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Con el reparto colonial de Ucrania y el régimen de guerra no será posible la paz

Europa, sus gobiernos, están aún sumidos en la perplejidad por el giro de Trump

27 de marzo de 2025 a las 08:37h
Donald Trump, en una imagen de sus redes sociales.
Donald Trump, en una imagen de sus redes sociales.

El presidente norteamericano, D. Trump, ha imprimido un giro de tuerca más a la tradicional política imperialista de EEUU. Lo ha hecho negociando el reparto de Ucrania con el presidente ruso V. Putin: EEUU se quedaría con importantes recursos naturales de Ucrania mientras Rusia controlaría los territorios del Dombás, Jersón y Zaporiyia. Al gobierno ucraniano de Zelenski sólo le reservan la opción de algún tipo de seguridad y avalar con su firma la suspensión parcial de hostilidades con Rusia. Este es el previsible acuerdo que podría materializarse en unos meses. Para los intereses ucranianos será a todas luces un acuerdo inferior al negociado en Turquía en 2022 si Zelenski hubiera abandonado la fantasía (impulsada por países europeos) de derrotar a Rusia; pero, sobre todo, este acuerdo no se estará firmando sobre las tumbas de cientos de miles de muertos, militares y civiles, de Ucrania y de Rusia caídos desde entonces.

Europa se quedará fuera del reparto y ni siquiera está invitada a la mesa de negociaciones. El seguidismo de los gobiernos europeos a las decisiones de la EEUU y la OTAN los hacen prescindible. Su papel ha consistido y continúa siendo el de un eficaz peón que acepta y ejecuta el régimen de guerra y la propaganda belicista. Siguiendo órdenes, no intentaron abrir la vía diplomática para intentar el alto el fuego y las y, a la par que alimentaban al ejército ucraniano con ayuda económica y el armamento disponible, acusaban de putinista a todo aquel que se opusiera a la guerra. En España hemos podido ver cómo esta acusación se propagaba contra las pocas organizaciones y personas que se han pronunciado públicamente por la solución diplomática, como han sido las organizaciones pacifistas, alguna fuerza política como Podemos y periodistas de medios minoritarios. Ahora también les dejan caer la acusación de trumpismo y de pinza con la ultraderecha.

Europa, sus gobiernos, están aún sumidos en la perplejidad por el giro de Trump. Acogieron y propagaron el relato de que, con el apoyo europeo y de EEUU-OTAN, Ucrania podría vencer a Rusia y que este país que era una amenaza para Europa. Se negaron a negociar y forzaron que Ucrania no aceptara el principio de acuerdo de 2022. Pero Trump ha tomado la iniciativa y mostrado que las negociaciones son posibles, ahora como lo pudieron ser antes. EEUU lo ha decidido y, además, les ha puesto deberes a los países europeos: tienen que rearmarse, subidas hasta el 2% del PIB, con aspiración de llegar al 5%. Tratando de hacerse un hueco en las negociaciones, en las actuales y en futuras crisis, los gobiernos europeos aceptan el régimen de guerra, el rearme hasta los 800.000 millones de euros, se empeñan en situar a Rusia como el enemigo dispuesto a invadir el continente, mantienen el apoyo económico y militar a Ucrania y se preparan para la guerra incluso planteando la posibilidad de enviar tropas a Ucrania, tropas de países de la OTAN, lo que que sería el penúltimo peldaño para la confrontación con una potencia nuclear.

Las previsibles consecuencias para la población serán el progresivo aumento en los recortes del gasto social y la disminución de los servicios públicos, la militarización creciente en cada país y restricciones en las libertades. Europa se empobrecerá con las compras de armamento a EEUU, las medidas arancelarias, el gasto energético y la pérdida de poder adquisitivo generalizada. El campo estará abonado para el neofascismo que ya está llamando a la puerta en muchos países.

Pero además del sometimiento a la OTAN, Europa también podría plantearse dos situaciones alternativas diferentes: una de corte militarista y otra pacifista. En el primer caso, podría tener autonomía estratégica coordinando recursos militares de los diferentes países y socializando la capacidad nuclear francesa. Pero un planteamiento así sería incompatible con la permanencia en la OTAN donde las decisiones las toma EEUU.

Queda entonces una alternativa más acorde con lo mejor de la cultura europea, como es nuestra tradición ilustrada, que sería la que pretende una resolución pacífica y justa de los conflictos por vía diplomática. Una paz positiva que no es mera ausencia de guerra abierta, sino superación de la violencia estructural, la que niega los derechos básicos de las personas y de los pueblos a decidir libremente su futuro. En efecto, el filósofo I. Kant propuso a finales del siglo XVIII en su opúsculo “La paz perpetua” las condiciones necesarias que nos puedan aproximar progresivamente a una paz perpetua. La primera sería que la Constitución de los países fuese republicana; es decir, un Estado de derecho basado en la representatividad, con separación de poderes y el reconocimiento del derecho a la existencia de todas las personas garantizando sus condiciones materiales de vida. La paz entre todos los territorios, los Estados, no será posible si en el interior de cada uno de ellos no se dan las condiciones para que la población pueda expresarse y opinar sobre el tipo de acuerdos al que quiere llegar. Tiene que ser así en Ucrania y en Rusia, pero también en los territorios del Dombás (Donestk y Lugansk). La población tiene que decidir sobre sus recursos, pero también sobre su futuro

Como segunda condición, sería necesaria también una federación de Estados libres que se encargarse del cumplimiento de los acuerdos de paz y del Derecho Internacional. Esto es algo que la ONU podría acometer si se estructurara democráticamente y quedara suprimido el derecho de veto de las potencias vencedoras de la II Guerra Mundial. El Gobierno español y los gobiernos europeos tendrían que liderar la iniciativa para esta reforma.

Por último, Kant proponía un derecho cosmopolita que permitiese el reconocimiento de los derechos de todas las personas, lo que hoy serían los derechos humanos, en cualquier Estado y el derecho a vivir pacíficamente en ellos, así como que los pueblos tengan libertad de organizarse de acuerdo a sus propios intereses y valores sin la intervención o dominación de otros estados. El reparto colonial de Ucrania y el sometimiento de las poblaciones del Dombás hacen imposible que la paz pueda ser una realidad.

Alcanzar un alto el fuego, una tregua provisional, siempre será mejor que continuar con la picadora de carne humana y destrucción de bienes que es una guerra. Pero nada nos indica que la guerra no vuelva a reabrirse en poco tiempo, como está sucediendo con el genocidio palestino. Si no se afronta el conflicto ruso-ucraniano desde sus orígenes, teniendo en cuenta las poblaciones de los distintos territorios de Ucrania y sus derechos, de los temores y las promesas incumplidas con Rusia, si no se afrontan las condiciones de paz para que una guerra no se produzca (las condiciones expuestas por Kant hace 240 años) paz expuestas, y se continúa con la carrera armamentística y el aumento de la beligerancia, la guerra será siempre una opción presente y el conflicto nuclear estará a la espera de la chispa o accidente que lo produzca.

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