Esta vez no es una voz del teatro. La farándula está en muchos lugares y sus dictados en ellos suelen ser menos positivos que los artísticos. La Junta de Andalucía ha visto frenada su carrera hacia la destrucción de todo el estuario del rio Guadalquivir, principal río de Andalucía, ahora demostración viva de su desinterés por el río, por Sevilla, por Cádiz, por Huelva y por la mar que baña las playas del Golfo de Cádiz. Porque la paralización, por ahora, no es definitiva. Se admiten recursos. Recursos bien asesorados, interpuestos por abogados tan bien preparados como bien pagados por la multinacional aspirante a reanudar la explotación de la mina “los Frailes”, para llevarse a su país el beneficio de la explotación de una mina andaluza y dejar a los andaluces suciedad y destrucción. ¿Les suena? Y todo eso autorizado y protegido por quienes se suponen al servicio de la conservación, la riqueza y el bienestar de Andalucía y de los andaluces.
No escarmentamos. No contentos con lo que nos dejó el reventón de la balsa de Aznalcóllar y el desastre consecuente, pero inconsecuente para la empresa sueca que huyó con la pasta, ahora viene otra empresa extranjera, completamente ajena a Andalucía dónde no va a dejar más beneficio que las “escurriuras” de media docena de empleos, festejados a pesar de todo por el alcalde de la localidad. El Ayuntamiento no le teme a otro reventón, que ya no tendrá que reventar, pues para eso se ha previsto ensuciar directamente el camino terrestre y el subterráneo que separa Aznalcóllar del río. Y eso a su alcalde no le importa, ni le preocupa lo más mínimo, mientras la basura y la muerte sean para otros municipios. A la empresa, tampoco. Y a la Junta ¿de Andalucía? Ya vemos: menos aún. Porque los “sabios genios” al servicio de la empresa, han decidido liberar la balsa de la posibilidad de otro reventón de la manera más fácil y menos inteligente: primero contaminando el acuífero y a continuación vaciándolo directamente en la orilla del río Guadalquivir, el “Gran Río, el Nilo andaluz, el Padre Betis”, como lo cantara Góngora.
Pero los poetas están desfasados. Ahora la única poesía, la única música es el tintineo de las monedas. O el silencio de los billetes de mil. No es que no hayan caído, es que les da igual y lo niegan con todo el descaro, que el vaciado de los lodos tóxicos y del agua procedente del lavado de mineral contaminará el acuífero inexorablemente. Y quemará las orillas del Guadalquivir, inutilizará el agua de todo el estuario, acabará con la vida animal y vegetal en él y se mezclará con las corrientes del Golfo de Cádiz, en cuya vida y cuyas playas dejarán sentirse las consecuencias de esos vertidos, nada desdeñables, por su cantidad, por diecisiete años seguidos y porque al ser vaciados de forma constante no darán tiempo al secado de los anteriores.
Contaminación. Destrucción y muerte para las aguas del río de toda Andalucía, y para los cultivos del Condado, y para el arroz. Y para Doñana. Todo para el lucro de una empresa extranjera que, con el ejemplo de Bolidén tomará el camino de vuelta cargados con el dinero y dejará aquí la destrucción, a recuperar lo escasamente recuperable, con nuestro dinero, además de las subvenciones concedidas, como hizo la anterior hace veinticinco años. A las grandes empresas les importa poco de dónde llegue el beneficio ni a costa de qué. Pero a la Junta sí debería preocuparle, temerle al desastre que están elaborando a cambio de una inexistente compensación para Andalucía.
¿A qué arreglito estarán dispuestos a llegar, con la Junta actual deseosa de aumentar el beneficio ajeno y la pobreza propia? Si consiguen hacer creer que la mina es “progreso”, se pueden estar asegurando su reelección. Y eso sí que les importa. Reelección aunque sea, como siempre, a costa de mentiras y de perjuicio para el pueblo al que pretenden representar, que en eso sí que todos los partidos son iguales, como ya demostraron los anteriores y están refrendando estos. Se llevó a Europa el dragado, mucho menos dañino que los desechos de la mina, pues suponiendo que aquel hubiera sido dañino, que es mucho suponer, esto es mil veces superior. ¿Prohibirá Europa ahora también la reapertura de la mina? Porque los tentáculos de las multinacionales se desconoce hasta dónde pueden llegar y cuáles pueden ser sus vehículos. Después de todo y según la doctrina Billderberg, lo importante es reducir la población, somos muchos y hay que ir despejando. Aunque a base de destrozar campos, ríos y mares, cada vez sobrará más gente y faltarán más medios de vida. Pero no se detienen: continuan la escalada.
Ahora, los jueces jurídicos y civiles o políticos, son o deben ser conscientes de su responsabilidad ante la destrucción asegurada y anunciada y del único “pago” a recibir: los desperdicios contaminantes. Confiemos que no se quieran hacer sus responsables directos.