Disminuir la población mundial

Hace meses que desde el gobierno español algunas ministras vienen manifestado la necesidad de acabar con el dinero físico, que, por tanto, debe quedar guardado, o escondido, en las cajas fuertes de los bancos

En la imagen, una cartera con numerosos billetes de euros, en una imagen de archivo.
En la imagen, una cartera con numerosos billetes de euros, en una imagen de archivo.

“—Ya somos muchos, demasiados en el mundo”. Dicen. “—Hay que poner fin al crecimiento”. Algunos llegan más lejos —“Hay que disminuir la población del planeta”. Eso se podría conseguir a largo plazo impidiendo nuevos nacimientos, pero tiene un riesgo ¿cómo se evita que las parejas sigan practicando sexo y haya nuevos alumbramientos? Da miedo pensarlo, pero hay quienes lo plantean como prioridad. Al margen de esta necesidad y previo a ella, o quizá forme parte del mismo plan, quienes “no son” el gobierno mundial el club “que no es un club” solo un grupo de amigos con intereses coincidentes, ya están mostrando prisa, demasiada, en implantar el Nuevo Orden Mundial (NOM) y previamente la desaparición del dinero físico; sin embargo, están teniendo contratiempos porque esa operación solamente se puede poner en práctica si se hace al mismo tiempo en todo el mundo, pero hay seria resistencia por parte de algunos países, ya sea por rechazo al programa o porque quieren ser protagonistas, no comparsa, mientras otros en coherencia con su servil obediencia, se prestan y reclaman la ejecución inmediata y ponen de manifiesto su prisa, su interés en que el dinero físico deje de circular cuanto antes y de inmediato se imponga el NOM.

Hace meses que desde el gobierno español algunas ministras vienen manifestado la necesidad de acabar con el dinero físico, que, por tanto, debe quedar guardado, o escondido, en las cajas fuertes de los bancos, para poner así todo el poder en sus manos. Porque la gente seguiría gastando, hasta el límite marcado en su tarjeta de débito o en el teléfono móvil, o hasta la liquidación de su respectivo crédito, si lo hubiera o el crédito se acabara, cosa bien difícil, porque ello lleva implícito la relación de dependencia del deudor, algo muy cercano a la esclavitud, si no lo es directamente. Por eso extraña la extraña prisa del gobierno por cumplir los planes del Billderberg y la Trilateral, ambos organismos dirigidos por las mismas personas. Imponer el sistema sin haber alcanzado previamente el empleo pleno, significaría el fin de la economía sumergida y, por tanto, la ruina plena y absoluta, la asfixia de tantas personas que por absoluta necesidad viven al margen del sistema monetario. La desaparición de tantos trabajos de escaso volumen constituye también una seria amenaza al comercio minorista, ya que esa elevada cantidad de familias quedarían desamparadas, pues nadie puede gastar lo que no tiene.

El gobierno está haciendo publicidad engañosa con su insano interés en acelerar una “necesidad” que nadie siente salvo la banca y el gobierno mundial; miente o dice media verdad, que es peor, cuando afirma “la necesidad” de imponer esas medidas con urgencia “ya que el 40% no utiliza el dinero físico”. Para empezar el 40% no es una mayoría, pero tampoco hay nadie que utilice exclusivamente la tarjeta o el teléfono para pagar. Hay mucha, muchísima menudencia, que se continúa pagando en efectivo. Es rigurosamente falso que nadie haya abandonado el dinero físico en su totalidad. Mienten en defensa de los bancos, quienes, para empeorarlo, no están teniendo en cuenta que el dinero guardado no se multiplica, al contrario, se devalúa.

La pretendida “mejora” de quitar de circulación el dinero es una amenaza a la economía en general y una condena a quienes en este momento se mantienen gracias a pequeños trabajos, gracias a lo cual pueden subsistir esas familias. No se está justificando aquí el fraude a la Seguridad Social, en primer lugar porque no hay fraude en la lucha de quienes carecen de trabajo y de prestación, o solo cuentan con una prestación ridícula, para poder acudir al supermercado. La economía de subsistencia podrá rozar la ilegalidad, pero evita la inanición; la única forma de acabar con la economía sumergida es el pleno empleo. Queda claramente a la vista el peligro, lo negativo de esa pretensión, a menos que, ciertamente, grupos muy poderosos estén empeñados en reducir la población mundial.

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