¡Qué barbaridad! ¿Qué será “la grandiosidad del nacionalismo”? La única grandiosidad conocida es la de los imperios. Pues a lo mejor se les puede aplicar la calificación, cuando de imperios pasan a ser nacionalismos absorbentes y dominantes, como le ocurre al reino de España. Hay otros nacionalismos absorbentes. Y que pretenden ser dominantes. Lo pretenden, pero conseguirlo requiere obtener el poder, o sea, la independencia que algunos amagan, pero en realidad no buscan. No la busca quien se declara independiente para deshacer lo dicho justo a continuación. Por ejemplo. Pero hay muchos tipos de nacionalismos, no todos son igual, confundirlos es el problema de utilizar el plural con toda la ligereza que el caso no requiere. Porque son muy distintos unos de otros. Por ejemplo: hay nacionalismos con ínfulas de imperio perdido, como ya se ha definido, hay nacionalismos egoístas, totalitarios, supremacistas, Y también los hay integradores, los hay para todos los gustos (y disgustos). Darse una vuelta por el mundo dejaría las ideas más claras, porque la ignorancia se cura estudiando, y viajando también. Y si son ambas cosas, incluso la cura es más rápida.
Hay muchos nacionalismos y más aún gente que dice ser nacionalista, como hay caracteres de todos los estilos y gente que dice ser demócrata. O socialista, por ejemplo, también. Nadie necesita el nacionalismo para ubicarse en el mundo, ya estamos ubicados. Y Andalucía, más. Solo hay que ver que, pese al abandono en que la tiene el poder desde hace casi ochocientos años, Andalucía despierta interés en todo el mundo, desde un extremo al mismo, dándole la vuelta. Y ese interés no es de ahora. En siglos pretéritos lo corroboraban los cientos, quizá miles de escritores, poetas, músicos, pintores preocupados y enamorados de nuestra geografía, nuestras costumbres, nuestra idiosincrasia, nuestra cocina. En la actualidad, también y personas, entidades, empresas que han puesto su mirada en Andalucía, incluso han tenido la intención de aportar algo a esta despedazada economía. Pero ocurre que “ciertos” gobiernos españoles espantaron en su momento —y siguen espantando— a quienes pensaron instalarse aquí y los desviaron a otros lugares del “suelo patrio”, por lo visto “más patrio” en aquellos lugares.
Quizá sea ese el problema, el nacionalismo patrio español es mucho más peligroso, más depredador que el andaluz, pongamos por caso. Posiblemente, sea ese comportamiento discriminatorio y abusivo, esforzado en mantener Andalucía en la miseria, el responsable de que tantas veces haya resurgido el nacionalismo andaluz y se haya enfrentado al español. Tantas como ha sido ahogado en sangre. Puede que sea esa represión la que atonta, lo que nubla la visión y deja ciegos a los andaluces ante tantos abusos como se ha visto obligado a soportar a lo largo de su historia. Ningún lugar debería ser una tierra continuamente invadida, depredada y castigada con la mayor dureza cuando se levanta en reclamación de un tratamiento, al menos similar al recibido por otros lugares que, según la legislación, forman parte del mismo Estado. Tratar a todos por igual: eso sí sería un trabajo bien hecho, por parte del gobierno español. De todos los gobiernos en todo momento.
La equidad sería la mejor forma de practicar democracia. La gente consciente se rebela cuando esa democracia es conculcada para favorecer a una parte a costa de otra u otras. Cada nacionalismo debería ser analizado en su propio contexto, en su realidad. Se vería entonces que el andaluz no es excluyente, todo lo contrario. Porque todos los intentos de independencia o de reforma del Estado comenzados en Andalucía, han sido integradores. En todos se ha buscado que los demás también se puedan servir de los posibles beneficios de ese movimiento de iniciativa andaluza. Pero la represión, como la ejercida por Juan de Austria en la Alpujarra o por Pavía contra el cantonalismo, y muchas otras que alargarían demasiado este artículo, siempre las ha pagado Andalucía, que es quien ha recibido el mayor y más duro castigo.
Cada nacionalismo tiene una motivación que es obligado conocer si se quiere interpretar sin error y el andaluz es la respuesta a la reiterada ocupación de su suelo y la depredación de sus recursos materiales y emocionales o culturales. Véase que hablar de cualquier materia requiere documentarse.