Rocío Carrasco, en sus entrevistas en 'Telecinco'.
Rocío Carrasco, en sus entrevistas en 'Telecinco'.

Hace unos días leí un artículo de Eva García Sáenz de Urturi, la última ganadora del premio Planeta que me dejó helada, aunque no sé de qué me extraño a la vista del actual clima de crispación social en el que el feminismo, de nuevo, se ha convertido en diana de fuerzas reaccionarias que aprovechan cualquier cosa para atacar con saña a la mujer.

En el artículo publicado en la revista Zenda y titulado Golfa, tipeja, inmadura y ama de casa: todo lo que han dicho de mí en seis meses de Premio Planeta, Eva denuncia la campaña sexista que lleva soportando desde que obtuvo el premio. Ataques en redes sociales; en blogs literarios, donde la han llamado tipeja, inmadura y oportunista por elegir el personaje de Leonor de Aquitania como ejemplo de feminismo en el Medievo; en algunos medios de comunicación, que la han definido, más o menos, como una ama de casa que escribe y hasta en el colegio de su hijo donde éste ha tenido que soportar que llamen golfa a su madre por escribir lo que escribe. Verdaderamente demencial.

Tanto como los ataques que está recibiendo Rocío Carrasco por sus declaraciones en el documental ‘Rocío, contar la verdad para seguir viva’ sobre los supuestos malos tratos de su ex Antonio David que, de momento ya ha propiciado un incremento importante del número de mujeres que han pedido ayuda al 061. Ataques de los que se ha venido librando su ex que lleva viviendo de vender exclusivas sobre las miserias familiares desde que lo expulsaron de la Guardia Civil por apropiarse del dinero de las multas que imponía. Rosario Troncoso, amiga y gran poeta, en un magnífico artículo titulado Rocío, mi niña publicado en Diario de Cádiz, pedía respeto para esta mujer. Me sumo a su petición, aunque viendo la normalización del daño gratuito y del insulto demoledor que estamos consintiendo, sé que es una petición casi infantil (¡Ay!, la infancia, ese tiempo en el que vivíamos con los cinco sentidos volcados hacia afuera, hambrientos de instantes y sin necesidad de juzgar!).

Para muestra, dos botones, pero podría llenar páginas y páginas con los ataques que han recibido mujeres que destacan en su oficio o que se atreven a elevar la voz después de vivir condenadas secularmente al silencio, un silencio que para Nerea Pérez, autora de Feminismo para torpes, “es como si alguien se hubiera sentado accidentalmente en el mando a distancia y hubiera tenido presionado el mute durante 40.000 años”.

Abuela, no hay duda de que contravenir el consejo de pasar desapercibidas que daba la Sección Femenina a las mujeres en tu época sigue teniendo su coste. Un coste elevadísimo que, lamentablemente, hará desistir a muchas mujeres de salir de la sombra o de elevar la voz para decir su verdad. Pero seguiremos, por muchos murales feministas que destrocen los que nos quieren calladas e invisibles, por mucho que nos llamen tipejas, golfas o feminazis, por más que cuestionen nuestra verdad. Por nosotras. Por justicia.

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