Durante años, muchos años, Andalucía ha sido sometida a vejación continua en lo cultural, histórico y económico. A título de ejemplo por si alguien lo precisara siguen algunos. El gazpacho era 'un caldo sin importancia' propio de los 'pobres andaluces' hasta que universidades americanas e inglesas descubrieron su valor energético, valor aplicado desde entonces a España porque el alimento más completo dejó de ser andaluz para pasar a ser español. La siesta era producto de la vagancia andaluza, hasta que universidades extranjeras descubrieron su valor terapéutico y rehabilitador. En aquel momento la siesta 'había pasado' a ser 'el yoga español'. El flamenco era un cante para juergas y borracheras. Pero cuando el mundo entero quiso conocerlo en profundidad y empezó a admirarlo, 'dejó de ser' andaluz: había pasado a ser español, aunque, incapaces de comprenderlo y en casi todos los casos de interpretarlo, fue prostituido para adaptarlo a la capacidad norte-peninsular.
En ningún momento, ni las autoridades, ni los medios de comunicación, ni la escuela, nadie ha pedido disculpas todavía. Les basta con aprovechar el plagio falsificado para que Madrid pudiera autonominarse 'capital mundial del flamenco'. Grave es que primero se le critique con acidez y en vez de lamentarlo y disculparse, pregonen una autoría que no les corresponde, por cierto. Peor es que la crítica —ahora autocrítica— subsista entre muchos andaluces por ejemplo en el 'hablamos mal' pese a ser creadores legítimos del idioma llamado 'español'. Discutible en gran medida en cuanto la caricaturización ha hecho efecto, incomprensible el mantenimiento del infundio, más incomprensible aún la adopción de términos del habla vulgar madrileña, por erróneamente considerarlo 'más culto'.
Los párrafos anteriores sólo han sido mínimos ejemplos ampliables hasta dónde se quiera, que elementos hay. Pero el mayor muestrario de infamias contra Andalucía se ha basado en la economía, pero frente a las acusaciones recibidas de 'capitalismo cobarde', 'falta de iniciativa' y otras similares, están los hechos probados: la revolución industrial donde primero se hizo fue en Andalucía y en las dos primeras décadas del siglo XX todavía era quien más aportaba a la Hacienda pública, con una gran diferencia con las demás 'regiones', pero en la segunda mitad del XIX la industria andaluza empezaba a decaer, mientras despegaba la de la línea Cantábrico Pirineos y Madrid. ¿Qué hizo empequeñecer la industria y la banca andaluzas? ¿Mayor capacidad empresarial y de inversión? Vamos a los datos refrendados:
Las dos primeras siderúrgicas del Estado estuvieron en Marbella y el Pedroso. El Gobierno se negó a construirle carreteras y vías férreas para bajar el material y, peor aún, impidió que pudieran construirlas las mismas empresas. Por el mismo procedimiento el Gobierno asfixió a las empresas mineras. Las siderúrgicas recibieron ayuda del gobierno para traer el carbón desde Inglaterra. Minas y siderúrgicas tuvieron que cerrar. Cuando las minas fueron dirigidas por empresas alemanas e inglesas, el gobierno construyó las vías necesarias.
Por métodos similares, con el pretexto de compensar, el gobierno abandonó a la industria andaluza y favoreció a la del norte. El número de empresas malogradas y cerradas desde entonces superó todo lo imaginable. Entonces empezó a desaparecer la industria textil, fuerte en Los Pedroches, Sierras Subbéticas, Málaga y Sevilla. No fueron cierres causados por la 'dejadez' ni por falta de capacidad de sus gestores, desde entonces ha continuado esa política económica y uno de los últimos ejemplos es el del azúcar, cerradas las fábricas andaluzas, las dos más modernas trasladadas a El Cairo y suspendida la siembra de remolacha. Hay donde documentarse de forma exhaustiva e inequívoca.
Ahora que nos ha tocado ver el proyecto inconveniente de aumentar la financiación a los más ricos, es preciso constatar el desfase sufrido por Andalucía desde que los gobiernos decidieron potenciar la industria norteña para de forma simultánea abandonar la andaluza. Todo el mundo debe mirar hacia dentro antes de culpar a los demás, nunca hemos aprobado el 'agravio comparativo', que no es el caso, pues hay pruebas terminantes de una labor continua del gobierno para convertir Andalucía en un desierto industrial, a fin de evitar que pueda hacer competencia al norte, como ocurrió, por ejemplo, cuando el Banco de España se negó a autorizar el Banco de Sevilla 'para evitar que pudiera hacerle competencia'. No cabe en un artículo todo el daño infligido a Andalucía intencionadamente por todos los gobiernos españoles durante los últimos dos siglos y medio, para eso hay libros. Andalucía no sufre complejos, nunca los tuvo porque no es complejo pedir lo que nos corresponde.
Andalucía, los andaluces, deben ser conscientes de esta depredación llevada a cabo desde el poder y, como siempre ha hecho, reclamar para sí, por sí. No porque se lo den a otros, sino porque esta Comunidad lo necesita y lo merece. Lo merece doblemente, por su situación económica y social y porque ha sido el propio gobierno de turno el que la ha empobrecido conscientemente. Andalucía merece una compensación y la ayuda necesaria para despegar y acercarse a las más ricas. La que necesite, sin limitaciones, de igual forma como se le ha venido sustrayendo. Pero para eso precisamos un gobierno andaluz menos preocupado por Cataluña y más por Andalucía.
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