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Cisjordania, la invisible

Me pregunto si Cisjordania es moneda de cambio para esa extrema derecha que se negaba al acuerdo de alto el fuego

12 de febrero de 2025
Manifestación por Gaza y Cisjordania, Palestina.
Manifestación por Gaza y Cisjordania, Palestina. MAURI BUHIGAS

Cisjordania es del tamaño aproximado de Cantabria, con la diferencia de que la habitan cerca de tres millones de personas. Pertenecería al Estado de Palestina junto con la Franja de Gaza si además de ser reconocido oficialmente por 145 países (curiosamente, casi ningún país europeo) y la ONU, se hiciera de hecho y se actuara con él como tal.

Cisjordania colinda con Israel y este, poco a poco, la ha colonizado y lo sigue haciendo, no solo territorialmente a través de establecer asentamientos y legislar expropiaciones de terrenos, sino que se ve sometida a tener su administración y economía “compartidas” con Israel. Lo escribo entrecomillado porque es este último quien maneja realmente la economía cisjordana y cuando lo cree oportuno la asfixia hasta el límite. El año pasado tuvo que intervenir el Tesoro estadounidense para convencer a Israel de que aflojase la mano, pues hundir la banca palestina podía tener repercusión económica internacional.

También está bajo la administración militar israelí, o lo que es lo mismo: Israel se reserva el derecho a intervenir militarmente cuando le plazca. Por ejemplo con la actual Operación Muro de Hierro, que en 19 días ha dejado 50 muertos (incluidos algunos menores), más de un centenar de detenidos, ha desplazado de sus hogares a miles de personas y destruido edificios enteros de viviendas y sus calles. Siempre en aras de acabar con “terroristas”. Dudo que Leila al-Khatib, de dos años de edad, a quien mató el ejército israelí de un tiro en enero lo fuera, o la mujer embarazada.

Aprovecha Israel el alto el fuego en Gaza para llevar a cabo la mencionada operación en Cisjordania, que consiste, de momento, en destruir los campos de refugiados de Yenín, Tulkarem, Nablús y otras gobernaciones más y tratar a sus habitantes en la misma línea que ya ha hecho en Gaza: con la excusa del “terrorista” justificar el asesinato de civiles, con la excusa del “nido de terroristas” destruir viviendas y edificios civiles y establecer controles en los centros médicos. Al igual que en la Franja de Gaza privar a su población de electricidad y agua, y obligarlos a desplazarse. Pero antes de esta intervención, los cisjordanos han padecido las innumerables “operaciones” del ejército israelí y la violencia de los colonos, quienes a 14 de noviembre de 2024 habían llevado a cabo más de 1.270 ataques contra palestinos en Cisjordania.

De la violencia verbal, de arengar y envalentonar se encargan dos colonos tan señalados como el Ministro de Finanzas de Israel, Smotrich, residente en Kedumim, asentamiento israelí en Cisjordania y Ben-Gvir, hasta hace poco Ministro de Seguridad Nacional, residente en el de Kiryat, ambos pertenecientes a la extrema derecha israelí. Me pregunto si Cisjordania es moneda de cambio para esa extrema derecha que se negaba al acuerdo de alto el fuego, que amenazaba con llevarse por delante al gobierno de Netanyahu y que al final cedió sin dar problemas.

A día de hoy, Israel campa a sus anchas por Cisjordania, bajo el acostumbrado amparo del silencio europeo (incluida España) y el chisporroteo constante de declaraciones de Trump sobre el futuro de la Franja de Gaza. Declaraciones que pasan por novedosas cuando no son más que repetición en su boca de las que Netanyahu realizó hace meses, manifestando que la costa de Gaza podría ser un buen lugar de ocio y recreo para los ciudadanos israelíes.

Sin embargo, lo que está ocurriendo en Cisjordania va más allá de las palabras. Cuando Netanyahu ganó las elecciones prometió extender la soberanía de su país a Cisjordania, lo que poco a poco se convierte en hechos no solo mediante la violencia, sino por la aprobación de leyes que autorizan a incorporar nuevas hectáreas de territorio cisjordano para establecer y ampliar asentamientos israelíes. El 3 de septiembre de 2024 se publicó una foto del Facebook de Netanyahu, perteneciente a una rueda de prensa, puntero en mano, señalando el mapa de Israel: un mapa en que no se aprecian los límites de Cisjordania, puesto que ya forma parte de Israel.

Conceder como premio a la extrema derecha israelí el territorio cisjordano para mantener su fidelidad, y de paso su poltrona de primer ministro, es una posibilidad que tiene precedentes.

El 15 de julio de 2024 se publicaba que Smotrich, el Ministro de Finanzas, hacía un llamamiento a Netanyahu para “aplicar la soberanía a los territorios de la patria” y anexar de hecho Cisjordania; así como pedía el 1 de septiembre un “ataque preventivo” sobre Cisjordania y el 26 de noviembre defendía que Israel “debe y puede ocupar la Franja de Gaza” y el Gobierno debe promover la “migración voluntaria”. Idea que avalaba Ben-Gvir a 1 de diciembre, siendo aún Ministro de Seguridad Nacional: “Estoy trabajando duro con el Primer Ministro para promover que se fomente la migración desde Gaza y estoy empezando a descubrir cierta apertura en el asunto”.

No, Trump no dice nada nuevo, solo que va de showman, nos rendimos a su histrionismo y tendemos a la mala memoria. Y mientras, Cisjordania sigue siendo invisible.

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