A mediados de la carrera empecé a plantearme la siguiente cuestión. La feria de Sevilla encadena con las motos y luego, a la semana siguiente, con la feria de Jerez. El resultado: tres semanas de muerte y destrucción para quien estuviese a caballo entre las dos ciudades. Así expuesto, flaco favor se les hace a los andaluces con el tópico de que siempre estamos de fiesta, por lo que me parece prudente recordar que tenemos el mismo número de festivos que cualquier otra comunidad, solo que repartidos de forma distinta. Por cierto, somos la segunda comunidad menos absentista en lo que a trabajo respecta, pasar el rato en una feria que no es la tuya no es motivo para faltar al trabajo.
Es más que obvio que todo el mundo ha cogido las ferias con muchas ganas. La gran asistencia a la semana santa está ahí también como precedente. La intensidad de esta feria puede verse en el hashtag #Papagorda2022, donde se ve a todo el mundo que se le ha ido de las manos. Yo he apostado que la borrachera en Jerez puede ser mayor que la de Sevilla, sobre todo por una razón. Teniendo ahí la barrilá y pudiendo hacer botellón legalmente en el recinto, sería lo lógico. Puede que me equivoque, ya se verá. Lo que sí me parece raro es que la gente se sorprenda de la cantidad de basura que acaba en la barrilá cuando es algo que siempre ha pasado.
En cualquier caso, parece que la gente necesita esas tres semanas de muerte y destrucción, desinhibirse durante un periodo largo de tiempo. Puede que sea con tal de recuperar lo perdido, ganas acumuladas o un poco de todo. Quizá, simbólicamente, se está celebrando el fin de una época muy mala, que merece una fiesta por todo lo alto. O quizá, estamos aprovechando antes de que tiempos todavía peores vengan. Sea como sea, es imposible quitarse al Torta de la cabeza cantando “viviendo sin frenos”.
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