Os cuento por qué cambié de manera de pensar con la crisis catalana burguesa. Yo pensaba entonces que el independentismo catalán tenía derecho a un referéndum y tal. Tenía amigos, o eso pensaba yo, que eran amigos, independentistas. Pero cuando el Parlamento catalán declaró la independencia, para luego quitarla a los cinco minutos, y se formó la que se formó, yo dije que no estaba de acuerdo. Porque pienso, que estamos en un Estado de Derecho, y que las leyes están para cumplirlas. Y si no nos gustan, pues se votan y se cambian, pero cumpliendo la ley siempre. Se puede estar de acuerdo o no. PERO ES MI OPINIÓN. Tan respetable como otra.
Pues a mi amigo eso no le gustó. Se enfadó y me insultó. ¿Saben que insulto utilizó para herirme? Me dijo: ‘Te has convertido en un español de bien‘. Obviamente, soy de Jerez y soy español. No soy de Transilvania. Ni de Canadá. Ni de las Islas Salomón. Soy español. Andaluz. Gaditano. Pero ¿despreciarme a mí por ser español? Pues no.
Y no soy yo del que va enarbolando su españolismo por el mundo. Es más, creo como canta la Internacional (¿en qué momento se nos olvidó a la izquierda cantarla?), el género humano es la Internacional. Pero oye, me tocó la fibra. A mí nadie me puede insultar llamándome español, porque no tengo porque avergonzarme por serlo. Al igual que me siento igual de bien por ser andaluz. Y eso me hizo cambiar el chip.
No puedo apoyar a nadie que insulta a otro por no ser ‘de su país’. Si algo he aprendido con toda la astronomía que he estudiado es que el mundo es redondo y no tiene fronteras. Que las líneas solo son inventos políticos. Pues eso. El pretender insultarme llamándome español me cambió la conciencia. Perdí un amigo, pero me doy cuenta de que no perdí gran cosa, porque gané mucho más.
Lo que más me duele, es que este sentimiento, el de ser español o ser andaluz, o ser de donde fuere, sea utilizado por los unos y los otros para enfrentarnos y dividirnos. Por eso yo, nunca iré a una manifestación a Madrid o Barcelona.