Me gusta la divulgación científica desde pequeño. Cuando yo era chico, había buenos programas de televisión en la única televisión que había: la española. Por poner algunos ejemplos, El hombre y la Tierra, de Félix Rodríguez de la Fuente, Cosmos, de Carl Sagan o el mismo Más vale prevenir, de Ramón Sánchez – Ocaña. Estas personas era eminencias del saber científico y sus palabras eran como el oro líquido para quien quisiera aprender y saber.
Ya de adolescente, y para seguir ahondando en el saber, empecé con la prensa escrita, fácil y asequible. Mis revistas favoritas eran el Muy interesante, el Conocer y el Algo. Ahí aprendí muchísimo sobre ciencia.
Cuando fui creciendo, fui buscando revistas más profesionales y específicas, y leía el Investigación y Ciencia o Mundo Científico.
Apareció internet y dejé de comprar revistas y acudía a los blogs. Muchos científicos divulgaban sus obras, pero empezaron a aparecer blogs que todo lo que contaban era solo mentira. Pero los veías sólo si los buscabas.
Ahora, con las redes sociales, cualquiera puede escribir sobre ciencia y llegar a miles de personas. O sobre mentiras sobre ciencia y llegar al mismo número.
La mentira se ha institucionalizado y debes tener una cierta formación para distinguir la verdad de la mentira. Hoy cuesta más trabajo ser menos ignorantes, porque te la cuelan.
El resultado lo estamos viendo con los antivacunas. Gente que se cree antes una mentira que una verdad. Gente que nunca ha leído un libro entero. Gente que te habla de lo mala que son las vacunas, que insisten en que no te la pongan, que hasta te insultan y te miran por encima del hombro, pero gente a las que les preguntas quién fue Pasteur y cómo funciona una vacuna y la diferencia que tiene con un antibiótico y no tienen ni idea. Pero se atreven a discutir, que no debatir porque no saben, contigo sobre la eficacia de las vacunas. Que cuando les pide una referencia o cita científica que corrobore lo que están diciendo te mandan a un vídeo de YouTube o al Tik Tok de Paz Padilla.
Es la ignorancia del ignorante. Personas que son tan ignorantes que ignoran su propia ignorancia y que hacen el mismo daño que los virus que causan enfermedades.
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