¿Cómo es tan difícil, tan duro de entender una palabra tan corta? Igualdad es ser todos iguales en deberes y derechos. Es que ningún grupo humano tenga la menor posibilidad de erigirse por encima de otros, excepción hecha tan sólo de las cualidades personales —cualidades, calidades, no otras cosas—. Igual que la paz es la ausencia absoluta de enfrentamientos, la igualdad es la ausencia absoluta de desigualdades provocadas, de ningún tipo.
"Ni siquiera hay igualdad en todos los españoles, según la comunidad en que vivan", dicho a mediodía del 28 de octubre de 2024 por Isabel Díaz Ayuso, que cuando no dice "Madrit" es porque dice "Espanña", que para ella viene a ser lo mismo, que intenta apropiarse del flamenco y no siente vergüenza de arrogarse el nacimiento del arte andaluz, que habla con tanta soltura, como al añadir su defensa del diario Madrid "perseguido por el fascismo". Cierto, pero en su voz, cuesta saber si es un cambio de mentalidad o un farol para iluminar su desconocido y parece que inexistente progresismo.
Después de estos y otros muchos disparates de los capitostes de la extrema derecha, nada puede extrañar, pero será que la diferencia es sólo aparente, dan cierto escalofrío las declaraciones de la portavoz del PSOE el mismo día, aproximadamente a las 13 horas: "Donde hay un hombre hay machismo". O sea, según la señora ministra: "Todo hombre es culpable mientras no demuestre lo contrario".
La Ley vigente al revés. La presunción de inocencia como en los mejores tiempos de la dictadura. Si quisieran, sabrían que el machismo no es algo inherente al carácter, es un reducto de la supuesta superioridad del macho y ha sido y sigue siendo defendido, lamentablemente, por hombres y mujeres, cada vez menos, digno es reconocerlo, afirmación recrecida con su guinda: "Poner un teléfono de ayuda para hombres maltratados hace daño a las mujeres".
Para quien ha defendido la igualdad real y absoluta, salvo en los signos externos de ambos géneros, la portavoz nos ha insultado grave y gratuitamente. La igualdad, si mantiene preponderancia de un sexo sobre otro, podrá ser cambiazo, "vuelta a la tortilla", pero no es igualdad.
"No existe ningún derecho a exigir a la otra ni al otro el cumplimiento de un deseo propio como si fuera un deber, mucho menos a infligirle un castigo, ni físico ni mediante el insulto"
Esto no es "doctrina Abascal" ni se le parece, que nadie lo intente devaluar porque está muy lejos de semejarse. La mayoría de los hombres condenamos el maltrato a la mujer sin paliativos, porque además de brutalidad intolerable, suele ser un sustituto de la incapacidad para el diálogo, por parte del maltratador (o maltratadora, en su caso).
Pero no es admisible y no deberían admitirlo las autoridades, que las denuncias de varones, las escasas veces que se dan, sean utilizadas para avergonzar a, para reírse de quien denuncia. Están callados, entre otros, los insultos malintencionados con acusación de homosexualidad a hombres, por no haber satisfecho los deseos sexuales de una mujer.
Y eso también es machismo, machismo de mujer, peor aún porque es considerar al hombre un simple instrumento para satisfacer su deseo. Lo mismo, exactamente lo mismo que ocurre al revés. Sin embargo, en este caso nadie culpa ni ha culpado a la totalidad de las mujeres, simplemente sería injusto como también es lo contrario, de ahí nuestra repulsa a lo afirmado por la portavoz. El machismo es creador y producto del mito del macho, el hombre siempre dispuesto. No reconoce el derecho del varón a tener preferencias como cualquiera.
Es culpable de expresiones como "provocan con su vestimenta provocativa", "ellas usan minifalda y nosotros vamos a tener que usar mini p…". Son resultado, residuos de una idea lamentablemente errónea basada históricamente en la guerra y la fuerza física con frecuencia superior en el varón.
De ahí han surgido esos comportamientos irrespetuosos y conservadores, aunque vengan de la supuesta "izquierda" con la persona y con la libertad para vestir de la forma preferida por cada cual. Esta cuestión no se refiere sólo al sexo, de hecho todavía se clasifica a los demás por su forma de vestir. Pero, debe insistirse, el derecho a elegir, a sentir atracción o no sentirla por determinada persona es tan legítimo y respetable en mujeres como en hombres.
En cambio, no existe ningún derecho a exigir a la otra ni al otro el cumplimiento de un deseo propio como si fuera un deber, mucho menos a infligirle un castigo, ni físico ni mediante el insulto, cuando ese deseo no pueda o no quiera ser satisfecho por la otra persona.
Coincidimos con la magnífica analista, la colega Fallarás, y con la portavoz en todo, con excepción de ese detalle de máxima importancia que jamás debería ser minimizado, porque ni "donde haya un hombre hay machismo" ni es homosexual todo aquel capaz de defender sus preferencias hacia el otro sexo. Que —lamentable, pero es preciso aclarar—, preferencias, por una parte, en ningún caso supone sumisión en la otra.
El mismo derecho a seleccionar, a elegir, asiste a todos y a todas y aunque el número, desgraciadamente mayor en los abusos de todo tipo a mujeres, obligue a lamentarlo más, no por eso, aunque sean menos numerosos son despreciables los abusos a varones, menos aún el desprecio a un varón, además de sufrir el abuso, actitud nada infrecuente en comisarías y en comentarios.