El estado español es un conjunto de identidades culturales con profunda raíz geográfica e histórica, que han devenido realidades políticas con voluntad de poder. La voluntad del pueblo andaluz, fruto de la aleación cultural mestiza que nos constituye, siempre fue la de una soberanía cooperativa. Federico García Lorca, el más universal de los andaluces, dijo “yo creo que el hecho de ser de Granada me inclina a la comprensión simpática de los perseguidos. Del gitano, del negro, del judío,… del morisco, que todos llevamos dentro”. Hoy hubiese incluido al pueblo palestino y al pueblo saharaui.
El españolismo, simbolizado en la monarquía de raíz franquista, es un artefacto institucional para la concentración del poder. Sus objetivos son reducir la complejidad para imponer más fácilmente el dominio del capital, poner barreras a la consecución de derechos y traducir la división del trabajo en la división intracolonial de la economía. Así relega a unos pueblos a la desigualdad, la emigración, la destrucción ambiental y a la asignación a sus mujeres del papel de sirvientas, al tiempo que a otros le otorga la función industrial o financiera con la que absorben mano de obra destinada a la precariedad y la explotación.
El centralismo, que defienden la derecha y la ultraderecha, con la complicidad del PSOE y de la izquierda subalterna que no comprende que el internacionalismo no tiene porqué ignorar las distintas condiciones materiales y situación en la cadena de producción capitalista de las clases trabajadoras según el suelo que pisan, es el principal operador territorial del poder del dinero. Contra la concentración de poder político, la izquierda debe traducir el lema de la ecología “piensa global, actúa local” en un proyecto federal de cooperación entre pueblos.
El reconocimiento del valor político de las distintas identidades culturales para avanzar en justicia social y derechos, es clave. Reconocer la existencia de pueblos con conciencia de nación, entre los que se encuentra el andaluz, es condición de posibilidad para consolidar un proyecto emancipador con futuro.
Relegada, en el contexto global trumpista y de régimen de guerra, la etapa independentista de los soberanismos vasco y catalán con la persecución antidemocrática del aparato del estado, y no con el ejercicio del derecho a decidir, es preciso un horizonte republicano federal que busque la alianza entre pueblos. En ese camino estará Andalucía. El andalucismo es un proyecto de emancipación del pueblo andaluz en cooperación con, como dice nuestro himno, “los pueblos y la humanidad”. La arbonaida es la bandera republicana del pueblo andaluz que puede compartir el objetivo común de la tricolor.