Leyendo (re-leyendo, hay que estar en todo) a Aristóteles, ejercicio muy poco español, pero muy andaluz, por algo fue andaluz Averroes, su recuperador, quien lo dio a conocer a Europa e inspiró a Tomás de Aquino, aunque el hombre, con su predilección deificante, no llegara a entenderlo plenamente; cuando se lee a Aristóteles, siempre, se confirman tesis. Cuando se (re)lee a Aristóteles, nos damos cuenta del atraso brutal que domina nuestras vidas. Del engrandecimiento de nuestra incultura.
Esto ya no es atraso: en la línea impuesta, en poco tiempo habrá desaparecido, no existirá, se habrá esfumado en beneficio de la pérdida absoluta del respeto mutuo, de la solidaridad, de la paz social, sustituidas por el conformismo, la obediencia programada. El borreguismo formador de voluntades, para pedir castigos mejor que formación. La Humanidad deriva, cada vez más, a la dictadura mundial por falta de humanidad. Porque faltan pensadores. Porque es la programación de gobiernos y sus nuevos planes de estudio y de comportamiento, dónde se da exclusividad al conocimiento técnico, para crear máquinas con forma humana al servicio del salvaje capitalismo.
La libertad de pensamiento no interesa; gente que piense, todavía menos. Lo único útil y necesario para los aspirantes a dominar el mundo no sólo de hecho, son manos para formar parte de la gigantesca máquina capaz de acumular riqueza a una docena de poseedores de las vidas y haciendas de cuerpos sin vida, amaestrados, dopados, adaptados al gusto y las veleidades económicas de esa docena de poderosos. En medio se permite una cohorte de pequeños “ensayistas económicos”, antes llamados “clase media” (entelequia ya perdida), en proceso de desaparición total, en forma inversa a la acumulación de poder de los primeros.
Lamentable camino del mundo actual, mientras continúe el seguidismo de su programación diabólica y se les obedezca creyendo sus consignas, difundidas por sus medios de intoxicación, con el fútbol y la chismografía tele-viciada como elementos básicos de despolitización, de desconcienciación social y mental. En tiempos del “invicto”, el bachillerato incluía nociones de arte, literatura, filosofía. El Bachillerato laboral, además, tenía entre sus asignaturas formación humana, y música.
Superada en España la etapa dictatorial (es un decir), una vez obtenido un maquillaje duradero, y en persecución del indeleble, se decreta junto con Europa y Norteamérica la obsolescencia programada de esas asignaturas, de esas carreras “quenosirvenpaná”, porque “nosonproductivas” y los planes, en plan Bolonia, apartan de sí todo cuanto no sean máquinas, grúas, transgénicos, martillos (las hoces se han cambiado por cosechadoras, para cosechar más poder, no son tan tontos como parecen). Técnica, técnica, técnica. Que estaría muy bien si tuvieran contrapunto. Porque la técnica, esta técnica específica no busca sólo la automatización de la producción.
Antes que eso se interesan en la automatización de los seres humanos. Por eso, para que no tengan contrapunto, eliminan las humanidades. Porque se domina mejor a los pueblos embruteciéndolos, ocultándoles la filosofía, la formación humana, el trato humano, el humanismo, que colocando un policía dotado de armamento detrás de cada ciudadano. El policía ya sólo es necesario contra los “desviados”, los “inconformes”, los “antisistema”, nombre con que buscan desacreditar a los anti-régimen.
Los regímenes, superados como los mandamientos, se encierran en uno. Sólo los diferentes intereses económicos han provocado todas las guerras sufridas por el mundo. Sólo las diferencias ocasionales de intereses, enfrentan hoy a los miembros de esta asociación perversa, este régimen único, capaz de dominar a los gobiernos de todo el mundo, y de lanzar las fuerzas represivas contra la disidencia, y los ejércitos potentes de potentes países contra aquellos reacios a ceder y obedecer sus dictados. A quienes quieren defender bosques, ríos, alimentación sana, aire puro. ¡Qué reivindicaciones tan “ridículas” y tan “fuera de lugar”, frente al único verdadero interés mundial: el mayor poder de, el mayor control por los más poderosos!
Si aquellos (y aquellas) que les sirven se dieran cuenta del daño que se hacen a sí mismos, a sus familias, a sus amigos, el mal llamado “cumplimiento del deber” caería tanto, que arrastraría tras sí la caída de esos poderosos amos del mundo. Y el ser humano volvería a ser libre.
Si se dieran cuenta.