Andalucía, una

La cuestión es que todo lo sucedido, lo vivido, lo creado y lo sufrido a lo largo de los siglos, ha formado un poso, todo eso es nuestra historia y cultura

La Alcazaba de Almería.

Andalucía nació en Almería, aunque la afirmación así, en abstracto, pueda parecer muy moderna porque la provincia es un invento muy reciente y muy artificial. Hay quienes desprecian la fuerza de los hechos, las lecciones y la ligazón de la historia. Craso error. Cuando afirman “hay que pensar en ahora y en mañana, no en el pasado”, ignoran lamentablemente que si el futuro será resultado y consecuencia de lo que hagamos en la actualidad, de la misma forma el presente es consecuencia del pasado y lo será también el futuro. Disfrutamos aciertos y sufrimos errores de nuestros antepasados, no solo de los recientes, eso sería muy miope. Desde el principio de la vida, su devenir ha ido creando una figura, una estructura, un carácter, una forma de expresión, al tiempo que el espacio físico influía y en ocasiones condicionaba las formas de ese devenir, empezando por la comida.

Todas las partes de un todo habrán aportado iniciativas creativas, creado formas, imaginativas soluciones, valoradas y aceptadas por el resto, pero no desde un momento imaginado o supuesto ahora, sino desde la antigüedad más remota, desde cuando todavía no predominaban los egoísmos privados, los intereses particulares ni los protagonismos. Sevilla puede haber aportado estilo, movimientos o soluciones bien recibidas, valoradas, aceptadas y en gran parte adoptadas desde la antigüedad, por eso hace siglos no existían críticas, peor las infundadas, enfrentamientos ni agravios. Granada puede haber asumido y merecido preponderancia en una zona importante y resaltar a nivel mundial; un orgullo para todos los andaluces, o Málaga puede haber gozado de una economía floreciente, iniciativa propia que repercute en y beneficia a todos. Y en Almería está el germen de los colores de Andalucía. Pero todo eso no han sido particularismos aislados y mucho menos enfrentados. Han sido iniciativas creativas, han beneficiado a toda Andalucía y Andalucía las ha sumado, ha aprendido de todo ello, hasta que el centralismo capitalino español decretó promover el desarrollo exclusivo del cuadrante noreste de la península y apropiarse la cultura andaluza para prostituirla y desprestigiar Andalucía. Sin embargo, ese centralismo depredador, siendo protagonismo exterior, también ha contribuido, sin intentarlo, a sellar la personalidad y la unidad de Andalucía.

La cuestión es que todo lo sucedido, lo vivido, lo creado y lo sufrido a lo largo de los siglos, ha formado un poso, todo eso es nuestra historia y cultura. Nuestra identidad. Común. Conjunta. Una historia constante y sucesivamente aportadora de información y formación condicionante a etapas posteriores. La formación del idioma, por ejemplo, siempre es cosa de siglos. Y como la lengua es cultura, lo mismo ocurre con toda ella: idiosincrasia, carácter, aun cuando a veces ciertos rasgos no sean idénticos en todos los casos y en todos los rincones, porque no somos robot, pero guardan la similitud del estilo, la naturaleza, personalidad y carácter de un mosaico, dónde los distintos dibujos, roleos o filigranas lejos de descomponerlo son complementarios.

Eso es lo que forma la historia. Nuestra historia. Y todo ello tiene la importancia de descubrirnos y ofrecernos el pasado, como ejemplo, acicate y método para ser más eficaces en el futuro. En realidad, quien niega la historia, las frases despectivas “eso ya pasó”, “eso no nos incumbe ahora”, “lo que importa es el momento actual”, o “lo que importa es el futuro”, tan sólo pueden suponer alegatos contra el futuro. Por eso es tan certera la frase de W. Churchill “los pueblos que no conocen su historia están condenados a repetirla”. Por eso nos afirmamos en “quien no tiene pasado no tiene futuro”. Peor aún es negarse a querer conocer el pasado y por tanto a tenerlo en cuenta.

Todas las realizaciones de cualquier pueblo que hayan tenido lugar en cualquier punto de su geografía, son obras de un colectivo con principios y carácter común, como el ejemplo del mosaico. Todas marcan el carácter común, todas parten del tronco común. Y en nuestro caso, el tronco común se encuentra cerca de la comarca de Almería. En el Argar, en los Millares. En la que recibe el nombre de “Cultura de Almería”, una cultura original como demuestra cuando, en vez de seguir los caminos más comunes en aquel tiempo, deja las orillas del mar y de los ríos y se encamina, a través del macizo montañoso de la Penibética para dirigirse más al interior, al oeste, llega hasta Sevilla, da lugar a la civilización de los curetes, padres de la palabra “íbero” y vueltos los curetes de su periplo por el norte de  África, ponen en pie la mayor civilización de la antigüedad mediterránea: Tartessos, primer espacio físico organizado con límites muy similares a la actual Andalucía, pero más cercanos a los de la Andalucía histórica. Pero esto ya es otra historia en este caso, no más que otras, pero de esencial importancia. Por su altura, recorrido y significado.

Por todo lo escrito, por la realidad de los hechos acaecidos, la cultura de Almería dio origen a la de Andalucía. Es conveniente, quizá necesario reafirmarnos desde el otro extremo de nuestra geografía común: Andalucía nació en Almería.