El cartel de Salustiano García no me gusta por un motivo muy distinto al que disgusta a la mayoría a los que no les gusta: es demasiado cristiano. De tal manera que estoy del bando de los detractores por el motivo contrario al que alegan (la irreverencia) y en frente de los defensores por el mismo motivo que aducen en su defensa (heterodoxia). Es decir, coincido en el disgusto, pero no en la causa y coincido en la causa, pero no en el gusto. Ya ven que esto, y en muchas más cosas, soy un auténtico invertido causal.
La semana santa sevillana, y en gran medida la andaluza, es más mariana que cristiana. No niego ni mucho menos que la fiesta pascual sea un hecho religioso, que lo es y mucho, sino que es un hecho más culturalmente católico que Cristo céntrico. Lo que no me gusta no es la calidad estética de la obra de arte que me parece notable. Pero si el cartel fuera un lienzo de Gordillo tampoco me gustaría, sin que aquello fuera en menoscabo de mi admiración, que es mucha, por el pintor conceptual sevillano. Ni por el escándalo homófobo que una representación de un Cristo homo erótico provoca en los que dicen que el Cristo real, histórico, no fue realmente así.
Cristo realmente no fue así, porque no fue de ninguna manera, no fue, no existió nunca. Es un invento tan fabuloso como Neptuno. Cristo no es un personaje histórico como Napoleón o Cesar Impugnar el cartel de Salustiano por motivos de realismo es tan ridículo como impugnar un dibujo de un unicornio por errores anatómicos. A mí este tipo de argumentos me recuerda la polémica que hubo con Antonio Machín y sus angelitos negros. ¿Hay ángeles negros? ¿Hay cristos homosexuales? En fin… Qué locura.
Un cartel que publicita un hecho social debe referir significativamente a algún aspecto de este hecho y este cartel selecciona muy mal dos aspectos de la semana santa Sevilla: el cristocentrismo y la resurrección. El eje central de la semana santa sevillana es el marianismo. Ya en Al Ándalus, María era una figura central. No es muy conocido como el islam reconoce la virginidad y pureza, concepción de la virgen María y la santidad de Santa Ana (Sura 3, Aleya 47). Sevilla y gran parte Andalucía fue un adelantado, mucho antes que Roma lo proclamara en el siglo XIX, en la defensa del dogma de la Inmaculada concepción de María. En Triana se erigió por vez primera en Europa una iglesia en culto a santa Ana. Esta continuidad en el marianismo musulmán y cristiano en Andalucía es sospechosa de continuidad cultural más allá de las religiones. No es menos verdad que el imperio de la monarquía hispánica y la iglesia usó esta devoción mariana para hacer frente a la reforma luterana y asentar en la cultura popular la contrarreforma. Pero el marianismo es muy anterior en Andalucía a la reforma, como se puede ver en múltiples datos históricos desde el siglo XIII. La iglesia y el imperio regaron la semilla del marianismo con profusión porque esa planta ya había arraigado en nuestro suelo muchos siglos antes.
El cartel es demasiado cristiano también porque resalta un hecho invisible en la Semana Santa de Sevilla: la resurrección. Isidoro Moreno destaca en la ausencia, singular dentro de una celebración religiosa, de relatos sobre hechos sobrenaturales una peculiaridad notable de este tipo de religiosidad popular. ¿Hay algo más cristiano y sobrenatural que la resurrección? En fin, no me gusta porque la Semana Santa de Sevilla ni es un museo, ni es un templo, ni es una galería de arte, lugares todos donde el cartel hubiese caído de maravilla. Quizás, tal vez, quién sabe, el marianismo andaluz no sea sino la epifanía, en el sentido de Joyce, más elegante, bella y graciosa de la takiyya andaluza y eso ningún cartel cristiano, por muy homo erótico que sea (maldición para unos y bendición para otros), lo representa.
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