Como componente de una agrupación he visto desde hace ya muchos años que la ciudad se abarrota de manera exagerada por muchos puntos de su callejero.
En los medios de información, se ha hablado últimamente sobre novedosos y eficaces dispositivos o protocolos de seguridad para la localización o aviso de incidencias en festividades como las que tienen lugar en Pamplona, las Fallas de Valencia o la Semana Santa Sevillana. Por ejemplo, en este último caso, el Consejo de Hermandades y Cofradías está barajando las posibles soluciones para evitar los máximos riesgos posibles a todas las personas que forman parte de la Madrugá hispalense. Por otro lado, y para evitar los lamentables sucesos del pasado año por San Fermín, se ha reforzado la seguridad y vigilancia y no descartan un endurecimiento y drasticidad de sus medidas. Es comprensible que, tras la oleada de atentados por Europa, el turismo se vea algo más resentido y la histeria social reprima la emoción de disfrutar de la cultura de otras localidades, pero es algo que difícilmente podemos controlar.
Tras analizar estas cuestiones, me ronda por la cabeza (y creo que a muchos gaditanos) la misma pregunta una y otra vez cuando se publican titulares con similares sucesos ¿y si esto pasara en Cádiz en su semana de Carnaval?
Como componente de una agrupación he visto desde hace ya muchos años que la ciudad se abarrota de manera exagerada por muchos puntos de su callejero. Tras finalizar los compromisos que se suelen tener el sábado de carnaval raro es quien se queda por la calle, y transitar por el centro se convierte en una auténtica odisea, sorteando tapones de gente, botellas y una cosa que últimamente se está poniendo muy de moda; los petardos en las bullas. Calle ancha, plaza de mina, la Palma o San juan de Dios se convierten durante unas horas en un hervidero de personas (recalcando, de todas las edades y estados de embriaguez) donde quizás no tengan la misma distribución que las entramadas calles sevillanas un Viernes Santo Madrugá, pero que las convierten también en peligrosos lugares en el caso de ocurrir una carrera en algunos de sus accesos. Provocar una alarma social resulta ser de lo más sencillo aprovechando el caos reinante.
Obviamente, y sin conocer ningún protocolo de seguridad, la gente saldría por las partes circundantes de los barrios (alameda, campo del sur, canalejas, plaza España), que son las áreas más espaciosas de la ciudad, pero aun así la llegada hasta estos puntos sería una tarea complicada y peligrosa.
Por el contrario, una violación puede pasar en cualquier momento, no hace falta que sea carnaval. Pero es una realidad que una gran cantidad de jóvenes utilizan esta fiesta para dar rienda suelta a sus intenciones más carnales. Las intenciones sexuales quedan infundadas incluso por las empresas que hacen las excursiones a la ciudad, ya que muchas regalan preservativos en sus kits para disfrutar del carnaval.
Por todo esto, y a causa de otros sucesos como peleas, botellazos, y otros de desorden público, se debería de prever para nuestra semana más festiva (y sobre todo los sábados) un dispositivo acorde para la magnitud de visitantes que experimenta Cádiz ya no solo por la seguridad de los mismos y de los ciudadanos y limpieza de sus calles, sino también para el disfrute de quienes oyen las coplas en los tablaos que se reparten por la ciudad.
Con esto no trato de ser fatalista, solo concienciar que es posible evitar los riesgos que pueden llegar a ocurrir y que han pasado en otras localidades. Observar como subsanan sus errores y aprender de ellos, harán que no los cometamos nosotros y poder evitar así una desgracia en el futuro.
Carta al director de Daniel Pérez Madueño