Idiotas de remate

Decir que los andaluces nunca se han manifestado contra la ocupación de su suelo en los últimos setecientos años es mentir. Mentir con descaro

Un acto por Blas Infante, en Sevilla, en una imagen de Iniciativa del Pueblo Andaluz.

En quien carece de argumentos, documentación y categoría craneal, lo habitual es recurrir al insulto, único argumento de los mal informados malintencionados. Que unos incultos vengan a Sevilla a insultar a los andaluces en realidad insulta a Segovia, ciudad no culpable del lugar de su nacimiento. Denota pese a su ignorancia supina, interés en una ciudad que jamás podrían poseer si no era conquistándola y depredándola y se autocalifican como prueba tangible de su ausencia total de información y lo que es peor, su negativa a recibirla así como de su ideología, racista y supremacista producto de su pequeñez mental. El que debería estar en la cena de la película, se permite llamar “idiotas” a cuanto andaluz pretenda defender sus derechos: cultura, folklore, historia libre de manipulaciones. Solamente los ignorantes plenamente voluntarios, sin la menor idea ni jamás molestarse en estudiar y analizar al personaje, puede atreverse a juzgar a Blas Infante y dar por hecho su supuesta “conversión al islamismo”. No sería más que un derecho, ni negativo, ni criticable. Pero es mentira. Absolutamente falso. Lo sabe muy bien quien tiene buen trato con sus descendientes, con relación fluida desde hace años, como este comentarista y otros muchos. Muchos más de lo que le gustaría al remedo de historiador y “youtuber” empeñados en mantener el invento de la “España eterna e imperial”. Ponerse una chilaba no pasa de ser un acto de cortesía. Se niegan a informarse porque de conocer la verdad podrían avergonzarse; así mantienen la falsedad de su llamada “unidad” de España, sólo alcanzada en lo administrativo a principios del siglo XIX, cuando retomaron el proyecto del Conde-Duque en espera desde el reinado de Felipe IV.

Si estuviera interesado en la información conducente al conocimiento, sabría que en toda su historia los andaluces en ningún momento se han conformado con la colonización, todo lo contrario, como demuestran los continuos levantamientos, desde la expulsión de los cartagineses pasando por sus luchas para liberarse de los abusos godos tan venerados por los amantes del imperialismo disfrazado de unidos, rompedor de unidad, precisamente por su falta de respeto y desprecio a realidades políticas, culturales, sociales, históricas y económicas hasta responsabilizarse de romper España al crear diferencias y oponerse a la realidad multicultural del Estado. Y así un rosario de hechos muchos de los cuales pueden verse en libros elementales. Lástima que ni eso se moleste en leer el españolismo depredador, captador y corruptor de culturas ajenas. Visitar la tumba de al Mutamid no es “ir a ver a un moro”. Es recordar en una escena de nuestro pasado a quien conservó la cultura andaluza, la andalusí y toda la continuidad desde Tartessos, Turdetania, y los encuentros latino, griego y sirio, que aportó la evolución de la cultura helénica lo que facilitó el entendimiento, dónde se justifica el acercamiento al Islam y la falsa islamización de Andalucía. Todo esto es mucho más amplio, es motivo de un tratado ya editado pero también desconocido por los faltos de rigor con malicia, auto forzados a ignorar que la historia oficial de España cúmulo de errores y falsedades, sigue al pie de la letra la dictada a su medida a un amanuense por Alfonso III, rey analfabeto, ansioso de poner la historia a su servicio y a eso se aferran como ladillas los incultos desinformados deformadores.

La desventaja de Andalucía ha estado en su actitud pacífica y cultural, frente a la ferocidad guerrera del oficio de la guerra, iniciativa castellano-leonesa. Gracias al oficio contaron con un ejército bien preparado al ser esa su única profesión, y a pesar de todo después de la derrota de Alarcos ante los andalusíes, recibieron la ayuda de una bula papal y de todos los estados, grandes y pequeños de Europa, en la posterior batalla de Las Navas de Tolosa. Lo contrario de cuanto nos han contado a lo que se aferran los ignorantes melintencionados y maleducados defensores del imperialismo propiciado por ese “oficio” colonialista. Deberían conocer todo esto, que su ignorancia asumida les impide comprender, antes de insultar a un pueblo e impedir una igualdad que pudiera propiciar esa unidad pregonada pero no deseada por ellos como dejan bien claro.

Podrían preguntar, siquiera, qué navegantes eran los únicos capaces de llegar a Hiberna, hoy Irlanda, sin miedo a monstruos ni a caer al vacío. Por qué sólo la Bética fue capaz de dar a Roma tres emperadores o un amplio ramillete de pensadores, filósofos, inventores, escritores, médicos, farmacéuticos, astrónomos, ampliado durante la época andalusí. O por qué en la Edad Moderna grandes escritores mundiales se fijaron en Andalucía, o cómo un autor, Lope de Rueda, es reconocido padre del teatro moderno. O cuantos andaluces hay en las generaciones de 98 y del 27. Decir que los andaluces nunca se han manifestado contra la ocupación de su suelo en los últimos setecientos años es mentir. Mentir con descaro. Alguien con mínimo de dignidad jamás negaría la existencia de “El Halcón”, las mujeres de Casares, los ejércitos populares de Arahal y Loja, los levantamientos de La Alpujarra, Ronda, Sevilla, Cádiz, y otras muchas ciudades, el cantonalismo, Sevilla contra la Inquisición, los Comuneros, aplastados por sorpresa por el Conde-Duque, La rebelión de Medina Sidonia, la obra liberadora de Salvochea, de Cala, Torrijos, Bejarano, del propio denostado Blas Infante, la Constitución de Antequera, y miles de héroes anónimos. Lo que ha faltado en Andalucía durante los últimos setecientos años han sido buenos generales interesados en su defensa en número suficiente. Por eso se han aprovechado de nosotros.