La igualdad es anterior a la unidad. Si no hay igualdad no puede existir unidad, es imposible que pueda darse. El rey pide “soluciones desde la unidad, no desde la división”. Feijóo, siempre a su sombra lleva el incumplido “slogan” “por la unidad de los españoles”, pero el PP no la practica, no la ha promovido nunca ni la promueve, ni sabemos si alguna vez la promoverá. Pero si tanto pregonan unidad ¿por qué no practican igualdad, absolutamente necesaria para hacer posible alguna conseguirla? Porque sus principios van por otros caminos. Solamente quieren permitir una burla de unidad político-administrativa, pero no verdadera unidad porque, como se ha dicho unas líneas antes, eso no es unidad real. Los políticos monarco-franquistas en realidad no buscan unidad, ninguna forma de unidad, por eso su mensaje está vacío, es falso, porque en el momento en que lo intentaran estarían traicionando sus principios.
Feijóo y el partido que dirige (con permiso de Ayuso) no pueden ofrecer credibilidad a quien sea capaz de pensar por sí sólo mientras se sigan oponiendo con su voto a que todos los españoles puedan disfrutar una vivienda o a la reforma o derogación de la “ley mordaza”. Se oponen a la primera con su voto negativo en el Parlamento y refuerzan su oposición con la orden emitida a los gobiernos de las comunidades regentadas por ellos, a pesar de las intenciones de algunos ayuntamientos, que sí desean resolver, o cuando menos minorar el problema de la vivienda en su ciudad. En el fondo Feijóo labora contra los intereses especulativos que intenta defender, pero eso es para ellos un “accidente sobrevenido”, ya que todavía no se han enterado que se está desinflando la nueva burbuja inflada por el interés especulativo defendido por el Partido Popular.
Con la burbuja sus protegidos supuestos empresarios de la construcción e inmobiliaria y algunos pequeños y particulares que han contado con medios para aprovechar la circunstancia, se han embolsado mucho dinero. A cambio el Estado vuelve a soportar el elevadísimo coste de una serie de edificios sin terminar o terminados sin vender, porque ya hasta los fondos buitre se abstienen de comprar a los precios alcanzados por la creciente codicia y rapacidad de promotores, vendedores y propietarios de todo calibre.
No somos iguales, por tanto, por eso y por mucho más. Por ejemplo: el País Vasco todavía mantiene el privilegio económico de su condición política, adquirida cuando tan sólo la unía a Castilla el hecho de compartir el mismo rey. Hoy cuentan con los mismos derechos para comerciar con el resto, pero el resto no cuenta con sus mismos derechos económicos. Pero hay algo peor: Madrid es la ciudad más favorecida por todos los gobiernos desde Felipe II. Mientras muchos lamentan el problema de la “España vaciada”, la Comunidad de Madrid ha superado los cinco millones de habitantes, gracias a las prebendas otorgadas por el gobierno en todas las épocas, para que ahora pueda presumir de ser “la Comunidad que más aporta al fisco”, lo cual ni siquiera es cierto. Porque será la que más ingresa, pero la aportación procede de todos los contribuyentes cuando adquieren los productos y servicios cuya sede social está en la villa de Madrid.
Pero no sólo eso: desde el siglo XIX hasta la actualidad, todos los gobiernos españoles se han preocupado especialmente de desindustrializar Andalucía (Véase: “Europa ¿solución o problema?”), para que luego nos tilden de faltos de iniciativa y otras muchas “lindezas” con que se nos acusa. Esto es también responsabilidad de algunos andaluces, sí: fundamentalmente de los más de cien que se sientan en las dos cámaras legislativas, a quienes en ninguna ocasión se les oye ni siquiera mencionar la palabra Andalucía, y de los dirigentes andaluces, más preocupados de la política catalana que de la propia y más interesados en destruir Doñana que en hacer una planificación racional y realista de la agricultura y la ganadería en Andalucía.