando les regañamos o les animamos. Muchas veces lo que hacemos es repetir lo que nos decían nuestros padres y que no nos gustaba. Una baja autoestima puede llevarlos a depender emocionalmente de otras personas que pueden hacerles daño. Es como tener las “defensas bajas” a nivel psicológico.
Para tener un nivel de autoestima sano nuestros hijos necesitan:
1.- Tener vínculos y raíces: Sentir que forman parte de la familia.
2.- Sentir amor incondicional, que no es consentirle todo: Sentirse aceptados y queridos por quienes son, no por lo que hacen.
3.- Aprender habilidades de autonomía: Sentirse capaces de hacer cosas por sí mismos.
4.-. Tener pautas para saber hacer las tareas según su edad: Necesitan que se les enseñen y tener modelos adultos de referencia.
¿Cómo podemos ayudarles a conseguirlo?
1.- Dedicando tiempo a compartir experiencias familiares, que crearán en ellos sentimiento de pertenencia y arraigo (raíces).
2.- Darnos cuenta de las necesidades de cada uno de ellos, dependiendo de su forma de ser, porque cada uno es diferente.
3.- Transmitirles cariño y aceptación, tanto papá como mamá, con palabras, gestos y contacto físico, aunque a veces tengamos que corregirlos para aprender lo que necesitan para crecer.
4.- Corregir su comportamiento, no a ellos como personas. Así les enseñamos a respetarse y a respetar. Si han hecho algo mal, decirles: “lo que has hecho no está bien”, en vez de “eres malo o tonto”.
5.- Jamás compararlos con nadie. Las comparaciones siempre hacen daño. Todos tenemos cualidades que podemos desarrollar.
6.- Nunca ridiculizarlos en público. Es lo que duele más y les enseña a humillar a otros. Pero reconocerlos por algo positivo delante de otros, sin abusar, les puede ayudar a sentirse más capaces.
7.-No utilizar el elogio ambivalente: Por ejemplo, “Sí, esto lo has hecho bien, pero lo de ayer no”. Así les damos la sensación de que nunca consiguen contentarnos y se sienten frustrados y confusos.
8.- Valorar el esfuerzo que han hecho en algún tema en concreto, independientemente del resultado. Enseñarles a ver lo positivo.
9.- Animarlos a superarse, pero siempre de forma razonable y de acuerdo con sus capacidades, independientemente de su sexo.
10.- Darles una base de donde aprendan a escoger, hablando con ellos de lo que apreciamos o creemos. Y darles ejemplo, con nuestro comportamiento, intentando ser coherentes. Pero, si no podemos hacerlo, explicarles nuestras razones.
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