El club de los periodistas estupendos

Para medir la calidad democrática de los medios en Andalucía, tras la presentación del libro de Iglesias en la Escuela de Ingenieros, sólo hay que poner "Pablo Iglesias libro Sevilla" en el buscador de Google

Raúl Solís

Periodista, europeísta, andalucista, de Mérida, con clase y el hijo de La Lola. Independiente, que no imparcial.

El club de los periodistas estupendos. Presentación del libro de Pablo Iglesias 'Medios y cloacas', este pasado viernes, en la Escuela de Ingenieros de Sevilla.
El club de los periodistas estupendos. Presentación del libro de Pablo Iglesias 'Medios y cloacas', este pasado viernes, en la Escuela de Ingenieros de Sevilla. MAURI BUHIGAS

En el último año de la carrera de Periodismo se estudia una asignatura que, de estudiarse en el primer curso, muchos estudiantes abandonarían las intenciones de hacerse periodista a los pocos meses de comenzar. Se llama Estructura de la Comunicación y es una de las asignaturas más difíciles de aprobar en una carrera que no es ni demasiado exigente ni especialmente laboriosa.

Es de esas asignaturas que a priori no valen para nada, que no estudiarlas no te impediría ejercer la profesión, pero que marca la diferencia entre ser un periodista vacunado al poder o un transcriptor de declaraciones entrecomilladas. Es una de esas materias que a los estudiantes, siempre sujetos a la soberbia de la juventud, nos parece inútil porque consideramos que lo útil es que nos enseñen a hacer notas de prensa, a redactar teletipos y reportajes, a editar vídeos, a cortar y pegar audios y a titular del modo más impresionante y original.

Estructura de la Comunicación explica las ramificaciones del ecosistema mediático con el poder económico concentrado. Es decir, que los periódicos, televisiones, productoras de cine, editoriales y radios no son hermanitas de la caridad, sino instrumentos de bancos y grandes corporaciones eléctricas, gasísticas, constructoras o armamentísticas, cuyo principal objetivo es instalar una ideología en los receptores de esos mensajes, en la sociedad, para lo que previamente estos medios de comunicación se aseguran de contratar a periodistas que luego perjurarán que a ellos nunca les censuraron en sus redacciones.

No los censuran porque la criba de la censura se hace antes de entrar a trabajar, razón por la cual estas grandes corporaciones tienen sus propios másteres, a 13.000 euros al año el más barato, que es condición indispensable para poder luego trabajar en un medio de comunicación del grupo. Un ecosistema mediático que invalida para ejercer el periodismo, aunque tenga la nota más brillante de su promoción, a quien defienda que las necesidades del pueblo se deben convertir en derechos garantizados por el Estado. No conozco a ningún periodista de derechas que esté en paro, se cuentan por miles los periodistas progresistas en desempleo o reciclados en otras profesiones.

No es casual que para medir el nivel de salud democrática de un país baste con analizar sus medios de comunicación

Es esta asignatura de la que se tendrían que volver a examinar los periodistas estupendos que asistieron este viernes en Sevilla a la presentación del libro Medios y cloacas de Pablo Iglesias, ante un aforo de más de casi 1.000 personas en el salón de actos más grande de la Universidad de Sevilla ante el desborde del aforo inicial, de 400 butacas, en la Facultad de Comunicación de la Universidad de Sevilla.

En la presentación del libro, editado por Ediciones Contextatarias (de la revista Ctxt.es) y en la que Pablo Iglesias afirmó que la profesión donde “la corrupción está instalada de forma más intensa y jamás se persigue es el periodismo”, había periodistas de todos los medios de comunicación. Pero sólo este periódico, lavozdelsur.es, Abc y la agencia Europa Press tuvieron a bien publicar una crónica de lo que se habló en sede académica, avalado por una profesora de Estructura de la Comunicación de la Universidad de Sevilla, Aurora Labio-Bernal, y por Javier Pérez Royo, catedrático de Derecho Constitucional.

Lejos de informar sobre el acto de presentación, los periodistas estupendos que cubrieron el evento salieron farfullando, pensando que son poder mediático a 1.400 euros al mes. El club de los periodistas estupendos produce una ternura inenarrable si no fuera porque creen que son libres.

Los periodistas estupendos más ufanos incluso se atrevieron a increpar por Twitter a la profesora de Estructura de Comunicación Aurora Labio-Bernal, una eminencia en su ámbito de estudio en España y Latinoamérica, por no haber rectificado a Iglesias, quien sostiene que “la corrupción es la norma y no la excepción” dentro de los medios de comunicación. Confunden la universidad pública con la Asociación de la Prensa de Madrid, una institución anquilosada al servicio de la Corte cuya última comunicación ha sido para pedir mano dura contra dos periodistas que cubrieron un acto de desobediencia civil en el Museo del Prado.

El primer acto de corrupción en el periodismo es la negación u omisión de la verdad. El periodismo es el oficio que gestiona un bien público de máxima protección, el derecho a la información, sin el cual la democracia no es posible. El periodismo tolera la pluralidad ideológica, la diferencia de enfoques y hasta las miradas singulares, pero es incompatible con la mentira.

No es casual que para medir el nivel de salud democrática de un país baste con analizar sus medios de comunicación. Para medir la calidad democrática de los medios de comunicación de Andalucía después de la presentación del libro de Pablo Iglesias en Sevilla sólo hay que poner “Pablo Iglesias libro Sevilla” en el buscador de Google y darle a buscar.

La escasez de medios que se hicieron eco de las críticas de Iglesias al poder mediático, apoyado por declaraciones de una académica y un catedrático de Derecho Constitucional, mide la salud democrática de los medios de comunicación para los que trabajan los periodistas que se dieron cita en el salón de actos de la Escuela de Ingenieros de la Universidad de Sevilla.

Iglesias, cuya máxima cualidad intelectual es su capacidad para ponerle nombre y apellidos a la realidad y desnudar lo que no nos dejan ver, ha descubierto agua en su discurso sobre la necesidad de democratizar un ecosistema mediático que tolera que Antonio García Ferreras siga ejerciendo la profesión periodística, después de las escuchas con el comisario Villarejo en la que quedó claro que publicó noticias falsas a sabiendas con el único objetivo de destruir a Podemos y que Pablo Iglesias no ganara las elecciones generales.

Un periodista que miente es un corrupto, de la misma forma que un médico que mata a sus pacientes es un asesino. El club de los periodistas estupendos debe regresar con urgencia a la universidad a estudiar Estructura de la Información para entender por qué el derecho a la información de la ciudadanía choca con los intereses del poder mediático que les paga su nómina.

La principal característica del club de los periodistas estupendos es que son escribas del poder concentrado, quien le susurra los enfoques y los titulares, mientras se creen que han descubierto el Watergate por acosar hasta la extenuación, con mentiras, medias verdades y enfoques de tertulianos de realities, a quien se salga del redil de lo permitido por los dueños  del mundo.

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