La arbonaida es un arma cargada de futuro

Cuando las familias andaluzas dejen de mirar en Canal Sur y en las calles de los centros de nuestros pueblos y ciudades la fantasía de la iluminación led, y miren sus nóminas, sus cuentas bancarias y los precios de la vida, chocarán con una realidad que no coincide con el espejismo

Mario Ortega

Estoy casado y tengo una hija. Licenciado en Ciencias Químicas y Doctor en Ciencias Ambientales.

Juan Manuel Moreno, en el día de la bandera de Andalucía.
Juan Manuel Moreno, en el día de la bandera de Andalucía. MAURI BUHIGAS

La economía va como un tiro, dijo Pedro Sánchez el verano pasado. El presidente andaluz, Juan Manuel Moreno Bonilla, se enorgullece de las exportaciones agrarias andaluzas, de los impresionantes datos de número de turistas que visitan en Andalucía y de la creación de empleo. Carlos Cuerpo, ministro de Economía, saca pecho, este principio de año, del índice de crecimiento económico de España en el marco europeo y proyecta para 2025 la felicidad crecentista. Para el bipartidismo con poder institucional, uno en España y el otro en Andalucía, esto es jauja y nadamos en la abundancia.

Las familias andaluzas tienen la percepción domesticada por Canal Sur. Todo son albricias a Bonilla y abucheos a Sánchez, todo es Cataluña y España se entendiendo contra Andalucía. Andalucía no existe en Canal Sur si no es para ayudar a Ayuso y sus intereses en el capitalismo castizo y el fondismo buitre global. Se oculta que el PP andaluz no tiene proyecto social para Andalucía. El PP andaluz vive de las mismas albricias bipartidistas del PSOE que gobierna el estado. Sendos viven de los indicadores macroeconómicos de crecimiento, PIB y déficit público. Indicadores que no dicen nada sobre la vida de la gente común.

El proyecto fiscal del PP andaluz proyecto es bajar impuestos a la fracción de población más rica, como el de Ayuso o el de Trump. Su proyecto económico es la insistencia en el turismo, la construcción y la economía agraria intensiva, cada vez más en manos de fondos ajenos a Andalucía. Con una política así el gobierno andaluz tiene cero credibilidad para exigir, en un imprescindible pacto de estado para la financiación autonómica, lo que a Andalucía corresponde por derecho propio y por el expolio histórico que ha sufrido en emigración, capital y déficit inversor del estado en infraestructuras e industria.

Cuando las familias andaluzas dejen de mirar en Canal Sur y en las calles de los centros de nuestros pueblos y ciudades la fantasía de la iluminación led, y miren sus nóminas, sus cuentas bancarias y los precios de la vida, chocarán con una realidad que no coincide con el espejismo. Cuando las deudas de las tarjetas de crédito digan aquí estoy yo, aflorarán las preocupaciones sobre el coste de la vivienda, de la luz, del agua, del teléfono, de internet, de los alimentos, de los productos de primera necesidad, del comedor escolar, las actividades extraescolares y la cultura. En febrero, donde las tarjetas bancarias han desplazado la cuesta de enero, retornará, si es que se fue tan solo unos días, la realidad de la mala atención sanitaria, la deficiente aplicación de la ley de dependencia, y la visibilidad del deterioro de la educación y la universidad con la entrega de dineros y gestión a las fábricas de ideología ultraconservadora que son los centros concertados.

El desempleo ha bajado en Andalucía una barbaridad, como lo ha hecho en todo el estado, pero mantiene un diferencial del 6% respecto de la media del Estado. Andalucía renquea no solo en el tirón de la creación de empleo, sino que el empleo que crea es de bajo valor añadido. Un empleo para bares y restaurantes, para prestar servicios en hoteles, para la agricultura mal pagada y para el gran comercio. Empleos de bajos salarios que tiran a la baja del salario de todos los demás sectores, incluidos los que requieren alta cualificación.

El sector turístico, del que tanto se enorgullecen nuestros próceres políticos, antes del PSOE y ahora del PP, encarece directa e indirectamente la vivienda, una vivienda inasequible con los bajísimos salarios. Una vivienda, tan cara para el alquiler o la compra, que las familias no pueden afrontarla sin asfixiar su economía de supervivencia. Necesitamos otro modelo turístico que cree valor añadido real y no destruya Andalucía. Por su parte, el sector agrario, solo puede competir a base de explotación de la clase jornalera y la inmigración. Esta no es la economía que se merece Andalucía. Y no vamos a salir de ella si no exigimos lo que nos corresponde.

Andalucía no va a salir de ser la peor situada en los indicadores de empleo, desigualdad, pobreza, indice salarial, desigualdad de género estructural, industrialización, déficit de infraestructuras ferroviarias o flujo de emigración cualificada, si no aborda una estructura fiscal propia que sea justa social y ambientalmente. Si no extrae de los beneficios del sector turístico una fiscalidad de compense los daños ambientales y sociales que crea. Andalucía no va a salir del atraso relativo respecto del resto de territorios del estado plurinacional si no se opone con fuerza a las consecuencias de las balanzas fiscales y la ordinalidad que quieren imponer los soberanismos catalanes, el de derechas y el de izquierdas.

Andalucía no va a salir de su atraso relativo si no reivindica a su gobierno y al gobierno del estado un trato privilegiado para la reindustrialización de todo nuestro territorio, un territorio conectado con África, América Latina y Europa que tiene costa este y costa oeste. Andalucía no va a salir de su atraso relativo si no exige imperativamente que el tren de mercancías y pasajeros articule todas nuestras comarcas conectándolas con el sur, el norte, el este y el oeste. Andalucía no va a salir del atraso histórico sin una apuesta clara por la agroecología, el urbanismo bioclimático y la industria cultural con raíces para ser propietaria de su potencia identitaria universal.

Andalucía no va a salir de su desigualdad interna y externa si la izquierda andaluza no interioriza que nuestra auténtica bandera republicana es la verdiblanca, que el andalucismo es el marco de acción táctica y estratégica. Las banderas no son trapos, la bandera andaluza no tiene lastre negativo del pasado, todo su simbolismo es positivo. Lo usa el presidente andaluz para resignificarla a su favor. El sentido de la verdibalnca que hay que enarbolar no solo es para rendir homenaje a nuestra pasado, si no para convertirla en arma para ganar nuestro futuro. La arbonaida es un arma cargada de futuro.

Archivado en:

Si has llegado hasta aquí y te gusta nuestro trabajo, apoya lavozdelsur.es, periodismo libre, independiente y en andaluz.

Comentarios

No hay comentarios ¿Te animas?

Lo más leído