Una persona no es un objeto pero hacia eso va el Nuevo Orden Mundial, hasta eliminar los impuestos porque ya no hará falta recaudarlos dónde todos trabajarán para el poder; bastará con que “la plebe” cumpla el rol impuesto del régimen esclavista. Pero en España ya hace tiempo que se viene aplicando en forma cada vez menos limitada. Hay leyes que autorizan a la Administración a poner precio a las cosas y a continuación cobrarlo por el procedimiento de meter la mano en el bolsillo. Por ejemplo el Ejecutivo “decide” el beneficio obtenido en la venta de una vivienda y para cobrarlo, además de la sumisión, cuenta con el recurso al embargo del sueldo o de la cuenta, que por eso están limitando el uso de dinero físico. Lo peor de todo: físicamente el embargo lo ejecuta un trabajador a otro trabajador. Un funcionario desprovisto de moral en el cumplimiento de su misión, ignorante de que nadie puede ser obligado a realizar algo que repugne a su moral. Ignorante o indiferente, que sería mucho peor, porque no le preocupa en absoluto dejar sin dinero a la familia para mantener sus necesidades, entre ellas la de comer.
Cuando toda la población mundial sea esclava al servicio de la “élite mundial”, los cien seres más poderosos del planeta amparados en los servicios secretos de tres estados y el ejército mundial en que quedará convertida la ONU, no hará falta que un gobierno saque del bolsillo el dinero de los ciudadanos, quien dice bolsillo dice cuenta. Ni hará falta ni será posible cuando todo el dinero físico deje de circular porque esté en manos de esas cien personas, y su protector ejército. Pero cuándo hubiera un solo gobierno para todo el mundo habrán desaparecido los Estados, ¿para qué quieren entonces un ejército mundial, si no es para controlar a la población esclavizada?
Para eso todavía falta por fortuna, pese a la prisa manifestada por algunas ministras, deseosas de ver la llegada del N.O.M. y la desaparición del dinero físico. El Gobierno español sigue trabajando en esa línea hasta llegar al control absoluto al tiempo que permiten a la banca disfrutar de todo el numerario existente y para aumentar el beneficio de los bancos se obliga a percibir el salario en una entidad bancaria dónde debe quedar depositado en cuanto el depósito exceda de dos o tres mil euros. Será por si el Estado quiebra que lo pague el contribuyente.
Esas son las claves. La razón más importante en este caso es asegurarse la supervivencia y los multimillonarios beneficios de la banca, que no “puede ser” quien pierda mientras puedan perder los depositantes. En segundo lugar prever la posibilidad de una quiebra, un “corralito”, dónde los importes depositados por las familias puedan ser agenciados a favor del tesoro público después de haber servido para la “salvación” de los bancos. Es natural. En un régimen llamado liberal pero en realidad salvajemente capitalista, lo primero es mantener el “status”: salvar a los bancos y a los grandes capitales cuando la economía se hunda. Para eso están los pequeños ahorradores con los salarios justitos para la subsistencia, a veces ni eso.
En un régimen salvajemente capitalista, los funcionarios pueden poner precio a su criterio a la vivienda, para aplicarlo y cobrarlo directamente ante cualquier transacción aunque se hiciera a pérdidas. A pérdidas o con beneficio, la Administración “que no puede regular precios” aunque los precios se disparen movidos por la inflación, sí lo puede imponer después de hecha la venta entre particulares, para en todo caso tener asegurada “su parte”.
Convénzase unos y otros: el ser humano no nació para ser esclavo. El ser humano no es un objeto para manejarlo al gusto. La sociedad ha avanzado mucho en la deshumanización, en el aturdimiento de la “masa”. Pero antes o después la “masa” se desborda porque el ser humano, frente al resto del mundo animal, pese a programadores y chip, lo diferencia su capacidad de pensar.