La conjura de los palurdos políticos

Si prestamos un poco de atención al discurso de todos esos palurdos de la política, en realidad se trata de una conjura que defiende el modelo bipartidista que representan bajo el halo de una insulsa retórica patriótica

Felipe González, durante su intervención en un acto.

A los palurdos en política, la gente normal, nos lo reconoció al principio. En la transición, aparentemente, pasaron como políticos de nivel y documentados. El filtro empezó realmente con la primera huelga general contra la política económica de F. González allá por diciembre de 1988 (el 14D), otrora un joven andaluz que gustaba usar la pana como vestido, sin corbata y con discurso izquierdista. La falacia de que era socialista a fuer de ser liberal nos ha enseñado que se puede ser derechas sin ser un fascista.

Llegó a decir que Aznar y Anguita eran la misma mierda y ahora va de la mano del primero compartiendo bolos. Por supuesto, Julio Anguita, no era la misma mierda. La política palurda de F. González, ha sido nefasta para las personas trabajadoras andaluzas, que se llevaron la peor parte de la reconversión industrial, que fue traumática y que, como resultado, trajo más precarización a la economía productiva de Andalucía, donde la terciarización ha avanzado de tal manera que hoy emplea a más del 70% de la población. Una burbuja de peores consecuencias que la que se infló con la especulación del suelo y la vivienda.

Otro, es J. Arenas, ministro campeón, que llegó a declarar en la Audiencia Nacional que no recordaba que tuviera tarjeta de crédito, como tampoco le dijo a Bárcenas eso de "chico, cógelos los metes en un sobre y se los dejas al presidente y él sabrá lo que tiene qué hacer". Y, que no recordaba, pero que cree, que Aznar lo propuso como vicesecretario general del partido popular.

Discípulos de esos palurdos políticos tenemos: por ejemplo, S. Díaz, que llegó a ser presidenta de la Junta de Andalucía, aunque, reconoció que cuando ejercía como tal no pensaba en el PSOE "porque no tengo capacidad para tanto". No extraña que dejara hundido a su partido en Andalucía y, a su consecuencia, la entregara en bandeja de plata a otro palurdo político.

Exacto, M. Bonilla, que pasará a la historia por ser el mejor comercial de las elites económicas extractivas de los recursos andaluces, a las que está regalando la sanidad y educación públicas, además de devolver fondos públicos porque, dice, no son necesarios. Simultáneamente, se queja de que ha llegado al tope y no puede mantener los citados servicios públicos, para seguidamente afirmar que quiere mejorar la calidad de vida de los andaluces y las andaluzas, cuando su modelo económico ha consolidado la economía sumergida (casi un 30%) y el nivel de desempleo, que ya es crónico en nuestra nacionalidad histórica se sitúa en 647.054 (17, 60 %) personas sin trabajo.

Si prestamos un poco de atención al discurso de todos esos palurdos de la política, en realidad se trata de una conjura que defiende el modelo bipartidista que representan bajo el halo de una insulsa retórica patriótica donde las ideas se suprimen o se persiguen, para luego, con cinismo, preguntar, como hace M. Rajoy, donde está Podemos. Sí, el mismo que envió a la policía en bloque a espiar al partido morado, poniendo a trabajar a 47 comisarías para perseguir y buscar debajo de las piedras lo que se pudiera usar contra sus dirigentes, utilizando contra los mismos la guerra judicial.

A todos ellos y a sus partidos les une también el uso hipócrita de los símbolos andaluces. Mantienen a Andalucía adormecida y en la subalternidad, negándole el sitio en la estructura territorial estatal que le corresponde como nacionalidad histórica. O, mintiendo a la cara como hace M. Bonilla cuando se refiere a la financiación autonómica, negando la singularidad y la bilateralidad en contraposición al acuerdo habido entre el PSOE y Esquerra Republicana para Catalunya, cuando el Estatuto de Andalucía prevé expresamente que la relación con el Estado será bilateral (entre otros, los arts. 184, 220 y Disposición Adicional Tercera).

Pero también se refiere al carácter singular y diferencial del pueblo andaluz (preámbulo), así mismo, en asuntos como los recursos en Hacienda y Patrimonio en desarrollo de sus competencias (art. 176), en la relación con el Estado (art. 220), en la participación de la voluntad del Estado (art. 231), en los tratados y convenios que afecten a las competencias andaluzas (art. 240) y, en la participación en organismos internacionales (art. 242).

Así que, la singularidad y la bilateralidad son principios que rigen nuestra relación con el Estado y no es un asunto exclusivo para Catalunya, como machaconamente repite M. Bonilla. No estaría nada mal que el PP, que, dicho sea de paso, no cree en Andalucía como nacionalidad histórica y su presidente en Andalucía, un absentista nato, dejaran de mentir y, para variar, se documentaran y dejaran de sobreponer su interés partidista al interés general del pueblo andaluz.