La tesis de 'Europa como parque temático' comenzó a desarrollarse hará cosa de una década larga. Es la tesis de una zona que querría vivir de su legado histórico, del turismo, de sus quesos y vinos, ah, y del propio dinero, que se me olvidaba... y poco más, atendiendo tanto a criterios económicos –deslocalizando la producción a países en vías de desarrollo– como medioambientales, es decir, aquí no se contamina más (y cerramos los ojos, hipócritamente, con lo que hagan por ahí, que además queda lejos).
Lo primero cuando se esboza esta tesis –se comparta o no, por cierto– es pensar en la industria, pero ocurre igual con la agricultura. Producir en Europa sale caro... y se quiere que siga siendo así para no contaminar (Agenda 2030, una de las quejas de los agricultores). Abusando del mundo en blanco y el negro, sería productos ecológicos, bio, de cercanía, etc, para el que pueda pagarlos, claro, y, el que no, pues a comer lo que venga de por ahí, que, ya saben, suele estar lejos.
En efecto, la política actual en Europa se mueve entre dos fuerzas antagónicas. Por un lado, está el cambio climático y la respuesta de máximos que siempre da el Viejo Continente (fin de la energía fósil en el calendario, aunque no hay unanimidad con la nuclear)... pero, por otro, ha quedado claro que el mundo no es el del Yupi, que sigue siendo un lugar inhóspito en el que hay guerras comerciales (China), pandemias (globales), problemas en la distribución (mar Rojo, Panamá)... por lo que hay que seguir haciendo cosas, es pura estrategia. Todo no puede estar deslocalizado, no se pueden quedar solo los vinos y los quesos para uso y disfrute (por precio) de los turistas y las élites locales.
Y de ahí surge el clamor del campo, un sitio muy grande en el que hay muchas cosas que resolver, que encajar. ¿Y la España vaciada, por ejemplo? Pues camino de ser biovaciada...
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