De los plásticos no hablamos, ¿para qué?, están hasta en la sopa. Del rubisco habrá que aclarar algunas cuestiones. El rubisco es una enzima esencial en la fotosíntesis y en el ciclo de Calvin, que desempeña un papel clave en la fijación de dióxido de carbono en las plantas, algas y algunas bacterias fotosintéticas. Se considera la proteína más abundante en la Tierra debido a su importancia en los organismos fotosintéticos. Es vital para abordar desafíos globales relacionados con la agricultura y el clima. Esta enzima representa una gran fracción de la biomasa global: aproximadamente el 30% de las proteínas solubles en las hojas.
Sabemos desde 2020 que en la Tierra hay ya más plásticos (masa antropogénica) que rubisco (biomasa), por medio de la investigación de Emily Elhacham y Yinon M. Bar-On publicada en Nature. La masa antropogénica es de aproximadamente 1,1 teratoneladas (1,1×10¹² toneladas) frente a la biomasa viviente de aproximadamente 1 teratonelada (1×10¹² toneladas), compuesta principalmente por plantas. Estos datos no han hecho más que empeorar a la altura de este 2025. Brice Menard, físico de la Universidad Johns Hopkins, y Nikitas Shtarkman, científica computacional, han diseñado una página web, Biocubes, fabulosa para visualizar los cálculos de Yinon M. Bar-On y colegas publicados en Nature. Esta web debería ser de obligada consulta en el currículo escolar para que todos y todas tengamos una escala de las dimensión de la crisis ecológica.
El noventa por ciento de la biomasa de la Tierra está compuesta por plantas que son mucho más eficientes y apenas se mueven, en comparación con los animales, que sí nos movemos mucho. Esto nos deberá hacer pensar sobre la cognición neurovegetal frente al zoocentrismo imperante en las neurociencias. El resto está compuesto por microbios (virus, bacterias, algas, hongos) que constituyen las redes de transporte y conexión bioquímica que los unen. La especie humana representa una porción mucho menor al 1% de la biomasa (solo pesa 120 millones de toneladas en la actualidad), pero es responsable de la aproximadamente 1,1 teratoneladas de masa antropogénica. Mal está ahogarse en un mar de agua, que se lo digan, si no, a los valencianos o a los emigrantes subsaharianos en Canarias, pero peor aún está ahogarse en un mar de cosas.
¿Por qué? Es un asunto de jerarquía en la cadena causal. Este mar de cosas es el mismo que provoca el calentamiento y este, a su vez, las inundaciones extremas o la expulsión de centenares de miles de africanos, obligados a embarcar en pateras para subsistir. Actualmente hay 1,3 billones de cosas fabricadas por esta minoría ínfima de la biomasa del planeta que es el Homo sapiens. Casi todas esas cosas han sido fabricadas en el siglo XX. Más de 600.000 millones de toneladas de hormigón, seguido de más de 400.000 millones de toneladas de arena, grava y otros materiales empleados en la construcción. Hemos fabricado dos mil millones de automóviles y 70 mil millones de toneladas de asfalto para circular. Para todo eso se necesita mucha energía, casi toda fósil, y por tanto muchas emisiones de GEI (Gases de Efecto Invernadero).
Por cada animal salvaje que habita la Tierra, hay diez humanos. El peso de los animales domesticados que usamos para comer en la ganadería industrial se multiplica por cien si contamos el peso de la masa de plásticos que generamos. El dispositivo de biomasa más eficiente de conversión de energía es la fotosíntesis de las plantas y es el resultado de millones de años de evolución (13.800 millones de años) y trillones de interacciones entre individuos, organismos y sistemas.
La alternativa es la biomímesis. Aprender de la historia evolutiva y operar según las condiciones límites de la vida, no intentando metafísicamente superar esas condiciones frontera. Cualquier “cálculo integral” de la eficiencia de la fotosíntesis supera a las de los combustibles fósiles e incluso a las energías renovables, a pesar de que la eficiencia local de cada organismo aislado es muy baja (6%). La fotosíntesis es un proceso altamente eficiente a nivel cuántico; casi el 100% de los fotones rojos que caen sobre la superficie de las hojas llegan al centro de reacción y se transforman en energía. Pero el carbón o los paneles solares pertenecen a materia abiótica. El intento actual de reproducir a escala macroscópica, por medio del diseño y los materiales semiorgánicos, paneles solares que se acercan a la eficiencia cuántica de la fotosíntesis es un ejemplo de por dónde puede ir la biomímesis sostenible. La biomímesis es el único salvavidas que nos rescatará de entre este mar de cosas; en definitiva, más Rubisco y menos plásticos.
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