Atacar a la población civil SÍ es genocidio

Obligar a la población civil a moverse a campos de refugiados, y bombardearlos a continuación es genocidio premeditado

Atacar a la población civil SÍ es genocidio. Una bandera palestina colocada por estudiantes a las puertas de la Universidad de Sevilla.
Atacar a la población civil SÍ es genocidio. Una bandera palestina colocada por estudiantes a las puertas de la Universidad de Sevilla. MAURI BUHIGAS

Provocar masacres no es una forma de defenderse, es más bien la respuesta tipo nazi del diez por uno, aunque en este caso es más bien del mil por uno. Matar a casi cuarenta mil personas, de ellos un buen número niños, no los va a llevar a dónde se escondan los miembros de Hamás, pero esos asesinatos ya pueden ser juzgados como lo que son: crímenes de guerra. Bombardear hospitales es genocidio. Obligar a la población civil a moverse a campos de refugiados, y bombardearlos a continuación es genocidio premeditado; impedir la entrada de medicinas, alimentos y agua para socorrer a heridos y población civil, también es genocidio con “refinamiento”. Está perfectamente clasificado, enumerado y absolutamente prohibido en los convenios de Ginebra ratificados en 2004 por ciento noventa y cuatro países, entre ellos Estados Unidos e Israel. Lo que está haciendo Israel, por tanto, es perfectamente condenable como ha hecho la Corte Penal Internacional y debe ser ejecutado por la Corte Internacional de Justicia, organismos ambos aceptados y ratificados por todos los países pertenecientes a la ONU.

Israel está exagerando con extremado exceso y lo que hacen ya traspasa, supera con ventaja el 'derecho a defenderse', ya no es defensa, no puede serlo ante la destrucción provocada y el número de muertos y heridos ocasionados. Y, por supuesto, lamentar tantas muertes, lamentar los cierres de frontera para impedir la llegada de ayuda humanitaria, la forma de hacer la guerra, en definitiva, tiene mucho más de desorbitada venganza, desquite, cruel desquite extremado, represalia, pero no con Hamás, los menos perjudicados por los bombardeos y ya rechazados con reiteración desde el principio por su ataque de octubre pasado. Por lo tanto, Israel debe saber de sobra y seguro lo sabe porque son inteligentes, que lamentar los resultados de esa forma de hacer la guerra no es estar a favor de Hamás. Hacen mal en confundir, porque defender al pueblo gazatí es también pedir la liberación de los rehenes, que Hamás nunca debió secuestrar. Pedir el fin de la guerra y sus nefastos resultados destructivos, en absoluto es ponerse del lado de Hamás. Es extraño, increíble que llamen a eso 'derecho a defenderse', y llamen 'defensores de Hamás' a quien defiende la vida del pueblo palestino y de los rehenes. Mentir no es útil para ganar, el objetivo de Israel debería ser Hamás, no el pueblo palestino, el que de verdad está sufriendo esa guerra y soportando la destrucción de sus ciudades y su escaso territorio.

Los acuerdos de Ginebra y los protocolos correspondientes, léase el artículo 3 del tercer Convenio de Ginebra, prohíben expresamente los ataques a la población civil quienes, al contrario, deben ser protegidos por los invasores del mismo modo que a combatientes heridos o enfermos (lo contrario de lo que ha hecho su ejército al impedir la entrada de ayuda humanitaria).

Con este comportamiento brutal y desproporcionando, tan sólo están consiguiendo que todas las simpatías despertadas por el Estado israelí se estén convirtiendo en oposición y repulsa a sus métodos. Repulsa que tampoco son contra el pueblo judío, ni contra sus empresas, que sin embargo podrían perder mucho a consecuencia de ese descontento, esa oposición a los métodos de su ejército, métodos sustentados por algunos cargos radicales y las equívocas afirmaciones de sus embajadas que, aunque su deber sea obedecer, está contribuyendo a aumentar la animadversión provocada por aumentar el sufrimiento de un pueblo que ni siquiera puede ayudar a descubrir dónde se encuentran los miembros de Hamás, acostumbrados a la movilidad. Israel debería no haber abusado tanto de sus sofisticados medios militares, todavía está a tiempo de rectificar y ayudar a la población de Gaza a recuperar sus viviendas y su forma habitual de vida.

Todos deben aprender que la vida en paz es mucho más productiva; que en las guerras sólo ganan los fabricantes de armas mientras en la paz ganan todos. Y ningún pueblo merece sufrir lo que se está haciendo sufrir al gazatí. Eso también quitará razón a Hamás, en quienes, en todo caso, debería Israel poner el foco.

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