¿Pero tú no crees en nada? Esta pregunta es la más usual cada vez que un ateo expone su opinión en relación a la existencia (o no existencia) de Dios. A lo largo de la historia han existido miles de dioses que han sido adorados y dados por verdaderos, un ateo solo niega la existencia de un Dios más que cualquier creyente de una religión monoteísta.
Negar la existencia de Dios no significa no creer nada, se puede no creer en la existencia de Dios y sin embargo creer en la solidaridad de las personas ante una situación complicada, en la colaboración para alcanzar objetivos comunes, en el perdón hacia las personas que nos han hecho algún daño, en la amistad de aquellos que se alegran por las cosas buenas que nos ocurren y sufren con las cosas malas que nos suceden, en el amor, que mueve montañas en sustitución de la fe, en definitiva creer que el ser humano es capaz de mostrar toda su humanidad para con los demás.
Sin embargo el ser humano también ha demostrado ser: ruin, avaricioso, cruel, déspota, es capaz de odiar, de crear enemigos, de la destrucción más absoluta, de la indolencia ante los dramas ajenos, etc.
El ser humano se muestra en su plenitud mostrando lo mejor y lo peor de la humanidad, el bien y el mal, el cielo y el infierno, está contenido en un cuerpo mortal que está destinado a desaparecer.
Si Dios (o los dioses) existe, que el ser humano crea o no él no va a cambiar esa realidad, y del mismo modo si no existe, que cada cual elija su postura.
Cierto es que las creencias de cada uno son extremadamente personales y han de ser tratadas con máximo respeto, tanto las del creyente (independientemente de la religión que profese) como las del ateo. Decía el premio Nobel José Saramago que intentar convencer a alguien es un acto de colonización del otro y una falta de respeto, en pleno siglo XXI, cada cual es libre de tomar la opción que más le interese, pero siempre debe primar una máxima, mostrar el mismo respeto que queremos hacia nuestras creencias a las creencias de los demás.
"La tolerancia es la mejor religión". Víctor Hugo.