Llegan los contenedores de color marrón. En realidad deberían haber llegado ya, pero en eso está el Ayuntamiento de Jerez. Se trata de los contenedores en los que hay que depositar todo lo orgánico, que viene a ser el 40% de la basura. Todo para reciclar, todo para compostaje y similares e incluso energía: no sabemos si se llamará energía marrón, que no suena muy comercial.
Ya hay por ahí bromas con el color, con el marrón. Pero bueno, que a ver qué color le iban a poner, ¿rojo Ferrari? En realidad, con marrón empezamos mal, porque marrón es un galicismo introducido en España a mediados del siglo XIX o así, que antes estaban las palabras 'castaño' e incluso 'pardo' para referirse a esa tonalidad. Tirando por lo fino, por lo afrancesado, la gente bien siempre ha disfrutado del marron (aquí, sin acento) glacé, esas castañas confitadas que están francamente ricas. En algún momento, alguien decidió que para qué seguir llamando castaño a las cosas del color de las castañas et voilà: el primer marrón.
Así fue. Que cómo marrón fue luego derivando hacia algo desagradable o embarazoso, es algo completamente desconocido. Dicen que puede ser porque, entre otras cosas, el marrón es un color que no le gusta a casi nadie... De todas formas, en su forma extreme, el lenguale llegó a "comerse un marrón", probablemente otra vez por el color de... hummm, mejor lo dejamos, pero por el glacé no iba a ser, no...
En Jerez, la alcaldesa Pelayo lleva tiempo diciendo, sin decirlo, que quiere evitar "un marrón" a sus vecinos con los contenedores marrones porque valen una pasta (y hay que reponerlos, otro reciclado, etc). Más de un millón de euros. Y en eso estamos. ¿Subirá la tasa de basura? ¿Habrá malabares? Pues sí, marronazo en toda regla...
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