El concepto autocrítico no está en el vocabulario de los actuales dirigentes de la izquierda andaluza, en la que debemos incluir, igualmente a los socialistas andaluces. Autocrítica no es autoflagelarse. Según la RAE es el juicio crítico que se realiza sobre obras o comportamientos propios.
En política tiene como consecuencia aprender de los errores para no volver a cometerlos; asumir responsabilidades y llegar a conclusiones de consenso en la finalidad de ofrecer soluciones que desatranquen el colapso de ideas y proyectos, ilusionando al público que se pretende enamorar, para desde ahí, obtener el mejor resultado para tomar democráticamente el gobierno, poniendo en el centro a las personas, las mismas que ahora han preferido no votar en Andalucía, porque no se han creído esa oferta política de unidad, que han considerado impostada.
Que los resultados electorales en Andalucía han sido un especial toque de atención para las llamadas izquierdas transformadoras no queda la menor duda. Así que, la satisfacción expuesta por alguna dirigente andaluza parece ciertamente desconectada de esa realidad que se quiere transformar. Que, de 17 diputados y diputadas se haya pasado a 7 solo puede calificarse inexcusablemente de naufragio imperioso. Por tanto, nada de celebrar. Tampoco ayuda el casi silencio de las personas que desde Madrid impusieron el modelo de coalición en Andalucía, donde por un error táctico dejó a Podemos tan fuera de la ecuación que ni en los carteles se presentaba como parte de la coalición de partidos, sino como mero apoyador, en papeleta de votación, ni se identificaba. Eso ha tenido un efecto desmovilizador.
Lo ocurrido en Andalucía tiene mucho que ver con el canto de sirena de que la formación morada está amortizada, cuando es obvio que es el motor, por tanto, la intención verdadera es griparlo, para a partir de ahí formalizar una izquierda acomodada, tranquila y así frenar el avance a más democracia y justicia social, que es precisamente a lo que se opone el poder económico y mediático que soporta a la derecha y a los Meloni, s españoles.
La campaña de Por Andalucía ha sido plana, de renuncia al hecho cultural diferenciador de Andalucía, cuando, como mantiene Mario Ortega “es la clave de bóveda de un proyecto posible plurinacional para España”.
De la experiencia hay que aprender. No solo movilizando el voto de izquierda es suficiente para ganar, incluso tras realizar un esfuerzo titánico. El aumento de la participación electoral no es equivalente, por sí, para asegurar una mayoría. Es decir, se puede movilizar el voto de izquierda y aun así ganar la derecha. Para ganar unas elecciones hay que hacerlo en coalición cultural, esto es, hay que asegurar la comunicación entre los electorados de izquierda, que es algo muy diferente a ir en coalición de partidos que se ha dado en Andalucía, donde yendo juntos, en realidad cada uno iba por su lado. Eso es lo que ha percibido el electorado andaluz.
Parece que pocos se dan cuenta que ya no hay centro político. Ese colchón que existía entre el PP y PSOE, que ambos se disputaban y que justificaba ese recorrido al centro derecha o la centro izquierda, ya no existe. Al cuerpo votante de derechas ya no le afectan críticas como, que son unos impresentables, ahí está el asunto gravísimo del expresidente del gobierno Rajoy y varios de sus ministros, investigados por coacciones al gobierno andorrano y falsedad contra la Banca Andorrana Privada, precipitando su caída, o que son unos “fachas”, ahí están los Meloni, s españoles tan contentos en Marbella. Eso ya no tiene efectividad. No los desmoraliza.
¿Entonces, qué hacer? Se preguntarán las personas lectoras. Hay que trabajar y ganar la batalla cultural en la que se sustenta la coalición, que es ideológica, sin dar por sentado que ese trabajo ya está suficientemente explicado. Hay que comunicar los espacios electorales de la coalición, que interactúen. Y, Andalucía es el nexo nuclear de esa comunicación. Ser andaluz o andaluza es el vaso comunicador, la clave del éxito, con un lenguaje inclusivo, integrador, transversalmente progresista, partiendo de nuestra historia para conseguir el mejor futuro, generando ilusión. La cultura andaluza une, conecta y comunica entre los distintos espacios culturales de la coalición. Así, cuando se produzca la participación que se pretende, conectará con una propuesta de país mejor, federal y de progreso en coalición cultural y plurinacional, donde las organizaciones tienen un papel principal.
Lo anterior se contrapone echarle la culpa al otro, como si en la relación de desencuentro solo una parte hubiera sido la culpable. Eso no es enmendar el error de fondo, por eso, asumir la responsabilidad sería un acto verdadero de coherencia y las mismas personas de Madrid que se fotografiaron en la feria de Sevilla, deberían sugerir a la voz de la coalición que designaron que debería dejar espacio en el parlamento andaluz a una verdadera voz de cultura andaluza y federal, no basta con decir “que ha sido una noche difícil para las personas progresistas”.