Política migratoria y otras menudencias

El votante tiene en sus manos el poder. Lo puede dar y lo puede quitar, por tanto su responsabilidad es plena y absoluta

Una de las pancartas del acto celebrado en Jerez por el Día Internacional del Migrante.

Cuando se está en busca de una política solidaria y humana, es imposible aprobar el discurso y las propuestas del ayuserismo, del que Feijóo es fervoroso prisionero, no vaya a ocurrirle igual que a Casado, que tampoco era un angelito guardián de la democracia, pero no le cayó totalmente bien a la señora todopoderosa y más cercana a Abascal que a la igualdad de todos los españoles, ni siquiera de todos los madrileños, debe ser en recuerdo del General que tan feliz debe hacerla cuando lo rememora.

Digan lo que digan, Feijóo y su equipo, Ayuso y el suyo y toda la plana mayor del PP, si acaso con alguna honrosísima excepción muy excepcional, a tenor de lo que hacen, no de lo que dicen, sólo defienden: a) la expulsión automática de cuantos refugiados lleguen. Al parecer, mejor que se los trague el mar. 2) Considerar “etarras asesinos” a quienes estuvieron en ETA y laboraron en pro de su abandono de las armas, incluso con quienes no estaban en la organización terrorista, pero ahora trabajan en un proyecto común, como es el caso, por ejemplo, de muchos miembros de EH Bildu, entre ellos los procedentes de Eusko Alkartasuna. 3) Impedir a toda costa la mejora de la economía real, la de todos, negándose a las subidas de salarios y de pensiones para que la inmensa mayoría de los españoles incluidos sus votantes, tan utilizados en su discurso y tan poco respetados en su votación en Congreso y Senado, puedan seguir pasando hambre, “que eso no engorda”. Y 4) Obligar a vivir toda la familia en una habitación, o habitar una infravivienda, o que se construyan una chabola. Pero que puedan bajar los precios de los pisos tanto en venta como en alquiler, ¡eso Jamás!, pues lo primero a defender por esos partidos embaucadores es el interés económico de los grandes grupos empresariales, de los fondos buitre, de las inmobiliarias presenciales y virtuales, de todos los grupos económicos que están convirtiendo un derecho constitucional y una necesidad perentoria en un negocio descomunal y una especulación vergonzosa. Y ya de camino —ya que estamos— que se beneficien también honrados, aunque ambiciosos y codiciosos padres y madres de familia. Todos ajenos a las dificultades y al sufrimiento ajeno, porque es inhumano exigir por la vivienda un importe superior a la mitad del salario medio —lo normal son los tres cuartos— y en muchas, bastantes ocasiones incluso superior a ese salario. 

Lo extraordinario, lo increíble, es que personas sin vivienda, con sueldos míseros, parados, jubilados o inmigrantes ya legalizados y asimilados, puedan seguir votando a partidos políticos cuya política está orientada, precisamente, a empeorar sus condiciones de vida.

Defender y mantener de palabra o de hecho las condiciones reseñadas en los tres puntos del párrafo segundo, es defender, proteger y agrandar las diferencias sociales. Si se añade a eso el hecho cierto de que esos mismos partidos defienden con uñas y dientes la desaparición de la Seguridad Social y la enseñanza gratuita, a sabiendas de que eso dejará sin colegio a millones de niños y jóvenes y sin atención social a millones de enfermos y necesitados en general, es fácil calificar la responsabilidad del votante, todavía creído o inmerso en la gran mentira de la “gobernabilidad” y la necesidad del bi partidismo.

Por tanto, es obligatorio separar el grano de la paja, dejar de lado, no escuchar o no hacer caso a tanta verborrea, a tanto adjetivo calificativo, a tanta descalificación gratuita, mentiras incluidas, como las conexiones de Podemos con Irán y Venezuela, cuya falsedad ya quedó perfectamente desmentida o la calificación de “etarras asesinos” a los miembros de EH Bildu, también falsa y valorar mejor las propuestas y la votación obligada por cada partido a sus diputados y senadores. Y a este grupo debe añadirse al cambiante Junts per Catalunya, por más que puedan negarlo, seguidores de la política egoísta, ególatra y hegemónica de la CiU de Pujol, de la que forman parte.

El votante tiene en sus manos el poder. Lo puede dar y lo puede quitar, por tanto su responsabilidad es plena y absoluta. Despertemos. Olvídense tópicos, consignas, discursos y váyase a lo fundamental. ¿Cuáles son sus propuestas y cuál es su voto? Entonces la democracia será completa. Real. Efectiva.