El Certamen Internacional de Microrrelatos Cardenal Mendoza ha llegado a su sexta edición y ya se está previendo la séptima convocatoria. La iniciativa, que toma el nombre de dicha marca cumbre de los brandis jerezanos, surge de las bodegas Sánchez Romate Hnos., en una decidida apuesta por la cultura, concretamente, por la promoción de la narrativa breve. El vino de Jerez, al menos desde Shakespeare, ha sido elogiado por los mejores poetas y ha encontrado aposento en las más enjundiosas páginas narrativas, así como en obras de teatro. No es que el brandy fuera menos literario, pero en la historia de la literatura se han referido a él con otra denominación cuyo uso ha quedado restringido por razones comerciales. Así, Federico García Lorca, cuando recrea la Nochebuena jerezana en su célebre Romancero gitano dice: “y el coñac de las botellas/ se disfrazó de noviembre/ para no infundir sospechas”. Se optó posteriormente por el término “brandy”, vocablo inglés que proviene del neerlandés “brandewijn” y significa algo tan poético como “vino quemado”. Y a este vino quemado se le dio un apellido que remite a su origen: “de Jerez”.
Además de la extensión máxima de 150 palabras, ese es el requisito exigible a todas las obras que se presenten a concurso: serán de tema libre, pero tienen que hacer referencia de algún modo al brandy de Jerez. En este maridaje de un producto añejo como el espirituoso jerezano con un género relativamente nuevo como el microrrelato radica el quid de la cuestión, reactualizándose una bebida tan especial como sugerente. Y quizás también el éxito del certamen, que supera anualmente el millar de originales presentados a concurso desde países de todos los continentes, aunque, por razones obvias, predominen los del ámbito hispánico.
Generar ilusión es una actividad satisfactoria. Los propios miembros del jurado somos partícipes de la ilusión generada y cada año acudimos a deliberar defendiendo con entusiasmo nuestros finalistas preferidos. El jurado no tiene por qué ser siempre el mismo, pero nos encontramos tan bien avenidos que, hasta ahora, todos hemos querido repetir: Evaristo Babé, presidente del Consejo del Brandy de Jerez, Ana Sofía Pérez-Bustamante, profesora de la UCA, la poeta Josefa Parra y yo mismo. Al final, ante una copa aromática de Cardenal Mendoza, suele haber unanimidad.
Este año los premios se han quedado en España. El primero se ha ido a Guadalajara, de donde es Concha Fernández, la autora de Salto de página, un juego metaliterario donde el protagonista cobra vida propia como en aquella nivola de Unamuno. El segundo, a Valladolid, donde nació y vive Alberto Díez, que ha escrito con ironía y sentido del humor Un nuevo hogar. El tercero se quedó cerca, en San Fernando, donde reside Ricardo Bermejo. Su Intemperie & delirio es de una gran ternura. La mención Non Plus Ultra, que recae sobre el microrrelato que mejor potencie la imagen del brandy de Jerez, se la ha llevado el vecino de Bormujos Juan Carlos Pérez por Brindis. No dejen de disfrutar con su lectura. Pueden hacerlo en cardenalmendoza.com/es/blog.
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