Durante nuestra trayectoria vital conocemos a personajes singulares que en determinados momentos nos comunican de forma generosa y desinteresada multitud de valores y saberes, este es el caso del profesor León Carlos Álvarez Santaló, un sabio ilustrado del barroco en la transición política española.
Somos muchos los estudiantes que nos sentimos atraídos por la seguridad de su magisterio. Mi hermano Carlos lo recuerda así “9 de Termidor. Estábamos en la Revolución Francesa, explicada, día a día, nueve meses, el parto de la democracia contemporánea. Y explicaba sin apuntes. Era un conferenciante que emanaba un magnetismo mágico. Por momentos te creías un sans culotte (un descamisado) marchando a la Toma de la Bastilla. Andalucista y universal. No le era ajena ninguna revolución desde la Edad Moderna a nuestros días. Qué mundos tan variados de mentalidades me enseño a descubrir. Era un hombre de la Ilustración, incluso por su grave y elegante voz, y no menos por su peinado dieciochesco. Descanse en paz”.
Profesor e investigador respetuoso con sus colegas y estudiantes dictaba sus exquisitas clases con pulcritud y firmeza emocionando a través de su voz, compartiendo sus inquietudes la necesidad de multiplicar nuestros puntos de vista con fuentes procedentes de la literatura, la música, la religión, el arte y la ciencia. Nunca olvidare su mesa de trabajo barroca con sus Vanitas y la caligrafía que adornaba sus palabras.
Años más tarde tuve la oportunidad y el honor de presentarlo en la conferencia que impartió a mis colegas de la Asociación Hespérides con motivo del Congreso de Profesores Investigadores de Guadix titulada La marginación en la red cultural barroca: un laberinto con Minotauro, publicado en el Anuario 11 de Hespérides el año 2003. Aún conservo el texto escrito a puño y letra que me entrego y me daba pena mecanografiar. Un testimonio del sabio, culto e ilustrado, que anidaba en su interior.
Era imposible separar su condición de profesor, investigador, curioso y persona que lo singularizaba. Tenía una sensibilidad especial para el arte, nunca olvidare sus atinadas observaciones sobre la Catedral de Guadix, la experiencia docente del Padre Poveda, las cuevas e incluso su admiración por el trabajo del docente de Enseñanza Media. Con ocasión de la presentación de la Tesis Doctoral de otra hesperidiana Adela Tarifa sobre la Casa Cuna de Úbeda, todos los que tuvimos ocasión de escucharle, descubrimos su exigencia en el trabajo sobre este colectivo tan marginado, al que muchas personas se acercan por lástima sobre el que exigía justicia y conocimiento. Una realidad dolorosa debe ser analizada desde todos los ángulos para contar las verdades que encierra y los intereses que dificultan y obstaculizan aún hoy en día una investigación rigurosa y completa.
Su magisterio nos enseño la rica e interesante información contenida en los tratados de devoción y libros religiosos sobre la Historia de las Mentalidades desde el punto de vista del espectador y del poder. Los marginados del barroco como niños abandonados, mujeres, conversos, moriscos etc. han sido objeto de investigación de muchos hesperidianos, alumnos-as directos o lectores de sus obras, habiendo contribuido a difundir sus valores y saberes en las aulas de Bachillerato y de la Universidad, entre ellos recordamos los estudios de Francisco Javier Sánchez Cid, Miguel Ángel Núñez, Antonio Herrera, José Manuel Navarro, Carmen Fernández-Daza, María Dolores Quesada, Virgilio Fernández, Ana Lomas, Pedro Martínez, Marion Reder, José Luis Martín, Juan Carpio, Fernando Mazo y un largo etc.
Los estudiantes que hemos gozado con sus magistrales clases reivindicando la lectura y el espíritu crítico, a la que tantas veces nos invito y, hoy parece que la digitalización desea lo expulsemos de una manera definitiva al mundo del olvido.
Dios tenga en su gloria a la persona que iluminó a tantos a desentrañar los misterios y realidades de la sociedad barroca andaluza y española.
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