Las pasadas elecciones italianas han resuelto que un nuevo Estado europeo sea gobernado por el neofascismo. Italia se une a Hungría y Polonia y parece que pronto Suecia correrá la misma suerte.
El lema “Dios, patria y familia tradicional” (su concepto de Dios, patria y familia) parece estar imponiéndose en toda Europa, donde a través de procesos democráticos estos partidos están imponiéndose, y por eso mismo son gobiernos legítimos, porque es lo que sus ciudadanos han votado.
Los partidos de izquierdas, enredados en sus luchas de egos, cuotas de poder y construcciones de identidades minoritarias, asisten atónitos al empuje de la extrema derecha en todo el continente, un empuje que no parará ante cánticos como el Bella ciao, o consignas como “No pasarán”, ni discutiendo si hay que decir “todos”, “todas” o “todes”.
La derechización del marco ideológico europeo es evidente, no quedando ya ningún partido relevante con propuestas revolucionarias que confronten el statu quo actual. Cualquier partido europeo de izquierdas sería catalogado de centro derecha reformista a principios de siglo XX.
Urge resignificar el concepto “clase trabajadora”, realizar propuestas radicales que mejoren el modo de vida de trabajadores y trabajadoras, que reclamen nuevos derechos, que se exijan: mejoras salariales, medios para la conciliación familiar, nacionalización de energéticas, una verdadera política fiscal progresiva, un Estado laico que acabe de una vez con el concordato con el Estado del Vaticano, que se consolide el derecho constitucional a una vivienda digna, que se paralicen todos los procesos de privatización de los servicios públicos y por supuesto un referéndum para poder elegir si queremos mantener una monarquía parasitaria o elegir a nuestro Jefe del Estado.
Estas reivindicaciones no deben ser negociadas, sino exigidas. Los derechos no se negocian. ¿Negoció el Partido Popular el rescate a la banca? ¿Nos han preguntado si queremos seguir manteniendo a la iglesia? ¿Nos han preguntado si queremos seguir siendo súbditos?
Mientras los partidos de izquierdas sigan asumiendo los paradigmas capitalistas, mientras sigan siendo cómplices del desmantelamiento del Estado de Derecho, mientras no tomen la iniciativa con propuestas revolucionarias, el fascismo seguirá creciendo, de nuevo, en Europa, una regresión en derechos y libertades que ya se han visto materializadas en los países donde llevan gobernando más tiempo.
La “lucha de clases” es el motor de la historia y una de las “clases” en conflicto ni siquiera sabe que se está dando esta lucha. La clase privilegiada es consciente de ello y está poniendo todos sus recursos en ganarla. Los privilegiados se reconocen entre ellos como miembros del mismo estatus, mientras los trabajadores se enfrentan entre ellos por recoger las migajas que les proporciona el sistema, sin ser conscientes que sin su trabajo el Sistema se viene abajo.
“La gastada política de centro ha demostrado ser incapaz de afrontar las necesidades y aspiraciones de la gente de clase trabajadora” Owen Jones.
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