Cerdos y coches, que suena así como Cerdos y Diamantes, la peli, pero por ahora sin Brad Pitt hablando de manera extraña y con dientes de oro. Se trata de tus cerdos por mis coches, más concretamente. Con esa noticia nos levantamos esta semana, con China anunciando su respuesta a la decisión de la Unión Europea (UE) de establecer aranceles a la importación de coches eléctricos –los suyos, los chinos– una guerra comercial que, por lo que respecta a España, se llama exportaciones de cerdo a China. Al principio, nos temimos lo peor, que fuera una cosa que afectara al jamón, a la caña de lomo, a… ya saben, los ibéricos, básicamente a Huelva, claro, pero también a la Sierra Norte de Sevilla (y a los amigos de Badajoz, claro), entre otros.
Pero parece que no, que la “investigación” (bonito eufemismo) que ha abierto China se centra en el cerdo, digamos, industrial, en ese momento del proceso en el que tampoco merece mucho la pena que nos fijemos, al menos no de manera poético-gastronómica.
Se ve que los chinos han decidido castigar al sector del cerdo por el lado bajo, por una razón muy sencilla: castigar a Europa, a España, por el lado alto no hubiera sido más que castigarse a sí mismos (los que pueden permitirse comerlo, que serán los que mandan, claro, como en todas partes), que no va a ser cuestión de andar autoflagelándose (léase quedarse sin jamón del bueno) porque un funcionario europeo tiquismiquis le haya encontrado no sé qué a unos coches.
Ahora bien... ¿y si parte de ese jamón y lomo ibérico que al final no han sido 'problemáticos' para los chinos se hubieran quedado por Andalucía? ¿No se hubiese producido, tal vez, solo tal vez, un descenso de los precios al haber más, eso que se da en llamar oferta y demanda? La verdad: qué complicado es ser a la vez patriota (o así) y consumidor...
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