Dada la situación, lo más obvio, al menos más comprensible para quienes se creen dueños de la calle, es ¿de quién no es? Así será más fácil entenderse con los ocupantes temporales y con los permanentes. No es del frutero de la esquina, quienes, sin embargo, en muchos barrios ocupan y acotan un buen trozo de acera del que se creen dueños. No es de ningún credo, pero la Iglesia Católica ha inmatriculado calles y plazas dentro de los más de cien mil bienes indebida e ilegalmente apropiados. Pero los ayuntamientos, salvo excepción, se niegan a colaborar, debe ser para no denunciarse a sí mismos, pues una parte del Prado de San Sebastián fue inmatriculado a nombre de Tussam, no contentos con llevar tiempo utilizando esa parcela.
Estos son algunas muestras de privatización del espacio público, ocupado con ejercicio gratuito de propiedad, como el carril-bici, aunque para avasallar ni a ciclistas ni a patinetistas les hace ninguna falta, pues ya se han tomado como propiedad privada el carril y el resto de las calles. Hay para llenar un libro: en Sevilla-Este, un ciclista de edad media (y parece que de la Edad Media), gesticulaba con grandes gritos a un anciano con clara dificultad para andar de prisa, porque estaba cruzando el carril por un paso de cebra. En la calle Santander, una joven la emprendió a golpes con un hombre por negarse a bajarse a la calzada para facilitarle el paso en una acera de medio metro. En la Macarena, cuatro ciclistas recién incorporados al carril insultaban a un hombre por andar por él un pequeño tramo. Se aprovechan de un falso ecologismo, porque menos goma gastan los pies que las bicicletas o los patinetes, hasta ahora últimos ocupantes de la acera y por lo que se ve convencidos de su propiedad, aunque solo aprovechan la falta de una norma, seguros de que sería con ellos tan permisivos como con los ciclistas, con licencia para ocupar la totalidad de la acera cuando se les antoja.
La bicicleta y el patinete son vehículos y ningún vehículo debería tener preferencia sobre la parte más débil que es el peatón. Pero al parecer ni usuarios ni Administración deben haberse enterado. Una bicicleta y un patinete pueden hacer daño, pero no hay manera de identificarlos, porque no llevan ninguna identificación. Así pueden “sortear” peatones y ni siquiera molestarse en pedir disculpas, gracias a la permisividad municipal.