La vida está en el agua

Es urgente devolver a la marisma el agua superficial, la desecación no es válida para aumentar cultivos, porque estos también necesitan el agua que se les ha quitado

Un pluviómetro vacío en Andalucía, en tiempos de sequía.

Está claro que aquello ya añejo de “derecha civilizada”, es plenamente actual, sigue teniendo validez en Europa, mucho más razonable que la oposición negativa permanente de la rancia derecha española. Europa ha respondido con rapidez para negar la razón que a Moreno no asiste, respecto al uso masivo del agua. Europa sabe, ayuseros, abascalianos y el amante de llenar Andalucía de regadíos —ojalá fuera posible— lo ignoran o solo prefieren no enterarse, que el agua es un bien muy escaso en todo el mundo y esa escasez, Andalucía es de las que más la sufren. Sin embargo, con criterio misterioso, posiblemente inconfesable, la Junta de Andalucía decidió un día canalizar toda el agua superficial de la marisma, encauzarla y mediante una estación de bombeo gigante, vaciarla directamente al mar. Jamás nadie habría podido imaginar semejante desatino, pero la estación todavía está en pie y la marisma seca. De toda la inmensa cantidad de agua existente en el mundo, tan solo el 0’007% es apta para consumo humano. Pero todavía nadie ha pensado qué haremos cuando agotemos esa escasa cantidad, para lo que a este paso no harán falta siglos. El problema se paliaría parcialmente embalsando más, pero faltan lluvias para llenar los embalses.

El problema es especialmente grave en los parques Nacional y Natural de Doñana y su entorno. Hasta seiscientas especies animales viven gracias al agua superficial de Doñana, de ellas doscientas especies de aves migratorias que anidan aquí y a su paso limpian de insectos dañinos los campos de toda Europa y África. Es preciso tomar conciencia que la muerte de Doñana es la muerte de todas esas especies y de los cultivos vecinos, verdadero desastre natural mundial porque disminuye la superficie cultivable, hará subir la temperatura con las enfermedades consecuentes y llenará el espacio de nubes de mosquitos y otros insectos y alimañas nocivas, ratas entre ellas. Por tanto, el desastre de la naturaleza será un grave desastre para la especie humana. Esto no es catastrofismo, es una realidad a la que nos acercamos peligrosamente. Convenzámonos: la naturaleza no es enemiga del ser humano, todo lo contrario, es su mejor aliada.

Es urgente devolver a la marisma el agua superficial, la desecación no es válida para aumentar cultivos, porque estos también necesitan el agua que se les ha quitado. Y hay que ser muy comedidos al programar nuevos cultivos, más problemáticos cuanto más agua necesiten. Los acuíferos se salinizan con la extracción masiva, que también puede provocar hundimientos y acelerar la salinización. El agua es un bien necesario, por eso es muy peligroso gastarla de forma irresponsable. Debe racionalizarse su uso, adoptando sistemas de riego respetuosos, como el goteo y abandonar los derrochadores como la aspersión. Es necesario mantener un nivel mínimo a los acuíferos, porque la salinización no tiene vuelta atrás, por tanto, debe actualizarse el sistema de evaluación, porque el actual, desfasado, ya está provocando más daño que beneficio.

En resumen: la subsistencia humana depende del mantenimiento de la vida vegetal y animal. No somos robot, somos animales, dicen que racionales, pues demostrémoslo. El agua, la parte de agua más escasa en el planeta, nos es necesaria para vivir, por tanto, es debemos favorecer la recuperación de los acuíferos, no permitir que su nivel baje por debajo del mínimo necesario, deben ajustarse los métodos de medición, impediremos así que las ciudades sean invadidas por nubes de mosquitos posibles portadores de enfermedades, además de molestos. Debe demolerse la estación de bombeo, recuperar la marisma entera, pues el desecarla es altamente perjudicial, ya que también imposibilita el cultivo, es imprescindible mantener vivas y favorecer su crecimiento  a las aves insectívoras, o la cantidad necesaria de fitosanitario envenenará nuestros alimentos a pesar de seguir siendo insuficiente. Una vez más, convenzámonos: la vida está en el agua. El agua es vida.