Abuela, hoy conmemoramos el Día de Andalucía y yo voy a aprovechar para contarte lo que significa para mí esta tierra.
Somos lo que nos fueron, escuché una vez. Así lo siento. Yo soy andaluza porque mi identidad la han construido los millones de mujeres y hombres que me precedieron, porque nuestra tierra ha sido crisol de civilizaciones y lugar de acogida, seguramente porque nadie como nosotros sabemos lo que es abandonar la propia tierra para construir una ajena —Gran película El 47 en la que se cuenta la realidad de esos charnegos que enriquecieron Cataluña mientras ellos malvivían en ciudades dormitorio donde las necesidades no les dejaban dormir—. Y nadie como nosotros sabemos lo que es extrañar porque ¿quién abandona su terruño, su gente querida, sus costumbres, su idioma si puede quedarse y prosperar en su tierra?
Quién no sabe a dónde va puede acabar en cualquier sitio, leí en un azulejo encastrado en una roca de la playa de Ericeira. Lo comparto. Y para saber dónde vamos, es necesario pararse a pensar de dónde venimos. Por ello, debemos tener memoria de lo que somos, reivindicarlo y enorgullecernos, entre otras cosas, para no sentirnos inferiores y mandar a por tabaco a quienes nos dicen que hablamos muy gracioso, o que no se nos entiende, o a quienes nos preguntan por qué no bailamos flamenco si somos andaluzas o a los que dejan caer con rintintín (y el cabo Rusty) que tenemos una jartá de ferias y fiestas. A esa gente decirles que a pesar de tanta jarana y tantas fiestas Andalucía tuvo tiempo de parir a Averroes, Blas Infante, Mariana Pineda, Lorca, Machado, Velázquez, Olavide, Picasso, Lola Flores, Camarón, Antonio Banderas, Alberti, Carolina Marín, María Zambrano, Eduardo Mendicutti, Cristina Morales, Ana Rosetti, María Peláez y científicos como Francisco Mógica, María Ángeles Martín Prats o Teresa Roldán. Mucha gente grande que engrandece Andalucía.
Me siento andaluza porque crecí en este bendito sur, porque aquí di mis primeros pasos, aprendí mis primeras letras y sentí por primera vez el aleteo del amor… Aquí está mi gente querida, aquí enterré a mis muertos y aquí sigo llorando, riendo, envejeciendo y reivindicando mi identidad. Orgullosa hasta las trancas de comerme las eses y aspirar las haches, de saber que por las venas de mi tierra corrió la sangre de los fenicios, los tartessos, los romanos, los musulmanes, y que esa mezcla nos hace únicos. No más que nadie, pero tampoco menos. Pero estar orgullosa de tu tierra no significa ser complaciente con sus fallos.
Andalucía tiene que despertar, y ya vamos tarde. Somos la región más empobrecida de toda la UE, tenemos la mayor tasa de pobreza del país (30,5%), diez puntos por encima de la media estatal y casi el doble que la europea, tenemos uno de los peores servicios sanitarios del país según la FADSP, estamos en los últimos puestos del ranking en cuanto a calidad educativa según el Informe PISA, somos de las que más desempleo juvenil y femenino, a consecuencia de lo cual muchos de nuestros hijos e hijas tienen que irse de nuestra tierra.
‘Andaluces levantaos’, reza en nuestro himno. El 28 de febrero es día de conmemorar, pero también de espolear conciencias para cambiar las cosas. Porque una historia tan rica como la nuestra merece un presente mejor, ¿no crees, abuela?
¡Viva Andalucía libre, próspera y solidaria!