“La bandera andaluza, símbolo de esperanza y de paz que aquí hemos izado esta tarde, no nos traerá ni la paz ni la esperanza ni la libertad que anhelamos, si cada uno de nosotros no la lleva ya plenamente izada en su corazón”. Blas Infante, Ayuntamiento de Cádiz, 12 de Julio de 1936.
Hace ya más de 40 años el pueblo andaluz rompió sus cadenas y su marginación votando masivamente por una autonomía de primera en el contexto del nuevo estado democrático. Hartos ya de estar hartos los andaluces y las andaluzas dijeron basta a años de discriminación marcados por la preponderancia del triple eje Bilbao-Madrid-Barcelona. Aquel 4D y el posterior 28F Andalucía se ganó el título de Comunidad Histórica a pulso, demostrando que era un pueblo vivo y orgulloso de sí mismo que no aguantaba más ser la hermana pobre de un Estado que la relegaba al papel de colonia interior.
Los andaluces y las andaluzas se rebelaron para conseguir un poder político propio que consiguiera un mayor nivel de bienestar y de desarrollo económico para nuestro pueblo, en igualdad con otras comunidades del Estado. Entendieron perfectamente que sólo con más poder propio, con empoderamiento, conseguirían romper los esquemas de sumisión al centralismo madrileño y a las propias élites andaluzas extractoras de la riqueza de nuestra tierra y acaparadoras de recursos e influencias. Fue un momento mágico, unos años de revuelta andaluza en medio del proceso de transición español.
Sin embargo, en el momento actual, más de 800.000 andaluces y andaluzas, casi uno de cada tres desempleados españoles, siguen sufriendo la terrible lacra del paro, producto de un modelo productivo caduco y tercermundista; las desigualdades norte-sur se acrecientan, marcándonos con un estigma indeleble que perdura por decenas de años; el déficit en infraestructuras sigue siendo una asignatura pendiente, con obras eternas y proyectos inacabados o sin desarrollar que lastran nuestro futuro y nuestro presente; los jóvenes tienen que volver a emigrar para buscar prosperidad en otros lugares aplicando sus conocimientos, adquiridos con nuestros medios, en enriquecer otros países en vez del suyo propio.
¿Falla la autonomía, el autogobierno? No, fallan los repetidos gobernantes de los partidos centralistas de turno que no creen en nuestro pueblo y que han utilizado la Junta como ariete contra los gobiernos de Madrid cuando eran de distinto color político o que se han sometido cuando han sido de su mismo color. Fallan los gobernantes que han despilfarrado dinero público de manera indecente y que han llenado de casos de corrupción las páginas de los periódicos. No falla la estructura, falla la utilización y el uso que de ella han hecho los que se valen de ella, pero no creen ella, fallan los que la utilizan como formidable poder político, pero no para atacar la raíz de los problemas de nuestro país.
Desde el propio Blas Infante, pasando por el histórico Ortiz de Lanzagorta, los pensadores andalucistas de la Transición, especialmente José Aumente, pero también José María de los Santos, Manuel Ruiz Lagos o José Acosta, y los posteriores Isidoro Moreno, Antonio Lacomba, Manuel Delgado Cabeza o Enrique Iniesta, hasta los recientes Antonio Manuel, Rodríguez Illana, Rubén Pérez Trujillano, Carlos Arenas, Manuel Ruiz y tantos otros que se me quedan en el tintero, han analizado la historia, la cultura y la economía andaluza con gafas blanquiverdes, con mirada y pensamiento andalucista, en diferentes épocas y momentos pero ante parecidos problemas. Han diagnosticado las quiebras de nuestra tierra como nadie lo ha hecho y han acertado en el análisis y también en la vía de solución.
Y es que más autogobierno, más autonomía son sinónimos de bienestar social, de prosperidad económica, así lo entienden también otros pueblos del Estado que reclaman más competencias para ser autosuficientes. Más sanidad, más educación, más empleo, más vivienda son sinónimos de más andalucismo. Sólo el andalucismo ha sido capaz de analizar la realidad actual e histórica de Andalucía y hallar la causa de nuestro atraso económico que no procede de un castigo divino ni de problemas endógenos, sino que procede del lugar en que nos han colocado decisiones tomadas fuera de nuestras fronteras, de Despeñaperros para arriba y que nos han mandado siempre a la periferia de la periferia tanto política como económicamente.
Tenemos que volver a sacar nuestras banderas verdiblancas y gritar autonomía y libertad para defender y exigir lo que nos corresponde. Hace falta convencimiento en nuestra capacidad, en nuestro autogobierno para impulsar otro modelo productivo, para relanzar infraestructuras vitales para nuestro desarrollo, para potenciar un sistema financiero propio fundamental para nuestra tierra. Es necesario que la ética dirija nuestros pasos consiguiendo la coherencia entre teoría y práctica. Hay que recuperar el orgullo en nuestra habla y en nuestra cultura y en nuestra manera de ser y vivir que ha soportado presiones tremendas pero que sobrevive por encima de todo, ese genio andaluz al que se refería Infante.
Los andaluces debemos y tenemos que ser los protagonistas de nuestra historia, pero actores reales y no meros extras en un decorado de cartón-piedra. Los andaluces debemos y tenemos que ser los que escribamos nuestro destino sin dejar que otros nos dicten un futuro de marginación y decadencia. Los andaluces debemos y tenemos que volver a llenar de esperanza nuestros corazones y marcar el camino de una Andalucía digna y orgullosa de sí misma. Y para todo ello debemos tener poder político en Madrid y en Bruselas y conseguir que en el Parlamento andaluz y en los sillones del gobierno de la Junta se sienten mujeres y hombres que miren y piensen en andaluz, para que, desde el andalucismo del siglo XXI, entendido como crisol de la izquierda, el ecologismo y el feminismo, puedan aplicar la única solución posible, más Poderío Andaluz.
Bajo estas premisas y conceptos se refundó Adelante Andalucía en el Sacromonte granadino en junio del año pasado y bajo estos parámetros nos presentamos a las próximas elecciones andaluzas. Una oportunidad para empoderar a nuestro pueblo. Sea por Andalucía Libre.
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