Conservacionismo vs. conservadurismo

Tan sólo han conseguido mancillar su exposición, que ya no podrá ser de todos los sevillanos

Exposición de Arte Sacro en el Castillo de San Jorge, en Sevilla.
Exposición de Arte Sacro en el Castillo de San Jorge, en Sevilla.

Tenemos derecho a manejar el idioma, ya lo hacen otros y con menos delicadeza y conocimiento. Verán, Sres. Alcalde, concejales, partidos mandantes y aún más dominantes clérigos en general: estamos de acuerdo en no olvidar aquel “sacrosanto” (todavía para algunos, ¡toma ya!) Tribunal del Santo Oficio. Aquello no debe ser olvidado. Pero diferimos en la causa y en la consecuencia. La Inquisición, su obra, no debe olvidarse porque no son dignos de ser olvidados los mártires. Porque debemos aprender y para no repetir acciones y tendencias —que, por cierto, se siguen intentando repetir sin respeto a los injustamente condenados y además con el mismo pretexto de defensa del cristianismo— simplemente porque los abusos deberían haber sido erradicados para siempre. Y mientras mayor y más grave sea el abuso, ya sea un crimen de la Edad Media o una denuncia contemporánea, antes debe ser erradicado y con más razón recordado. Y esto también va por algunas actuaciones actuales, aunque sólo hagan juzgar, pues no gozan de tribunal ni de guardia propia —menos mal—. Los crímenes, con o sin asesinato, deberían servir para castigar antes al criminal que al criminalizado en nombre de una religión que ya no es obligatorio seguir.

Verán: no es lo mismo el conservacionismo, que persigue conservar en lo posible el Patrimonio heredado, aquello que con su trabajo, esfuerzo, sensibilidad, arte, interés y cultura nos han legado nuestros antepasados, que el conservadurismo, pues en lo político y lo histórico-artístico solamente pretende destruir los recuerdos y mantener lo negativo en estilo, esencia y presencia. Y si no les es posible resucitar aquel funesto Tribunal eclesiástico, será precisamente por eso: porque no pueden. Otro verán: en la instalación de la Exposición de Arte Sacro se han lucido sus responsables políticos y eclesiásticos, empezando por el alcalde y sus acólitos y los jefes de los acólitos, olvidadizos en lo doloroso, en lo de recordar para no volver a caer en el error, menos aún en el horror, pues si hubieran querido lucir la exposición, se habrían buscado un marco adecuado, amplio, sin piedras que recuerden sufrimientos ni injusticias. Se han lucido, vamos “se han cubierto de gloria” dicho con la peor simpatía y la mayor ironía posible.

Porque no han sido empáticos, ahora que el palabro está de moda. Han ido al primer hueco que se les ha ocurrido; también, pero en especial han llegado a creer que dando al Castillo de San Jorge una apariencia artística, iban a ser capaces de ocultar el recuerdo teñido de rojo de sus paredes y los muebles y máquinas de tortura ya perdidos, precisamente ocultados. Pues no es sentirlo, pero sí debemos avisarles de su error: no lo han obtenido. Tan sólo han conseguido mancillar su exposición, que ya no podrá ser de todos los sevillanos, porque los sevillanos de conciencia y consciencia nunca podrán tragar la rueda de molino de ocultar los crímenes medievales tras las telas y las obras de arte producidos desde entonces hasta la actualidad. 

Cada cosa tiene su sitio. No es propicio a poner mesas de estudio o con ordenadores en una “Catedral” como la magnífica construcción, magnífica hasta recibir ese nombre, de la antigua Fundición en la Avenida de Eduardo Dato. Es propicio a un uso más artístico a tono con el arte de su arquitectura. ¿Es que su egolatría y egoísmo les impiden pensar? ¿Es que no piensan dar una? Pues tampoco, menos todavía es propicio el marco tétrico, triste y ruinoso, de ruina mental más que nada, del Castillo de San Jorge para una exposición de arte con la que quisieran modificar, cristianizar y rehabilitar la dignidad de esas piedras, pues al contrario, sólo están recordando que nada más las esconden porque no saben cómo llegar a más, ni hay cómo. San Jorge es un lugar de memoria y la exposición de arte sacro no debería utilizarse para cubrir vergüenzas. Dejen las vergüenzas al aire, permitan que todo el mundo, naturales y visitantes, puedan conocer aquello en toda su crudeza, porque, repetimos, la historia debe servirnos para aprender, no para esconder. Los errores siempre se pagan, el doble cuando se intentan ocultar. No oculten nada, ni sus intenciones. Y ofrezcan para el arte alguna obra de arte de las que Sevilla rebosa.

Sólo tienen que olvidar el ridículo, nada más. El de ocultar el pasado, porque así no pueden ocultar su propio avergonzado sentimiento, por más deseo que puedan acumular. Y ensalcen el arte, no el momento de dónde parte, sino el que hoy podemos o podríamos disfrutar todos, sevillanos y visitantes, del que hoy podríamos enorgullecernos porque estos artistas, seguro, nunca han intentado ensalzar la obra de la Inquisición, pero sí han elevado la categoría del gusto artístico sevillano. El mismo que a ustedes les falta. Pero, claro, la mayoría no tienen la suerte de ser sevillanos y los que de ustedes lo sean lo disimulan mejor que los crímenes del “Santa Oficio” de la Inquisición. 

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