En estos días el nombre de José María Pemán resuena en los mentideros gaditanos. El motivo: la retirada de la placa que el escultor Vassallo Parodi hiciera para homenajear al poeta y que se encontraba en la fachada de la que había sido su casa natal en la calle Isabel la Católica. Coincidiendo con esta noticia, el nombre de Ramón de Carranza se ha cambiado del Estadio del Cádiz Club de Fútbol por el de Nuevo Mirandilla. La sombra del franquismo planea sobre las dos figuras.
Desde el Consistorio gaditano han justificado estas actuaciones para ajustarse al estricto cumplimiento tanto de la Ley 52/2007, de Memoria Histórica, como de la Ley 2/2017, de Memoria Histórica y Democrática de Andalucía. Si se atiende a lo que objetivamente ambos textos expresan, concretamente el artículo 15 de la norma estatal y el artículo 32. 1, 2 y 3 de la ley andaluza, puede decirse que las actuaciones anteriormente mencionadas están dentro de lo que las leyes reclaman a las instituciones, tal y como están redactadas. Pero ¿qué pasó con Mercedes Formica?
En este caso, habría que revisar lo reflejado en la ley 52/2007, ya que la norma andaluza tiene fecha posterior a la retirada y ocultación del busto de la escritora y abogada gaditana en octubre de 2015 (aunque viene a decir más o menos lo mismo). Fue una de las primeras acciones tomadas en Cádiz en este sentido. El equipo de gobierno municipal asumía el control en junio del citado año y, pasado el verano, se produjo esta mala acción contra la memoria de una mujer tolerante y defensora de la igualdad en tiempos de la dictadura.
Con ella se quiso destacar ante el adversario político, ya que fue el Partido Popular el grupo que aprobó la ejecución del busto y se entendió que Formica era su modelo de mujer, cuando es historia del feminismo español. No quisieron ver que la colocación del busto en la plaza del Palillero fue el colofón a los actos del centenario de su nacimiento en 2013, después de que quien esto escribe encontrase su partida bautismal (se desconocía la fecha exacta) y ejerciese de documentalista, de forma altruista, para la exposición que se preparó en la Sala Cigarreras del Centro Integral de la Mujer, titulada Un grito en el silencio: Mercedes Formica (1913-2002). Es decir, detrás de aquello únicamente hubo investigación profesional de una persona vinculada a la Universidad de Cádiz, que además había sido becada para estudiar cuestiones de género por la Fundación Municipal de la Mujer, organizadora de la muestra.
Los motivos que se expusieron de forma oral y escrita (en una misiva que se envió a distintas organizaciones) para explicar la retirada del busto fueron erróneos o incompletos. Formica vivió en el franquismo, pero no fue una persona que contribuyera a la formación de aquella España. Militó en la Falange de José Antonio Primo de Rivera hasta el fusilamiento de este, de 1933 a 1936, de los 20 a los 23 años, y desde la minúscula rama femenina del Sindicato Español Universitario, distinta a la Sección Femenina, que la tachó de “no ser trigo limpio” (porque era limpio ese trigo). No tuvo más implicación política, y esta, por ser mujer, había sido más figurativa que influyente.
La Guerra Civil le supuso un enorme impacto y afirmó que cambió el curso natural de la historia: “Ningún fin justificará esta sangre”, dejó expresado. ¡Qué pronto se dio cuenta! No se desvinculó en edad adulta o en la senectud, sino con 23 años. Esa “amalgama monstruosa”, como definió el movimiento franquista durante la contienda, no la representaba. “Nunca estuve entre los fachas”, expresó, admitiendo con ello la existencia de gente así en su entorno, pero ajena a ella. No existe ninguna exaltación de su autoría sobre la España emergida de la guerra. Lástima que no se dijera esto cuando se quitó el busto.
A Mercedes Formica se la definió como una militante fascista proclive al golpe de Estado y como si no hubiese cambiado nunca de pensamiento, quizá, para hacerla “encajar” en lo que describe el texto legal. No se comentó que, en aquellos tres años, salvó vidas del bando “opuesto”, como la del poeta Jorge Guillén, y que intentó proteger hasta el final a Miguel Hernández, con el riesgo de muerte que conllevaba, para ella y para Eduardo Llosent, su primer marido.
Otro de los argumentos presentados como incuestionable para la retirada del busto de Formica fue la dirección de la revista Medina. En efecto, era de la Sección Femenina, lo que había para quien tuviese inquietudes literarias, fuese mujer y viviese en España. En otras fuentes, que recogían con satisfacción el envío al ostracismo de la gaditana, se afirmaba que ejerció este papel de 1941 a 1970, cuando la revista se extinguió en 1945 y estuvo en el cargo solo siete meses, sin percibir ninguna compensación económica. Dimitió por problemas con la censura, por no poder desenvolverse libremente en su trabajo. En aquel contexto, ¿cómo no iba a contener la revista propaganda de la Sección Femenina? Era obvio, pero, en el tiempo que estuvo, mejoró el formato y dio un color más cultural a las páginas de aquella sombría publicación, por ejemplo, incluyendo literatura escrita por mujeres. La dimisión constituye una prueba más de su distancia con el Régimen y de su rechazo al ideario femenino propagado desde los órganos oficiales.
Entonces, ¿por qué se quitó el busto de Mercedes Formica? Su participación en Falange ocurrió durante la República y su desencanto se inició antes del franquismo. Formica siempre tendrá el honor de haber impulsado la primera reforma del Código Civil, en 1958, para incluir derechos a las mujeres en España, que afectó a otros cuerpos como el Código de Comercio, Código Penal y Ley de Enjuiciamiento. Algunos de los logros no fueron contemplados durante la República. La escritora y abogada de Cádiz, una de las tres en activo del Madrid de los años cincuenta, no reclamó leyes que estuvieran en la República y que luego fueran suprimidas. El artículo 44 de la Ley de Divorcio de 1932, apartado 2º, regulaba el “depósito de la mujer” en trance de divorcio por considerarse el domicilio conyugal “casa del marido”, que fue, precisamente, uno de los triunfos de Formica, erradicar este ignominioso precepto.
Habrá que pensar que quitaron el busto de Formica y que su nombre brilla por su ausencia en actos, cursos o actividades feministas que se hacen en la ciudad (que no en Madrid, donde el Consistorio de Manuela Carmena le dedicó una calle, después de aprobarlo el Comisionado de la Memoria Histórica) porque se abrió paso en un mundo de hombres como narradora (con obras valientes como A instancia de parte (1955) contra la violencia machista), articulista y ensayista, por haber promovido que la justicia tuviese potestad para decidir cuál de los dos cónyuges debía abandonar el domicilio en el supuesto de separación, según fuesen las necesidades y no siempre la mujer (como era a la sazón), por haber querido que la mujer pudiese estar o quedarse con su descendencia en tal situación (y no depositada en un convento, aislada, o en una vivienda de algún conocido autorizada por el marido, aunque este fuese un maltratador), por haber conseguido que a la viuda que se casase en segundas nupcias no le arrebatasen los hijos del primer matrimonio (como se hacía en su tiempo y no al viudo en idénticas circunstancias), por haber defendido a los menores huérfanos y maltratados y criticado a las instituciones que debían protegerlos, por haber alertado sobre casos de bebés robados en la dictadura, por haber proclamado el derecho al amor sin restricciones, por haber abogado por la libertad religiosa, por haber luchado para que las mujeres pudiesen trabajar de acuerdo con su formación en cualquier profesión y puesto de responsabilidad…
Por todo esto, entonces, debieron quitar el busto de Mercedes Formica de la plaza del Palillero: por feminista, por haber creído que con el feminismo la sociedad avanzaba al tratarse de preservar y conseguir derechos humanos. Es evidente que, con ella, no hubo objetividad respecto a lo estipulado en las leyes de Memoria Histórica. Alcanzó el máximo nivel de compromiso contra el predominio de los fuertes en un ambiente hostil, arriesgándose a ser expulsada del Colegio de Abogados y poniendo en peligro su vida.
Miguel Soler Gallo, doctor por la Universidad de Salamanca e impulsor del legado de Formica