Son “muy españoles y mucho españoles”, pero provocan y defienden la división de España en ricos y pobres. Ya hemos avisado en otras ocasiones, que España no la van a romper los independentistas, porque ya se han encargado mucho antes de romperla los autonombrados españolistas. El nacionalismo español es un nacionalismo más, pero no como los demás, porque es de corte imperialista, porque se impone por la fuerza y sin igualdad simultánea, limitado a lucir pulseras y ondear banderas, en muchos casos inconstitucionales.
Ayuseros y abascalianos han reducido su españolismo a la mínima expresión, desde el momento en que han votado contra todo cuanto podría mejorar la vida de los habitantes de esa España que ellos dicen defender, pero no se puede defender el espacio si no se defienden a sus habitantes, desde ese momento han limitado su “españolismo” a agitar banderas, a insultar, a disparar contra la policía, los manifestantes y los negocios vecinos a quienes parecen querer arruinar y hasta ahí llega su nacionalismo. Pero luego, a la hora de la verdad, cuando tienen que decantarse en una votación, siempre se inclinan por la desigualdad, siempre apoyan a los grandes tenedores, ya sean los grandes accionistas de grandes empresas o los arrendadores de gran número de viviendas. Por lo visto su intelecto no les permite alcanzar a comprender la imposibilidad de pagar ochocientos euros por una vivienda con un salario de mil. Propagar, aumentar la desigualdad de situación social y geográfica, es decir, ampliar las diferencias entre seres humanos y comunidades, no es beneficio para España. Es beneficio exagerado e injusto para que los más ricos sean cada vez más ricos, a costa de los más pobres.
El verdadero peligro para la posible unidad de España, está en la discriminación, en el apartheid de algunas comunidades respecto a otras. Si las ventas de consumo y servicios se segregaran por comunidades para que cada una ingresara en Hacienda los impuestos que realmente soportan, se sabría con exactitud cuánto paga cada una. Esto es una medida, queda otra, más importante aún, que es el principio de solidaridad. No se está en el mismo suelo, cuando unos lugares tienen prerrogativas y beneficios sobre otros. En definitiva, al pago de los impuestos realmente generados en cada sitio, hay que sumar el principio de compensación inter territorial. Sin esta reciprocidad solidaria no existe nación. Existe un grupo de entidades político-territoriales, separadas entre sí y agrupadas en un Estado, ya sea con conciencia de formar parte de él, en algunos casos, o sin ellas. O con un consentimiento, una aceptación que jamás se acercará a la conciencia ni a la consciencia, porque simplemente ha creído la enseñanza y la propaganda que le han hecho creer su pertenencia a ese Estado.
Ese principio solidario, esa reciprocidad se llama compensación y aleja el egoísmo ya manifestado por algunas comunidades, que pretenden quedarse la totalidad de los impuestos ingresados en ella, pero esos impuestos, ya se ha razonado, no están generados en esa Comunidad. Cuando pagamos la luz, o un mueble, o vamos al supermercado, estamos pagando esos impuestos. El hecho de que luego se ingresen en una Comunidad distinta, porque allí tiene su sede la empresa que los ingresa, no da derecho a reclamarlos para sí, porque no son suyos. Por eso lo justo sería segregar las ventas de todas las empresas, cosa francamente fácil en este momento.
Las comunidades más desarrolladas tienen el deber de contribuir al desarrollo de las demás, por simple solidaridad, imprescindible para que pueda existir unidad y porque en todos los casos han sido más beneficiadas por la Administración central. O se da colaboración, reciprocidad, solidaridad, o España terminará por disgregarse, por culpa del egoísmo de unos y porque los otros se harán conscientes de la causa que los mantiene en la pobreza. Madrid, sus dirigentes, que tanto dicen defender la unidad de España, en realidad defienden la desigualdad porque eso les beneficia. Por eso, igual ellos que los dirigentes catalanes, reclaman más beneficios. Más beneficios que en el reparto estatal suponen menos para los demás.