No sé en qué momento de la Historia de España, la vacunación dejó de ser obligatoria. En mi infancia, me pusieron vacunas de todos los colores. Algunas de ellas, en el mismo colegio. Recuerdo especialmente, la prueba de Mantoux para la tuberculosis, y como luego te vacunaban, con una postilla que se te quedaba en el hombro, y te daban un papelito con una franja, azul, marrón o roja, que indicaba tu estado de salud. El no tener el papelito creo recordar que podía hacer que no te pudieras matricular en el colegio.
En el servicio militar, más de lo mismo. Como si fuéramos ganado, cientos de reclutas éramos puestos en fila, nos clavaban una aguja en cada brazo y nos iban administrando sabe Dios el qué, porque nunca me enteré de que vacunas nos pusieron. Algunas también nos la pusieron con pistola.
Hoy la vacunación es voluntaria. En una situación de pandemia y alerta sanitaria como estamos pasando con la covid-19, la vacunación se muestra como la única manera de vencer a la enfermedad. Lo estamos viendo en los resultados.
Pero hay un grupo de personas, cercanas a los cuatro millones en España, que por razones en las que no voy a entrar, porque es su libertad, no quieren vacunarse.
Es verdad que te vacunes o no te vacunes, vas a contagiar igual. La diferencia es que si enfermas, si no estás vacunado, la covid-19 se puede convertir en una enfermedad grave, que además, del propio daño en la salud, hace un daño social, en primer lugar a la economía de los países. De hecho, ahora tenemos de nuevo a la hostelería pendiente de un hilo a cuenta del aumento de contagios en fechas cercanas a la navidad. Me pregunto si dentro de un mes no habrán medidas que echen a perder cientos de comidas de navidad y zambombas que son el recurso económico de mucha gente. Espero que no .
Pero lo que más me preocupa y me hace plantearme un dilema, es lo siguiente. Si los no vacunados van enfermando, van a desarrollar la covid-19 de manera grave y necesitarán camas en las UCI’s. Si estos llenan las UCI’s, las personas que tengan un infarto, que necesiten de una operación difícil por cáncer, u otras enfermedades y accidentes urgentes que precisen de cuidados intensivos, se pueden encontrar una UCI repleta. ¿Qué hacemos entonces? ¿Hacemos elegir a los médicos? Y a quién elegimos entonces salvarle la vida ¿a un infartado o a un antivacuna? Dejo la pregunta para que los lectores y lectoras de lavozdelsur.es hagan su reflexión. Yo tengo mi propia respuesta, pero no me gusta.
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