Una astracanada negacionista

Dicen los gestores cadistas, por lo menos los de la SAD, que lo de Estadio Carranza no es sino una marca, seguramente de depurativos, des semantizada del personaje de tan triste recuerdo para la ciudad. Algo así como si el estadio principal de Berlín se llamara Hitler

El presidente del Cádiz Club de Fútbol, Manuel Vizcaíno, y el alcalde de Cádiz en el estadio Nuevo Mirandilla este pasado mes de agosto. "Una astracada negacionista" de J.L. Gutiérrez Molina.

Lo ocurrido el pasado jueves 26 de septiembre en el salón de plenos del ayuntamiento de Cádiz, no lo mejora ni una astracanada teatral. Se debatía el punto 13: una propuesta de AIG referente al cambio de nombre del estadio municipal. Ya saben esa pretensión que tiene la directiva del Cádiz CF SAD para que el equipo de gobierno municipal, encabezado por el alcalde García, vuelva a redenominar al estadio con el nombre de Carranza sustituyendo al actual de Nuevo Mirandilla.

Lo destacable no es sólo la entusiasta receptividad con  la que el PP la recibió, sino también el evidente fraude de ley que contiene la propuesta. Un entusiasmo que tras la reacción ciudadana y administrativa parece que ha ido enfriándose aunque, todavía, no lo suficientemente para congelar el desatino que se pretende cometer.

Dicen los gestores cadistas, por lo menos los de la SAD, que lo de Estadio Carranza no es sino una marca, seguramente de depurativos, des semantizada del personaje de tan triste recuerdo para la ciudad. Algo así como si el estadio principal de Berlín se llamara Hitler porque, supuestamente, hace referencia a una honrada familia de comerciantes salchicheros bávaros.

Apelan, además, a que forma parte de un supuesto sentimiento identitario cadista. Afirmación, que pretenden oficializar administrativamente un presidente devoto de Sanchez Pijuan y un alcalde cuya única imagen futbolera parece ser la de llevar una camiseta del Athletic, por supuesto el de Bilbao. Quizás sea un recuerdo de una ciudad como Cádiz en la que los seguidores del equipo vasco era más que numerosos.

Argumentos que, con la boca chica, se repitieron por parte de un componente de una llamada Plataforma Pro Carranza que intervino en el debate. Alucinante exordio en el que, en un estilo supuestamente pedagógico, apeló a la ignorancia de un chico que se encontró en el autobús y que desconocía por completo quien había sido Carranza, el alcalde preferido de las dictaduras. Hanna Arendt se habrá removido en su tumba ante la justificación de la banalización del mal mediante la ignorancia del chico del autobús.

Tampoco la intervención del representante del PP dejó de sorprender. Primero por la ausencia, completa, del primer actor que supuestamente hubiera tenido que intervenir: el primer teniente de alcalde y encargado de la concejalía de Memoria Histórica, José Manuel Cossi. Ayer hizo de don Tancredo y habló un telonero encargado de deportes. Será por el estadio.

¿Por? Quién lo sabe. Puede ser que su condición de sobrino nieto de un desaparecido, el presidente de la diputación en 1936, Francisco Cossi. ¿Es posible que no esté de acuerdo con el cambio? Por qué no. Hasta en un partido tan desquiciado políticamente como el actual PP, pueden quedar restos de racionalidad. Si es así no estaría mal que la posible postura personal, más allá de su “ausencia” de ayer, tuviera más repercusiones públicas.

Además de la intervención de los pro-carrancistas, el nivel de la astracanada aumentó con la enmienda de sustitución que presentó la mayoría popular. Práctica habitual para torcer la voluntad de las proposiciones de las minorías pervirtiendo el juego democrático mediante la imposición de la “ley del número” (tendrían que leer a Ricardo Mella). Numero, por cierto, que sobrepasa apenas el 25 por ciento del censo electoral.

La enmienda merecería todo un estudio cultural, político y psicológico. Quizás, así podríamos entender cómo donde se dice digo, en el primer punto, se dice Diego en el segundo. Qué pretendería decir u ocultar el autor o autora del texto cuando asegura, con completa convicción, que el ayuntamiento nunca denominará un edificio público con nombres o alusiones al golpismo y al franquismo en cumplimiento de las leyes. Para, tras el punto y aparte, decir que continuará el expediente abierto para cambiar el nombre del estadio por uno de los máximos dirigentes golpistas de la ciudad.

Ahora sí, dicen, que escucharán todas las opiniones existentes. Una novedad que, conociendo la política de este país, no significa sino que se trata de dar un poco de vaselina a una decisión que parece que va a doler (costar políticamente) más de lo que en el ardor guerrero veraniego se prometían.

La astracanada, el espectáculo bufo, apenas pudo compensarse con las intervenciones de la Plataforma Carranza Incumple y el portavoz de AIG, cada una en su línea, que intentaron poner un poco de seriedad a la representación que tuvo una sorpresa final con la retirada de la votación de la propuesta de AIG. Algo que, pienso, le hace un favor al equipo de gobierno y por extensión al ayuntamiento para que no quede aprobada oficialmente tamaña insensatez. 

Aunque, sobre todo, hay que destacar al ciudadano que cartel en alto gritó, lo que todo el mundo piensa o debe de saber: que Carranza fue uno de los responsables políticos del más del medio millar de asesinatos cometido durante su mandato 

Más de lo que parece ha cambiado la situación desde agosto. Esperemos que la sensatez, el cumplimiento de las leyes, una básica consideración de los derechos humanos, el respeto a las familias y a la propia sociedad gaditana terminen por echar abajo esta absurda intención.

En cualquier caso, la autoridad gubernativa en base al artículo 65 de la ley de bases del Régimen Local siempre podrá corregir el desatino con su suspensión.

Esperemos que no haya que llegar hasta ahí.