El 9 de noviembre se cumplen 33 años de la caída del Muro de Berlín. Durante los 28 años que se mantuvo en pie, separó la ciudad de Berlín y por consiguiente a familias enteras que quedaron atrapadas a uno y otro lado del muro. Los efectos de la guerra fría fueron padecidos, como siempre, por los inocentes ciudadanos de la capital derrotada y dividida tras la Segunda Guerra Mundial, personas que, en su mayoría permanecían ajenas a los derroteros de los intereses geopolíticos de las élites gobernantes.
Fueron muchos los que se jugaron la vida para cruzar el muro, unos consiguieron atravesarlo y otros murieron en el intento, unos fueron recibidos como héroes y otros tratados como mártires.
Hoy el número de muros que dividen el mundo se ha multiplicado considerablemente, si en 1989 existían 6 muros similares al muro de Berlín, también denominado el “Telón de Acero” o el “Muro de la Vergüenza”, hoy existen 77 muros que separan las fronteras entre los países ricos y los países pobres, con el objetivo de evitar que aquellos que intentan buscar un futuro mejor o huir de la pobreza lo tengan igual o más difícil que aquellos que intentaban cruzar desde Berlín Este.
En esta ocasión, los que mueren no solo no son tratados como mártires, sino que se les niega la existencia, su desaparición física e histórica termina en una fosa común, en el mejor de los casos.
Aquellos que consiguen cruzar las distintas vallas que separan el infierno contrastado de un hipotético paraíso en ningún momento son tratados como los héroes que saltaban el Muro de Berlín, todo lo contrario, son tratados como delincuentes, en algunos casos son encarcelados, en otros esclavizados, y los que tienen más suerte tienen que pasar por un calvario jurídico-administrativo que convierte su estancia en el país de acogida en un laberinto de donde es difícil de escapar.
Es curioso cómo cambian los relatos para situaciones similares, todo depende de los intereses de aquellos que levantan los muros, parece evidente que el “Muro de la Vergüenza” no desapareció el 9 de noviembre de 1989, sino que se ha estado multiplicando a lo largo del mundo.
Mientras tanto capital y mercancía se mueven con total libertad a lo largo y ancho del mundo, cruzan fronteras sin ningún tipo de contratiempo, haciendo a los ricos más ricos y a los pobres más pobres.
“En una cultura con racismo, el racista, es pues, normal” Franz Fanon.