"Por ella fue el amor y el odio, la paz y el tormento". Estos versos de la canción que encumbró a José Manuel Soto en 1986 parecen hoy escritos para una sola mujer. Aquella que está en nuestros pensamientos, en las pesadillas de unos y hasta en las plegarias de otros: los más devotos. Y es que los hay tan conectados con su misión en la Tierra que la ven hoy santa, mártir y hasta decente. Ella es única, eso nadie lo discute, por eso la canción del Soto —que debe de simpatizar con la causa― le va tan al pelo. La presidenta de la Comunidad de Madrid despierta amores y odios, pero sobre todo causa tormento. Después de las 7.291 personas mayores que murieron en residencias de ancianos de su región durante la peor etapa de la pandemia, los familiares de los fallecidos han tenido que padecer hace poco también las palabras de Ayuso, quien con una tranquilidad pasmosa argüía que esos pobres viejos la iban a palmar igual. Por ella fue el tormento doble, pero no habrá paz para las malvadas.
"Por ella la ilusión y el gozo de vivir queriendo". Porque a fin de cuentas su mayor pecado fue enamorarse de quien no debía, estar poco atenta y no pedirle el resguardo de la declaración de la renta ni el extracto del banco. Tampoco es imprescindible preguntar a tu novio de dónde saca la pasta para pagar el casoplón de lujo donde te vas a ir a vivir, ni por qué de pronto hay un Porsche que viene a hacerle compañía al Maserati en el garaje. Son cosas normales, que le pasan al más pintado, ilusiones pequeñas, el gozo de prosperar como buen español. Si la presidenta cometió delito alguno, ese fue el de enamorarse, como declarara en su día la ínclita tonadillera Isabel Pantoja en referencia a su exalcalde marbellí. Vivir queriendo fue su gran error, creer que el mundo funcionaba bien, acostumbrarse a que lo normal fuera el lujo sin consecuencias. Vivir de ilusiones muy caras mientras el que paga las facturas defrauda 350.000 euros a Hacienda e intenta vender vacunas por África cinco veces más caras de lo que cuestan.
"Por ella miro siempre el sol desde mi ventana. Por ella tengo aún ilusión en el fondo del alma". Pero ella es pura ilusión y nula maldad. Sus consejos son capaces de devolver el sol a los balcones en forma de plantas y, de paso, frenar ella solita el siempre exagerado cambio climático desde el kilómetro cero cañí. Porque ese invento de rojos y conspiradores nunca podrá frenar las ansias de progreso de quien entiende la libertad como la capacidad de tomarse más cañas y de no cruzarse al ex. Esto último probablemente sea ahora lo que más desea. Ella hace que perviva en mí la ilusión. Porque si alguien sin talento, ni carisma, ni moral consigue poner a su favor a tanta gente, no pierdo la esperanza de estar viviendo en ese Matrix de 1999. Entonces todo sería cuestión de mandar a tomar viento la jodida pastillita azul. Siempre el azul. "Por ella la contradicción y los desvaríos. Por ella cada sinsabor, cada sinsentido".