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La corresponsabilidad: el camino hacia la igualdad real entre mujeres y hombres

Las empresas tienen la obligación de garantizar entornos laborales inclusivos y equitativos, donde el compromiso con la corresponsabilidad sea parte integral de sus políticas de recursos humanos

24 de marzo de 2025 a las 10:25h
Una persona fregando los platos.
Una persona fregando los platos. MANU GARCÍA

En el marco del Día Nacional de la Conciliación y la Corresponsabilidad, celebrado el 23 de marzo, se hace imprescindible reflexionar sobre lo que constituyen requisitos sine quo non para alcanzar la igualdad real y efectiva entre mujeres y hombres, consagrada en la Constitución (artículos 9 y 14) y el Tratado de Funcionamiento de la Unión Europea, donde se consagra el principio de igualdad entre hombres y mujeres en el ámbito de las oportunidades laborales y al trato en el trabajo (artículo 153 1 i).

La conciliación de la vida laboral y familiar y la corresponsabilidad son un derecho de las personas trabajadoras, mujeres y hombres. Esta última es definida en la Guía del Ministerio correspondiente, como “el reparto equilibrado de las tareas domésticas y de las responsabilidades familiares, tales como su organización, el cuidado, la educación y el afecto de personas dependientes dentro del hogar, con el fin de distribuir de manera justa los tiempos de vida de mujeres y hombres”.

Si bien, debido al desequilibrio de asunción de responsabilidades en el hogar, sigue exigiéndose a las mujeres de forma casi predominante que asuman la carga material y mental del la familia y el hogar, perpetuando una injusticia estructural que obstaculiza nuestro desarrollo personal y profesional y que nos pone en situación de desventaja, durante nuestra vida laboral y al término de la misma, por la mayor dificultad de cotizar lo suficiente para acceder a una pensión de jubilación contributiva.

La persistencia de la desigualdad en el hogar

Según la última encuesta del CIS (2024) acerca de las percepciones sobre la igualdad entre hombres y mujeres, ellas dedican casi 7 horas de media al día (412 minutos) al cuidado de los hijos e hijas, las tareas domésticas y la atención a dependientes, más del doble que los hombres. Esta disparidad no es sólo una cuestión de números; es un síntoma de la persistencia de los estereotipos y roles de género que relegan a las mujeres al ámbito del cuidado, con consecuencias devastadoras para nuestra carrera profesional y salud física y mental, debido a la sobrecarga de responsabilidades.

El impacto laboral de esta realidad es innegable. Las mujeres nos vemos forzadas a reducir jornadas, renunciar a ascensos, aceptar empleos más precarios, exponernos a la inestabilidad laboral y al desempleo de larga duración, para atender las necesidades del hogar y la familia. Esta situación perpetúa la brecha salarial y de pensiones, limita la participación en puestos de poder y toma de decisiones y reduce nuestras posibilidades de lograr tener estabilidad económica en la vejez, propiciando la persistencia de las desigualdades entre mujeres y hombres. Y aun así, pese a lo aplastante de esta realidad, en esta misma encuesta del CIS un 44,1% de los hombres llegó a invocar el insólito argumento de que “se ha llegado tan lejos en la promoción de la igualdad de las mujeres que ahora se está discriminando a los hombres”.

Las normas que impulsan lentamente el cambio

En los últimos años, se han promulgado importantes normas que buscan mitigar esta desigualdad. La Ley Orgánica 3/2007, de 22 de marzo, para la igualdad efectiva de mujeres y hombres, marcó un punto de inflexión al reconocer la necesidad de implementar medidas para la conciliación. Posteriormente, el Real Decreto-ley 6/2019, de 1 de marzo, introdujo reformas urgentes para garantizar la igualdad de trato y oportunidades en el empleo y la ocupación.

En similar sentido, se aprobó el Real Decreto-ley 5/2023, de 28 de junio, que transpone la Directiva (UE) 2019/1158, situando la corresponsabilidad en el centro de las políticas de conciliación. Esta normativa no se limita al establecimiento de permisos, sino que otorga una relevancia especial a la adaptación de las condiciones de trabajo, destacando la corresponsabilidad tanto en sus considerandos como en su articulado.

Estas normas están armonizadas con la Directiva 2003/88/CE y Directiva 2019/1152/CE, relativas a la ordenación del tiempo de trabajo y condiciones laborales transparentes y previsibles en la Unión Europea. El objetivo es claro: eliminar las desventajas que afectan el desarrollo profesional de las mujeres, quienes asumen el grueso de la responsabilidad del cuidado de sus hijas e hijos y dependientes en Europa, el continente con la mayor población de mayores de 65%, que llegan al 21,5% de la población total.

La formación en corresponsabilidad: un deber empresarial

Este marco legal resulta insuficiente si los hombres no ejercen también su derecho y deber en relación con el tiempo de trabajo para el cuidado de menores y dependientes y si las empresas no se comprometen a no penalizar a quienes ejercen su derecho a la conciliación, favoreciendo que los hombres puedan conciliar para corresponsabilizarse. En este sentido, la formación del personal laboral en materia de corresponsabilidad es una pieza clave para el cumplimiento del mandato de igualdad. Incorporarla en los planes de igualdad de las empresas no sólo contribuye a sensibilizar y concienciar sobre la necesidad de un reparto equitativo de tareas, sino que también promueve cambios reales en la cultura organizativa. Las empresas tienen la obligación de garantizar entornos laborales inclusivos y equitativos, donde el compromiso con la corresponsabilidad sea parte integral de sus políticas de recursos humanos.

Corresponsabilidad: una cuestión de justicia y coeducación

La corresponsabilidad no debe ser entendida como una ayuda esporádica o concreta de los hombres en los cuidados y las tareas del hogar, sino como un compromiso real, equitativo y permanente. Los cuidados y el hogar también son cosa de hombres. Asumir esta realidad es fundamental para desmantelar los roles y estereotipos de género que asignan a las mujeres la responsabilidad principal del cuidado y las cargas domésticas.

Un cambio cultural es imprescindible. Por ello es necesario involucrar a los hombres, las instituciones y la sociedad, educando desde la infancia en la igualdad y el reparto justo de tareas. De ahí la importancia de la coeducación, o educación no sexista, basada en el enfoque de la enseñanza conjunta de niñas y niños y libre de roles y estereotipos.

Es injusto el sobreesfuerzo y la fatiga que muchas mujeres soportan al intentar conciliar trabajo y cuidados, pagando un alto coste en su salud y bienestar. La corresponsabilidad es un acto de justicia, que cuestiona y transforma las estructuras sociales. No se trata sólo de repartir tareas, sino de compartir las responsabilidades con equidad. Como decían algunos de los hombres y mujeres más relevantes en el ámbito de las reformas educativas –Giner de los Ríos, Christine de Pizan, François Poullain de la Barre, Nicolás de Condorcet, Mary Wollstonecraft, Olympe de Gouges, Concepción Arenal y Emilia Pardo Bazán– educar a mujeres y hombres en igualdad de condiciones es fundamental para el progreso social y económico de los países.

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